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Los cristianos sirios miran de reojo al sectarismo islamista impuesto en Damasco

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Han pasado de ser el 10% antes del inicio de la guerra a representar un 2% de la población de Siria. La persecución religiosa y la guerra -13 años de cruento conflicto armado civil y regional a la vez- han expulsado desde 2011 a más del 85% de los cristianos de una de las cunas de la religión y liquidado sus otrora florecientes comunidades urbanas. El caos económico -más del 90% de la población se encuentra por debajo del umbral de la pobreza- y la inestabilidad seguirán impidiendo previsiblemente el regreso en los próximos tiempos. La caída de la dictadura de Bachar al Asad y la inesperada llegada al poder, hace menos de tres semanas, de una amalgama de fuerzas paramilitares comandadas por los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) abre profundos interrogantes para Siria en general y los cristianos en particular.

«Hay un ambiente de alivio general, pero los cristianos sirios son escépticos y están muy preocupados por la nueva situación», reflexiona el teólogo y poeta sirio Najib George Awad. El académico, doctor en teología por el King’s College de la Universidad de Londres (Reino Unido) y docente en la Universidad de Bonn (Alemania), es uno de los miles de sirios cristianos que observa desde Europa el incierto escenario abierto en su país y recuerda que algunas estimaciones apuntan a que en una década el porcentaje de cristianos en Siria podría reducirse a menos de un 1%. «No sabemos si las promesas de democracia y respeto de los derechos humanos del nuevo poder se traducirán en hechos. Por ahora los sirios se aferran a la esperanza de que lo que venga no será tan catastrófico como la dictadura de Asad», admite Awad a LA RAZÓN.

Lo cierto es que la autocracia construida en torno del Partido Baaz y su ideología secular y nacionalista se jactaba de proteger a las minorías, incluidos los cristianos, y garantizar la seguridad en la práctica de sus cultos. Donde han controlado la vida común, los grupos yihadistas han destruido iglesias y monasterios, borrando así siglos de tradición y un rico patrimonio. Los seis años, desde 2018, en que HTS, la milicia al frente del gobierno de transición estuvo (con el respaldo de Turquía) gobernando la demarcación de Idlib, en el noroeste de Siria, pueden servir de orientación sobre las convicciones profundas de HTS y el resto de milicias yihadistas o islamistas que han acabado por imponerse a las fuerzas del Ejército regular sirio.

El gobierno islamista radical acabó forzando el desplazamiento interno y la emigración a Turquía de la mayor parte de la comunidad cristiana de Idlib, donde además los cristianos sufrieron expropiaciones de tierras e inmuebles y serias dificultades para celebrar sus actividades de culto. «La gobernación de Idlib se vació de cristianos, que huyeron», recuerda el profesor Awad.

Con todo, los especialistas en el grupo paramilitar creen que, por convencimiento o necesidad, las nuevas autoridades nacionales sirias no podrán replicar el modelo de Idlib, una gobernación pobre y poco poblada, en todo el país, máxime cuando el mando provisional pretende obtener el reconocimiento y respaldo del mundo occidental.

No en vano, desde hace más de un lustro, la organización al frente de la triunfante ofensiva militar viene moderando su mensaje y praxis desde postulados yihadistas hacia posiciones islamistas aparentemente más templadas. No en vano, los orígenes del HTS se sitúan en las organizaciones terroristas Al Qaeda y Frente al Nusra.

El propio líder de la milicia y hombre fuerte de la nueva Siria, Abú Mohamed al Golani –o Ahmed Hussein al-Sharaa, tenía claro en el pasado que en Siria -país mayoritariamente suní- no había espacio para cristianos, alauitas o drusos. Sin embargo, desde el inicio de la fulgurante operación militar -iniciada el 27 de noviembre y concluida el 8 de diciembre con la entrada en Damasco-, Al Golani y los suyos insisten en que su único objetivo es puramente nacional: reconstruir el Estado sirio respetando el pluralismo religioso y étnico, así como los derechos de las mujeres.

A pesar de la situación de relativa normalidad, varios episodios registrados en los últimos días anticipan los peligros que habrán de afrontar los cristianos en el nuevo e incierto escenario en Siria. El 18 de diciembre un grupo de desconocidos abrió fuego en el interior de una iglesia ortodoxa griega en la ciudad de Hama y destruyó una cruz que se custodiaba en el interior de la misma, además de destrozar lápidas de un cementerio anexo. Días después, otro grupo de aparentes simpatizantes de grupos yihadistas irrumpió en coche para gritar consignas políticas con los altavoces a pleno rendimiento en el distrito damasceno de Bab Touma, de mayoría cristiana. Además, fotografías difundidas por agencias internacionales de prensa mostraban un vehículo blindado con un desafiante mensaje impreso en uno de sus laterales: «Vuestro día ha llegado, oh adoradores de la cruz».

Fuego a un árbol de Navidad

En la pequeña localidad de mayoría cristiana de Suqaylabiyah, situada cerca de Hama, otro grupo de desconocidos prendió fuego el pasado lunes a un árbol de Navidad instalado en una rotonda. Lo ocurrido empujó a un grupo de vecinos de la propia capital, Damasco, a manifestarse para pedir protección a las autoridades y respeto a sus prácticas religiosas.

«Pedimos que Siria sea para todos los sirios. Queremos una voz en el futuro de nuestro país», aseguraba Ignacio Efrén II Karim, patriarca de Antioquía de la Iglesia ortodoxa siríaca, en un mensaje dirigido a los congregados. Por otra parte, y a pesar de las promesas de inclusión del mando provisional, el nuevo gobierno interino, conocido la semana pasada, no cuenta con un solo representante cristiano.

De la misma forma, las dos semanas y media transcurridas desde el triunfo de la operación militar rebelde han dejado algunas razones para la esperanza. Milicianos del HTS se encargaron de reemplazar de manera inmediata el abeto vandalizado de tal forma que luciera nuevamente para Navidad. El pasado 24 de diciembre y al cierre de esta edición, las nuevas autoridades sirias decretaron oficialmente como festivo nacional las fechas del 25 y el 26 de diciembre, en un nuevo gesto hacia los cristianos, en este caso católicos.

Horas después de la entrada de los insurgentes yihadistas en Damasco, el arzobispo maronita de Alepo, Joseph Tobji, posaba, acompañado por un grupo de líderes religiosos, junto a milicianos del HTS en un convento franciscano. «Hablan de ciudadanía y libertad religiosa. Nos aseguran que nuestras vidas no cambiarán, pero esperamos sus acciones», zanjaba el religioso. «El miedo es que los mensajes que las nuevas autoridades están transmitiendo sobre la construcción de un sistema político democrático y civil, un Estado de Derecho, no sean auténticos sino propaganda», confiesa a LA RAZÓN el profesor Najib George Awad.




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