No me preguntes si habrá elecciones este año. Ni a mí ni a nadie porque nadie, ni siquiera el único que las puede convocar, está en condiciones de adivinarlo. Lo que sí sabemos es que no está en sus planes por el momento. Incluso en el caso hipotético de que el presidente se viera obligado a dimitir sin remedio –que no será, desde luego, por imperativo ético–, podría suceder que prefiriese buscar un sucesor al que ceder el relevo negociando con sus socios la investidura de un nuevo gobierno. Podemos especular por especular, como mero entretenimiento, pero en un escenario político tan volátil no existe modo objetivo de formular un pronóstico aproximadamente cierto. Y en general suele resultar desaconsejable confundir...
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