Por mucho que uno intente huir del abismo de la melancolía cuando llega esta fecha, acabo sucumbiendo porque me siento feo, católico y sentimental. Si encima a esto le añadimos la condición de soltero sin hijos, la tristeza se fortalece y se ramifica atravesando la osamenta. Da rabia caer en el tópico, desde luego, pero cuando no tienes criaturas propias y encima tus padres ya no están, caminas sin red de seguridad y practicas un funambulismo que te aproxima a la misantropía. En casa nunca fuimos de cantar villancicos en plan diputados periféricos que desafían el ridículo con sus trinos , ni de celebraciones excesivas a base de zambomba letal. O sea que tampoco sé muy bien porque me atrapa...
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