Nadal, Álvaro Martín... Los deportistas ante la retirada: "No debe verse ni como un trauma ni como un alivio"
En el último calentamiento, antes del relevo mixto de marcha en los Juegos Olímpicos de París, Álvaro Martín le comentaba a Pablo del Río, su psicólogo: «Este es el último baile». El extremeño ya tenía pensado que pasara lo que pasara, iba a ser su última gran competición. Y lo que pasó fue el «final» soñado: la medalla de oro junto con María Pérez. El «final» es entre comillas porque se acaba la carrera de deportista, pero empieza otra vida para él. «Sabía desde hace meses lo que iba a hacer el 1 de septiembre, sin importar el resultado de París, y eso te hace pensar: “Este tío va a competir sin presión, gane una medalla, dos o ninguna’’. Eso es prepararse para la retirada», explica Del Río.
Históricamente ha sido delicado afrontar el momento de tener que decir adiós al deporte. Llega el vacío, la nada, depresiones e incluso desenlaces fatales como el del portero de waterpolo Jesús Rollán, que se quitó la vida en 2006. «Jesús me vino a ver y le dije: ‘‘¿Qué has hecho? Dame tu currículum’’. Porque yo buscaba trabajos», rememora Sagrario Aguado, exatleta olímpica, en el documental de TVE «El viaje. La medalla de la salud mental». La respuesta fue: «Si yo lo único que he hecho ha sido nadar. Ahora he salido de la piscina y es que me levanto por la mañana y no sé qué hacer».
Para evitar llegar a casos tan extremos hay que trabajar en ello cuando se está todavía en activo y la normalización de psicólogos del deporte ha sido un paso adelante. «Los deportistas que vinculan su identidad al deporte, en el momento que desaparece, se tambalean», afirma Pablo del Río. «La retirada comienza enseñando a un chico que viene a un Centro de Alto Rendimiento la planificación de actividades, y a compaginar los estudios con el entrenamiento. Si esto no se hace, esta persona se puede ir de un CAR después de 3 o 4 años sin haber conseguido éxito deportivo y sin formación. A veces el entorno, las instituciones, la cuestión mediática, hacemos un flaco favor al deportista haciéndole ver que todo pasa por ser el mejor: mejores marcas, mejores resultados, el mejor, el mejor, el mejor... Pero hay que decirle que aparte de marchar o jugar al tenis tienes que formarte: por la edad, porque ya no vales, porque se te retira la beca... Si a esas personas que se les “engaña” con aspiraciones falsas, se dan cuenta de golpe de que les han tomado el pelo y pueden surgir los verdaderos problemas, los trastornos, las patologías, pero porque desde un principio no se les preparara», insiste del Río. Álvaro Martín también es ejemplo aquí, pues durante su carrera, en la que al oro olímpico suma dos Europeos y dos mundiales, se sacó las carreras de Derecho y Políticas.
La necesidad del plan B
«En psicología del deporte nos obsesionamos un poco con hablar de la retirada, aunque el deportista a veces no quiere ni oír hablar de ello, sobre todo los más jóvenes», interviene Mario Paños Gómez, director de la titulación Experto en Psicología del Deporte de Alto Rendimiento de UAX Rafa Nadal School of Sports, Co-fundador de Máximo Rendimiento y psicólogo deportivo de Judo en el CAR Madrid.. «Y hay que hablarlo por dos motivos: porque va a ocurrir seguro y porque no sabes cuándo va a ser, puede llegar una mala lesión, una mala decisión, lo que vivimos en el covid...», continúa. De ahí la importancia de tener un plan B. «Es lo que se llama carrera dual: el deporte es perfecto, pero si se acaba, ¿qué vas a hacer después? Los deportistas tienen que tener un plan B: un oficio, una carrera, una línea de negocio que vayan desarrollando... Aunque esté hablando con un cadete, voy a tener que hablar sobre la retirada», cuenta Mario Paños.
