La obra maestra Shenmue cumple 25 años: El videojuego más ambicioso de SEGA que revolucionó la industria
La historia de Shenmue comienza con Yu Suzuki, un veterano desarrollador japonés conocido por sus trabajos en Sega, particularmente en títulos de arcade como
El desarrollo comenzó a mediados de la década de 1990 bajo el nombre de Project Berkley, y la idea era llevar al jugador a una China de finales de los 80, donde se desarrollaba una historia de venganza y autodescubrimiento. A través del protagonista, Ryo Hazuki, los jugadores se embarcaban en una búsqueda para vengar la muerte de su padre, un suceso que los llevará a un mundo lleno de secretos, intriga y combate.
A través de una estructura de juego de rol o RPG ambientado en el universo de Virtua Fighter para Sega Saturn, pero las discretas ventas de la consola de 32 bits y su enorme ambición trasladaron en 1997 el desarrollo de Shenmue a la siguiente generación, perdiendo también las conexiones con la saga de lucha por el camino. La programación fue complicada y la escala, inmensa. Se trataba de una superproducción con el presupuesto más alto hasta la fecha en la industria del videojuego, estimado -también con parte del desarrollo de Shenmue II- entre 50 y 70 millones de dólares. Una auténtica locura, más y cuando tenemos en cuenta que los resultados comerciales de la máquina de sobremesa de Sega no habían sido los esperados y se la jugaban, prácticamente a una carta, en la esperada Dreamcast.
Cuando Shenmue se lanzó, su jugabilidad y gráficos representaron un hito técnico, un salto evidente a todo lo visto con anterioridad en consolas, sobre todo teniendo en cuenta los sistemas de entretenimiento que encontraban disponibles en aquellos años. La producción incluía un mapa para explorar bastante amplio por el que podíamos deambular casi a placer, algo disruptivo e innovador, pues los juegos en 3D de la época solían tener entornos limitados y muy estructurados, divididos en niveles. Pero en Shenmue no. Había algo especial. Podíamos interactuar con los personajes con los que nos cruzábamos, y no solo a través de la trama principal, sino también mediante actividades cotidianas como trabajar a tiempo parcial en una tienda, practicar artes marciales, o simplemente charlar con aquellos que encontrábamos en esquinas y calles al pasear por la ciudad.
Con luchas y artes marciales, investigación y secuencias quick time event -que en su momento nos dejaron con la boca abierta-, así como con un detalle sin precedentes en la interacción del entorno, ciclo horario y climático, multitud de personajes con comportamientos según la hora y rostros únicos, el juego era abrumador. Había mucho por hacer. Por si fuera poco, Shenmue incluía minijuegos que incluían otros títulos y videojuegos de Yu Suzuki anteriores, permitiéndonos incluso disfrutar de juegos dentro de esta inabarcable propuesta de aventuras y acción. Este nivel de detalle y realismo en la simulación de la vida cotidiana fue algo que nunca antes se había visto en un videojuego y su escala, ambición e impacto fue tal, que es considerado el precursor de muchos sistemas que hoy son habituales en los mundos abiertos.
Gráficamente, Shenmue aprovechó al máximo el hardware de Dreamcast, con entornos detallados y personajes modelados en 3D de una calidad impresionante para su época. A pesar de los avances tecnológicos actuales -lógicamente hemos avanzado y mejorado mucho en este aspecto-, muchos consideran que el juego todavía posee una atmósfera única, que en bastantes aspectos resulta atemporal. En parte puede deberse por su bien afinada dirección de arte, ya que la atención a los detalles permitieron crear un mundo donde cada rincón parecía contar una historia. Podíamos pasar horas fijándonos en los recovecos de un pequeño restaurante iluminado por un atractivo rótulo de neón, paseándonos por los tranquilos y oníricos parques de la ciudad, donde el jugador podía escuchar el viento o el canto de los pájaros, o quedarnos embobados con la puesta de sol en el puerto. Pero, ¿funcionó bien a nivel comercial?
No del todo. A pesar de su innovadora propuesta, Shenmue fue un fracaso comercial si nos atendemos a los parámetros de rentabilidad en base a la inversión. Como hemos explicado, con un presupuesto astronómico de alrededor de 47 millones de dólares para el primer videojuego, el título no logró recuperar su inversión, vendiendo aproximadamente 1,2 millones de copias en Dreamcast, una cifra insuficiente y muy lejos de lo que se esperaba para un juego de tal magnitud. Este revés no solo afectó las finanzas de Sega, que ya estaba tocada por decisiones comerciales cuestionables, sino que también influyó en la decisión de la compañía de abandonar el mercado de consolas después del colapso de su sobremesa de 128 bits, que no logró cumplir sus propios objetivos antes del lanzamiento de la esperada PlayStation 2 de Sony.
Pero Shenmue -y su secuela- dejaron una marca indeleble en aquellos que tuvieron la oportunidad de experimentarlo en su momento, y la comunidad de seguidores del juego ha crecido con el tiempo, convirtiéndolo en lo que podría denominarse un título de culto. El videojuego acaparó portadas y telediarios -sí, no es ninguna exageración- y generó un debate colosal sobre la ambición y la madurez que estaba alcanzando la industria en su conjunto. Su legado no se debe medir solo por sus ventas, sino por la influencia que tuvo en la evolución de los videojuegos en general, ya que su desarrollo impactó en futuros títulos que cambiaron para siempre nuestra percepción del ocio digital.
Después de muchos rumores y peticiones, Shenmue continuó. En 2015 se anunció