A partir del 1 de enero, Hollywood (o cualquier otra multinacional del entretenimiento) podrá explotar a sus anchas en Estados Unidos a dos de las figuras del cómic más populares del siglo XX: Tintín y Popeye . Eso quiere decir que si Steven Spielberg hubiera esperado unos años, podría haber realizado su famosa adapatación de 'Las aventuras de Tintín: el secreto del unicornio' (2011) por unos cuantos millones de dólares menos. El director de 'E.T.' había comprado los derechos en 1983 y, tras muchas complicaciones legales y negociaciones con su creador, el artista belga, Hergé, tuvo que volver a adquirirlos una segunda vez para poder materializar su proyecto. Tanto el célebre niño reportero como Popeye, el audaz y fortachón marino, nacieron en 1929. El primero, en un suplemento del periódico belga 'Le Vingtième Siècle' y, el segundo, creado por E. C. Segar, en la tira del periódico 'Thimble Theater'. Las primeras palabras de este hombre de mar grandullón, con mucho sarcasmo, fue la siguiente pregunta: «¿Acaso tengo pinta de vaquero?». Estados Unidos ha tenido que esperar un cuarto de siglo más que la Unión Europea para poder utilizar estos dos personajes sin permiso ni pago a los titulares de los derechos de autor. La razón es que aquí esos derechos expiran 70 años después de la primera publicación, mientras que en Estados Unidos lo hacen una vez transcurridos 95 años desde el primer copyright.