«Preocupan los deportistas que no han querido o no han podido estudiar y que se dedican a deportes donde no hay dinero. Ahí hay que hacer inversión para que se vayan preparando. El CSD y las Federaciones tienen una responsabilidad importante», se une José Carlos Jaenes, psicólogo de la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla y que también trabaja con deportistas de élite. «Ahora con las leyes para el alto rendimiento, la compatibilidad es más posible, y pongo el ejemplo del último Europeo de cross en el que había licenciados, médicas, gente estudiando carreras», añade Jaenes, que tuvo un caso muy sonado: Rafa Muñoz, plusmarquista mundial en 50 mariposa en la época de Phelps. En el caso del nadador la crisis no fue por la retirada, que llegó por un enfado con la Federación y lo que él señalaba como falta de ayudas. A Muñoz se le atragantó la fama, el «tanto esfuerzo para esto» después de ganar una medalla. Jaenes, entre otros, le ayudó a salir. Le salvó la vida, pues tuvo un par de intentos de suicidio.
Seguir haciendo deporte
Mario Paños desvela también algunos consejos para después de haber dado el paso: «Los deportistas son personas especialmente rutinarias, a las que les gusta mucho llevar un poquito las actividades al extremo, en el sentido de hacerlo lo mejor posible; es decir, son supercompetitivos. Creo que uno de los ejercicios que tienen que hacer los deportistas retirados o en fase de hacerlo es respetar un poco ese ADN y montarse una rutina, que no dejen el deporte, aunque no sea de competición, o que desarrollen actividades: una línea de negocio, algo más personal... Que respeten el estilo de vida que han llevado, para que no haya un cambio tan brusco de ayer estaba en activo, hoy me retiro y mañana tengo una vida nueva en la que no me voy a desenvolver todo lo bien que lo he hecho este tiempo». «Algunos se reciclan, con el tiempo vuelven a correr. Hemos visto a Abel Antón, Martín Fiz...», dice, en sobre esta idea, Jaenes.
«Hay deportistas también que no saben retirarse porque piensan: qué va a ser de mi vida. Que tengas mucho dinero no quiere decir que tu vida tenga un sentido. El otro día comía con una deportista con la que habíamos hablado de que se iba a retirar. “Es que me da vértigo”, me decía, y era algo de lo que veníamos hablando, y es una deportista que tiene su formación y puede tener su vida laboral resuelta. El problema es que dejan de ser lo que son. Pero en el campo de la psicología hemos pasado de percibir la retirada como un problema a entenderla como una parte del proceso. La retirada no hay que verla como un trauma o como un alivio sino como el inicio de una fase de transición que cada uno afronta de forma diferente. Invertir en tu formación es tener una inversión de futuro, es lo mejor que puedes hacer para ti y para tu familia», argumenta Del Río.
El caso de Nadal
A Rafa Nadal muchos le acusan de haberse retirado tarde, pero él quiso apurar a ver si el físico le respondía. «No se podía quedar con la espina de no haberlo intentado», aseguraba Marc López, amigo, compañero y uno de sus entrenadores los últimos años. Él nunca recurrió a psicólogos, aunque figuras como la de su tío Toni hacían un trabajo similar. «Nadal ya tiene la vida resuelta en lo económico, con él incidiría en respetar el cómo soy y seguir alimentando las necesidades de rutinas. Otro tenista, Agassi, montó un instituto para que personas sin recursos puedan tener un futuro, y admite le gusta más que jugar al tenis y se deja cuerpo y alma. Pero estos deportistas son la punta del iceberg, lo normal es que tengas que tener tu carrera», expone Mario. «Una patología, un trastorno emocional o un síntoma está al margen del dinero. He conocido a muchos deportistas, con la vida resuelta, que entran en estados de ánimo complicados, con sintomatología depresiva, porque su vida carece de sentido», avisa Del Río. «Ito, exjugador del Betis, me comentaba que a los dos años no le reconocía nadie, cuando antes todo el mundo le saludaba y le pedía una foto. Esto también hay que trabajarlo, y los que han ganado dinero tienen que aprender a manejarlo, invertirlo», completa Jaenes. «Hay que pasar las fases: enfado al principio, aceptación... Casi como si fuese un duelo, aunque Nadal ya le estaría viendo las orejas al lobo y tenía pensado el plan B», piensa Mario Paños. Su academia, sus negocios con los hoteles, embajador de Arabia Saudí... El balear, por mucho que lo haya retrasado, parecía preparado para el momento.