La voz de una época
La partida de Ofelia -Ofelita- Núñez ha dejado un vacío profundo en el corazón de quienes la admiraron por su pasión y dedicación al arte. Con una carrera que abarcó la radio, la televisión y el teatro, Ofelita fue una de las voces y rostros más queridos del ámbito artístico cubano, pero más allá de su éxito en los medios, su legado trasciende por su capacidad de transmitir emociones profundas, de reflejar la esencia de lo cubano y de convertirse en un referente de profesionalismo y entrega.
Nacida en La Habana en 1932, Ofelita comenzó su trayectoria en un ámbito distinto al que la haría famosa. Su madre, deseosa de que fuera pianista, la matriculó en el Conservatorio Amadeo Roldán. Sin embargo, su destino parecía estar marcado por otro camino, uno en el que las palabras y los sentimientos encontrarían su expresión más fiel.
Su oportunidad de brillar llegó cuando participó en el concurso Buscando Estrellas de la CMQ, donde se alzó con el primer lugar. Pero la fama, en aquellos años de inicios en la radio y la televisión, no llegaba fácil. Como muchos artistas, Ofelita pasaba horas esperando en el «banco verde» del edificio de la CMQ, el lugar donde los actores principiantes aguardaban con esperanza la oportunidad de tener un papel, incluso si solo se trataba de un par de líneas. Durante este tiempo, hizo personajes en programas radiales.
La radio fue un espacio fundamental en su vida. Ofelita la consideraba casi mágica, un mundo donde solo existían la imaginación y la capacidad de transmitir a través de la voz. «La radio tiene una magia, todo es imaginación, tienes que imaginártelo todo», solía decir, consciente de que los personajes a los que daba vida cobraban forma en la mente del oyente.
Entre sus trabajos más recordados en la radio estuvo su participación en programas como Tía Tata cuenta cuentos, donde realizó diversas voces, y en Sol de Batey, una radionovela que dejó una huella en la memoria de muchos. Su capacidad para dar vida a los personajes que interpretaba en la radio fue una de sus grandes virtudes.
Pero sería en la televisión donde Ofelita alcanzaría la notoriedad que le permitiría convertirse en una de las grandes actrices del país. Su carrera en la pantalla chica comenzó bajo la dirección de Jorge Ignacio Vaillant, quien vio en ella una actriz excepcional y la propuso para trabajar de forma fija en la televisión. Desde entonces, su presencia se convirtió en un sello distintivo de varias producciones, como La comedia del domingo, Tele Teatro y Estudio 15.
De entre sus personajes más queridos, siempre destacó su interpretación en Papá Goriot, donde compartió escena con el actor Julito Martínez. Esta novela, basada en la obra de Honoré de Balzac, marcó un hito en su carrera, como también lo hizo El dulce pájaro de la juventud, una obra que le permitió mostrar todo su rango interpretativo.
Ofelita siempre destacó la importancia de la preparación en su labor actoral. «Una de las claves del éxito está en la lectura, en la preparación consciente. La creación de un espectáculo requiere el esfuerzo colectivo. El actor y la actriz son el centro», decía con la certeza de que el trabajo bien hecho es la base de cualquier éxito. En este sentido, dedicó gran parte de su vida a prepararse con rigor y pasión, convencida de que la actuación no solo servía para entretener, sino para dejar una huella en quienes la veían.
«La actuación permite comunicar ideas, intimidades, sensaciones, poco dichas en la cotidianidad. Solemos recordar lo expresado por alguien en una escena, ese pensamiento enrumba nuestras vidas o, por lo menos, hace meditar, incluso mejora actitudes», explicaba, sabedora de que el arte tiene el poder de transformar.
A lo largo de los años, Ofelita continuó siendo una figura destacada de la televisión cubana. Su interpretación de Sonia en la telenovela Más allá del límite es un ejemplo claro de su capacidad para dar vida a personajes complejos y entrañables. En esta producción, su personaje fue un homenaje a todas las madres cubanas, como reflejo de la fortaleza, la dedicación y el amor incondicional que caracteriza a tantas mujeres en la isla.
En cuanto a sus últimos trabajos en la radio, se sentía profundamente orgullosa de los programas que conducía en Habana Radio, como Urdimbre de la memoria y Martí, un hombre de todos los tiempos, en los que ponía su voz al servicio de la historia y de la cultura cubanas.
Ofelita fue reconocida por su trabajo incansable y su dedicación al arte. En 2015, recibió el Premio Nacional de Radio y la condición de Artista de Mérito de la Radio y la Televisión, distinciones que reflejaban el reconocimiento a su carrera y a su aportación a la cultura cubana. Durante toda su vida, cultivó la humildad y el amor por su oficio, siempre dispuesta a enseñar a las nuevas generaciones de actores y a transmitir sus conocimientos sobre la importancia de la preparación y el compromiso con el público.
La partida de Ofelita Núñez deja una profunda tristeza, pero también una profunda gratitud por todo lo que entregó a la cultura cubana. Sus personajes, su voz y su pasión por el arte seguirán vivos en la memoria colectiva de quienes la admiraron. En un país donde el arte es refugio y revelación, Ofelita siempre será recordada como la voz de una época, aquella que, con su talento y carisma, supo captar el alma de Cuba y hacerla resonar en cada rincón del corazón de su pueblo.