Nadie imaginaba lo que iba a pasar. A nuestra llegada a
Bisha, después de celebrar el nuevo año en el autobús hacia el primer vivac, todo iba sobre ruedas. La preocupación de siempre en nuestro primer día en el vivac era lograr que el
satélite del
Dakar, el único con internet en el
desierto, admitiese mi sistema de trabajo para escribir y enviar las noticias. Y el siguiente, conseguir una tarjeta
SIM. Superamos la prueba rápidamente, de forma inesperada. El inicio deseado. Sonreíamos relajados. Lo peor debía haber pasado.
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