Un homenaje a Doña Sofía
El pasado 26 de noviembre, en el campus de Montepríncipe de la Universidad del CEU, le fue otorgado a la Reina Doña Sofía –esposa del Rey Don Juan Carlos I y madre del Rey Felipe VI– el grado de doctora ‘honoris causa’ por sus muchos méritos de una vida de 85 años. Una Reina que trabaja con mucha gente corriente y moliente en temas concretos. Como es el caso de quien esto suscribe, siempre en actitud de respeto y afecto. En una serie de ocasiones que evocaré, en homenaje a la nueva doctora universitaria.
El primero de esos momentos a recordar fue una larga serie de conferencias de ámbito muy selecto, en las décadas de 1980 y 1990, que promovió el Instituto de España, el ‘holding’ de las diez principales Reales Academias del país. Con sesiones intelectuales en el añoso edificio que ocupaba originariamente, antes de la desamortización de Mendizábal, el noviciado de jesuitas, en el centro de Madrid, en la antigua calle ancha de San Bernardo.
A esas clases, con una veintena de alumnos al lado de la Reina, concurrieron caso por caso los especialistas españoles de cada tema. Entre ellos –además de figuras de gran enjundia e ingenio, como Amando de Miguel– otros muchos como este servidor de ustedes, invitado por la directora de esa luminaria de pensamiento, María Eugenia Rincón, mujer animosa, muy amiga de la Reina, que se nos fue en 2011 y en cuyo funeral acompañamos a Doña Sofía en su evidente tristeza por la pérdida de quien se erigió como continuadora del curso de Humanidades que, para estudiantes como la Reina, se creó en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Aquellos encuentros de verdadera ilustración fueron muy gratos, y de ellos hice alguna vez comentarios que llegaron a Doña Sofía con indudable aprecio por su parte: «Allí nos reuníamos, con no poco entusiasmo cognitivo, en el Instituto de España. Como si estuviéramos en el Berlín del siglo XVIII, en la corte de Federico el Grande de Prusia, el rey ilustrado por excelencia. De modo que, en versión española y femenina, con Doña Sofía como cabeza coronada al frente de las sesiones, los profesores que impartíamos la lección y debatíamos cada día, casi nos considerábamos enciclopedistas, a lo Voltaire…».
Años más tarde, pedí a la Reina que presidiera mi ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, a finales de enero de 2013. Hubo que retrasar la sesión sobre lo inicialmente previsto por la tardanza de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón en preparar su discurso de contestación en la referida ceremonia y, sin objeciones, la Reina asumió el retraso sin más problema. Fue una sesión memorable. Y efectivamente, Doña Sofía adquirió un protagonismo auténtico, venerada que fue por todos los asistentes a una sesión en la que se evocó la paz perpetua de Kant en el siglo XXI.
Mencionaré, tercer momento, una conferencia muy especial, que tuvo por escenario el imponente auditorio, verdadera aula magna del Casino de Madrid; no el de juego, sino esa joya arquitectónica que está en la calle de Alcalá, al lado de la Real Academia de Bellas Artes. Fue una reunión auspiciada por la fundación japonesa Canon, sobre un tema bien interesante: la posibilidad de una moneda común para Asia, idea que por cierto se descartó por el más que visible predominio del dólar estadounidense. Presidió tan interesante debate Doña Sofía, a una iniciativa que se debió al abogado del Estado José Ignacio Rodrigo, miembro de la Fundación Canon.
Otro momento de interés con la Reina a mencionar, el cuarto, se produjo cuando se cumplieron los treinta años de la publicación de mi ópera prima, el libro Estructura económica de España, en su vigésima tercera edición. Mi coautor (Antonio Rueda) y yo pedimos audiencia al Palacio de la Zarzuela, donde poco después nos recibieron los Reyes, a quienes entregamos un ejemplar dedicado del libro, recién salido de prensas. Hasta el punto de que fue ella quien, en un momento dado, cuando explicábamos algo del libro al jefe del Estado, se le acercó y le dijo en voz baja, pero que se oyó por todos: «Juanito, recuerda que tenemos que volar a Granada para estar con los Clinton, Bill y Hilary, a la hora de cenar, y después para la visita a la Alhambra…».
En aquella ocasión, Don Juan Carlos estuvo especialmente amable, un tiempo en el que ya las relaciones reales conyugales no evolucionaron a lo mejor. Circunstancias en que se apreció aún más la altura emocional y funcional de una Reina que hubo de pasar por senda de tristes y duras inconveniencias, que superó con sabiduría y tenacidad.
El quinto y último encuentro de evocación fue la entrega en la Universidad del CEU del doctorado ‘honoris causa’ a la Reina el pasado 26 de noviembre, según se dijo al principio de este artículo. Con gran solemnidad y rodeada de todo el afecto. El escenario, ya se anticipó: el aula magna del campus de Montepríncipe, con fondo musical de la formidable obertura de ‘Carros de fuego’, con toda su fuerza emotiva e impetuosa. Al final, el ‘Gaudeamus Igitur‘ y el himno nacional.
El ‘laudatio‘ de la doctoranda fue expuesto por el profesor del CEU Benigno Pendás, presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Un valioso documento en el que se relatan los muchos méritos y trabajo de la Reina en lo nacional y lo internacional; representando siempre a España del modo más conveniente en todo el mundo, sobre todo en asuntos solidarios, en relación con los peores momentos de mucha gente a lo largo de su vida. Desde esta página de ABC deseamos a la nueva doctora universitaria Sofía lo mejor de lo mejor:
Viniste, Señora, de la Hélade a Hispania, en una admirable odisea, en que los actuales antiguos celtas e íberos, ahora desde la Hispanidad, queremos rendirle el más alto sentimiento de gratitud. Deseándole muchos más años de buen hacer y de solidaridad, siempre con el respaldo de todos nosotros.
Artículo publicado en el diario ABC de España
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