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Sobre mascotas: un misterio entrañable e impenetrable

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La relación entre los seres humanos y los animales siempre ha sido estrecha y compleja. Desde el respeto y veneración que sentían las primeras tribus de cazadores por sus poderes hasta la afición sentimental por exhibir perros perfumados y acicalados, seleccionados por su atractivo para la sensibilidad estética humana, los animales, ya sean salvajes, indómitos o domésticos, siempre han compartido el mundo con nuestra especie. Las mascotas, especialmente perros y gatos, participan en nuestra vida cotidiana, sobre todo ahora en el ámbito urbano contemporáneo, permitiéndonos de alguna manera estar en contacto con el espíritu animal.Dudo que quienes guardan tortugas diminutas como mascotas gocen mucho de su compañía y nunca he entendido bien la curiosa atracción de las personas por lucir un acuario en su sala, y me pregunto si esto solo se debe a una satisfacción visual, dado que cualquier comunicación con los peces es sumamente limitada. Dicen que en Los Ángeles había un canal de televisión que se llamaba Acuaria, donde lo único que emitían era una pecera con peces yendo de un lado a otro por la pantalla. Me parece que tiene muchas ventajas, pues no solo ofrece una buena selección de peces tropicales exóticos, sino también la opción de cambiarlos de acuerdo con el estado de ánimo de cada uno solo con presionar un botón. Además, no es necesario darles de comer, ni siquiera limpiar el tanque y, por supuesto, el acuario se puede apagar al salir de casa.A finales de los años sesenta, mi mujer y yo fuimos a visitar el rancho de sus tíos, situado en una zona selvática y remota del estado de Veracruz, no lejos de la frontera con Oaxaca. Aunque tenían una enorme extensión de tierra, la mayor parte era impenetrable. Llevaban varios años viviendo allí, pues habían dejado su tierra natal en Cataluña y se habían establecido en la selva mientras el resto de la familia vivía en la Ciudad de México. Su casa, típica de esos trópicos húmedos, era sencilla, con un techo de palma y el suelo elevado un metro por encima de la tierra para ventilarla. Había un arroyo para bañarse y tenían un pozo de agua dulce, pero carecían de electricidad y otros servicios básicos. En el rancho había cuatro o cinco caballos y unos cebúes, una raza de ganado tropical. Cabras, gallinas, cerdos, patos, gansos y gatos deambulaban dentro y fuera de la pequeña casa de dos habitaciones como miembros de la familia. Siempre había varios perros semisalvajes que acompañaban a uno cuando salía del rancho a pie o a caballo. Pero eran nuestros perros guardianes y se mostraban feroces y amenazantes con los extraños. Si alguien que no conocían pasaba cerca de la entrada del rancho, los perros atacaban ladrando con furia para espantarlo. Eran una alarma eficaz y un sistema de seguridad imbatible. Por la noche, uno podía sentirse seguro sabiendo que debajo de la casa los perros siempre estaban vigilando por nosotros.En ocasiones, cuando se detectaba la presencia de serpientes peligrosas cerca de la casa, llamaban al culebrero, un rastreador de serpientes con una habilidad y un sexto sentido para encontrar dónde se escondían. Las clavaba en el suelo con un palo de dos puntas y luego, agarrándolas por la cola, las giraba rápidamente en el aire para decapitarlas con un chasquido de látigo.Cuando los nuevos lechones machos tenían unas semanas de vida, un veterinario local venía a castrarlos. Los perros estaban listos para el evento y formaban un círculo mientras el veterinario se ponía a trabajar. Con el índice y el pulgar lanzaba los testículos extirpados hacia los perros, quienes los atrapaban hábilmente en el aire y se los tragaban de golpe.Era notable ver cómo la pragmática convivencia cotidiana y la interacción con los animales en el rancho distaba de la relación entre mascotas y dueños en los entornos metropolitanos donde adquieren aspectos de juego, diversión y apego emotivo.Las mascotas más populares en todo el mundo son los gatos y los perros. A lo largo de los años, casi siempre he tenido un gato o un perro en casa y su compañía ha sido de lo más agradable y enriquecedora. Por más familiarizado que uno pueda estar con ellos, siempre hay algo misterioso en una relación que es a la vez entrañable e impenetrable y constantemente me pregunto cómo podrían sentirse los animales con respecto a nosotros al tratar de interpretar sus señales, comportamiento y lenguaje corporal. Uno se maravilla de la forma en que su prodigioso sentido del olfato interpreta e informa sus acciones. La gracia con la que se mueven los gatos, siempre cautelosos y conscientes, muestra que conservan su astucia y su instinto de caza. Nos prestan poca atención, llevan vidas resueltas e independientes a diferencia de los perros domésticos cuya capacidad de vinculación, compañía y de compartir actividades con sus dueños es extraordinaria. De todos los animales, los perros son los más fieles y emocionalmente atentos a nuestras necesidades y estados de ánimo, capaces de participar en una gran variedad de nuestras actividades. Los Collies son compañeros de trabajo de los pastores; los Sabuesos pueden rastrear fugitivos; los Retrievers recuperan presas; los fieles Huskies tiran trineos; los Dóberman vigilan la casa; los Labradores guían a los ciegos y los Galgos compiten por nuestra afición al deporte.Hay una tendencia de atribuir valores antropomórficos a nuestras mascotas. Hablamos con ellas como si fueran inocentes o ingenuas; las acariciamos, las halagamos y las tratamos como si pudieran descifrar nuestra voluntad o disposición. Tal vez esto sea recíproco, aunque también puede ser que este comportamiento infantil haga que las mascotas cuestionen el juicio y la valía de su dueño.En el año 2024 se erigió un monumento insólito en el centro de Londres dedicado a todos los animales que lucharon, sufrieron y murieron junto a las tropas en las guerras y conflictos del siglo XX. Una evocación conmovedora de un sentimiento popular y de respeto por los animales caídos en combate. Obviamente, las actitudes y costumbres culturales determinan nuestra relación con los animales y varían mucho de una cultura a otra. Mientras que los budistas creen en la santidad de la vida y la protección de los animales, otros pueden verlos simplemente como una fuente de alimento.Al regresar a casa después de viajar en cierto país asiático, un amigo inglés comentó que, si bien había disfrutado muchísimo de su estancia, había algo que le había molestado especialmente. Se quejaba de que la gente de allí “Trata a sus perros como si fueran animales”.ÁSS



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