Es tierno ahora leer que los promotores de la Ley Seca auguraban que con la prohibición del alcohol nacería un mundo de cárceles vacías y obreros que regresarían a casa sobrios y con el salario íntegro para hacer felices a sus familias. Sorprende que nadie en esos lugares de la Administración que se dedican a pensar cómo meter la mano en el bolsillo de los ciudadanos haya querido aplicar a los impuestos la psicología y la persuasión con que se logra que tanta gente se deje el dinero en la Lotería de Navidad . Sí, un mundo en que los contribuyentes pagasen los impuestos con la santa inocencia con que buscan y pican en el juego de las bolitas conseguiría...
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