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La Armada española plantea, ahora sí, la necesidad de un segundo portaaeronaves para mantener su poderío en el mar

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En las últimas semanas se hacía público un ambicioso plan de la Armada para renovar y expandir su flota de cara a los próximos diez años. Este proyecto, revelado en el marco de la feria Exponaval celebrada en Chile por el contralmirante Nicolás Lapique, director de Ingeniería y Construcción Naval de la Jefatura de Apoyo Logístico, incluye la adquisición de alrededor de medio centenar de buques y una inversión significativa en modernización y tecnología. Más allá de que se trata de una declaración de intenciones y que a fecha de hoy su plasmación no va más allá de un papel sin presupuesto, lo que sí es cierto es que estamos ante un ejercicio claro, y también realista, de las necesidades de la Armada de cara al medio plazo, más allá de los planes ya en marcha como los submarinos S-80, las fragatas F-110 o las futuras corbetas europeas.

Y una de las cosas que llaman la atención, sobre todo porque no se había puesto hasta ahora sobre la mesa en un documento hecho público, es la construcción de dos nuevos LHD como el actual Juan Carlos I, el buque insignia de la flota española. Así, se habla de dos nuevos buques de asalto anfibio LHD, similares al "Juan Carlos I", aunque no se especifica si se unirán a este hasta contar con tres buques portaaeronaves o si serán solo dos, una vez el actual buque insignia de la Armada finalice su ciclo.

Estas unidades desempeñarán un papel crucial en misiones de proyección de fuerzas, respuesta humanitaria y apoyo logístico en operaciones internacionales. Evidentemente, estos dos dos nuevos LHD deberían incluir un ala fija embarcada, previsiblemente F-35B si se construyen como el actual, u otros modelos de avión si se le incorpora una pista que permita el aterrizaje y despegue con catapulta de otros modelos de caza, como el Rafale-M francés.

Y es que, si diésemos por hecho que estamos hablando de dos nuevos portaaeronaves tras la "jubilación" del Juan Carlos I, parece claro que se trata de una necesidad que era un secreto a voces en el ámbito de la Armada, pues son el tipo de buque que otorga una proyección estratégica con su capacidad de desplegar una fuerza aérea casi en cualquier lugar del mundo.

Si España pretende mantenerse como una potencia marítima y un referente naval en el mar Mediterráneo, sin dejar de lado su vertiente atlántica, contar con un único buque de las características del Juan Carlos I es insuficiente a todas luces, máxime cuando el buque insignia de la Armada tendrá que permanecer seis meses fuera de servicio a partir de mediados de 2025 a causa de los repetidos fallos y averías del sistema de propulsión del barco desde su entrada en servicio en 2010 que ha obligado a Defensa a adjudicar a Navantia un contrato con un presupuesto de 30 millones de euros para la sustitución de este sistema.

Paralelamente, nuestros vecinos de la cuenca mediterránea han hecho una clara apuesta en este sentido. Así, Turquía, que cuenta con un buque gemelo del español Juan Carlos I, el TCG Anadolu, diseñado por Navantia, ya ha anunciado su intención de encargar un segundo portaaviones aún mayor.

Igualmente Italia acaba de poner en servicio el LHD Trieste, un impresionante portaaeronaves con una longitud de 214 metros y una capacidad para transportar más de 1.000 personas incluyendo tripulación y personal militar, convirtiéndose en uno de los portaaviones más grandes y avanzados tecnológicamente de su clase en todo el mundo. Como el LHD Juan Carlos I, está diseñado para ser un buque multifuncional que pueda desempeñar una variedad de misiones diferentes. Además de servir como un portaaviones, también puede actuar como un buque de asalto anfibio y puede transportar vehículos y tropas a lugares remotos. Sería el segundo portaaviones italiano pues el Cavour, un V/STOL de la Marina Militare de Italia con 245 metros de eslora, seguirá en activo.

Por su parte, Francia anunció en 2020 que ya trabaja en la construcción de un nuevo portaaviones nuclear mucho mayor que el actual, el Charles de Gaulle. Tendrá 310 metros de largo, 85 en el punto más ancho de la cubierta y un peso muerto de 75.000 toneladas, lo que equivale a aproximadamente 1,5 veces el tamaño del actual. El nuevo buque podrá transportar hasta 30 aviones de combate Rafale. En cualquier caso, nunca sería un segundo portaaviones, sino que sustituiría al actual.

Estrategia de Seguridad Marítima Nacional

Dado el carácter eminentemente marítimo de España, como recoge la Estrategia de Seguridad Marítima Nacional, y nuestra dependencia de las comunicaciones marítimas, junto a la configuración territorial dispersa (con archipiélagos y ciudades autónomas en el continente africano) y ser ribereños de uno de los estrechos con mayor tráfico marítimo del mundo (el estrecho de Gibraltar), contar con una Armada completa y lo suficientemente dotada de medios es una necesidad que viene confirmada por la realidad del entorno estratégico.

Por ello, son muchas las voces que creen que es el momento de que España cuente con un segundo buque como el LHD Juan Carlos I, que pueda llevar aviones y helicópteros embarcados, que serviría para reforzar la capacidad de nuestro país de mantener su presencia en los dos mares en los que tenemos intereses: el Mediterráneo y el Atlántico.

El LHD Juan Carlos I responde a un estudio conjunto de la Armada y del astillero Navantia del que resultó la necesidad de construir un buque similar, aunque más pequeño, a los buques LHA y LHD que opera la marina de guerra de Estados Unidos y, a diferencia de éstos, equipado con una rampa de 12 grados de inclinación en la proa de su cubierta de vuelo, denominada ski-jump, que facilita el despegue de los aviones que embarca.

Fuerza anfibia expedicionaria desde mar hacia tierra

Este buque fue concebido con la capacidad de transportar, lanzar y apoyar logísticamente una potente fuerza anfibia expedicionaria desde mar hacia tierra, servir de transporte estratégico de los medios terrestres y aéreos del Ejército de Tierra hasta cualquier puerto donde se les pueda necesitar y servir de base flotante para llevar ayuda y auxilio en caso de catástrofe natural o humanitaria a cualquier costa o puerto donde pueda ser requerido.

La otra función clave que cumple el Juan Carlos I, la de portaaeronaves del ala fija embarcable, cuando se botó la llevaba a cabo el portaviones Príncipe de Asturias (R-11), pero con la baja precipitada de éste, la Armada volvió a quedarse sin su segunda gran cubierta de vuelo tras décadas en busca de ese objetivo. El 10 de septiembre de 2010 fue entregado el Juan Carlos I a la Armada y el 14 de diciembre de 2013 se produjo la baja oficial del Príncipe de Asturias, terminando así el mínimo periodo, poco más de tres años, en que España operó simultáneamente dos portaaviones (o un portaaviones y un LHD para ser más exactos).

Así, el Juan Carlos I ha acabado asumiendo también su papel de plataforma aeronaval de manera definitiva, siendo la única cubierta desde la que pueden operar los aviones AV-8B+ Harrier II de la FLOAN. Además, por sus características, el único avión STOVL (Short Take Off Vertical Landing) en el mercado que podría llevar embarcado es el F-35B.

Hace casi 10 años, el entonces AJEMA, el almirante general Jaime Muñoz Delgado, aseguraba en un encuentro con los medios, que las necesidades de la Armada pasaban por los cuatro submarinos S-80, cinco nuevas fragatas F-110, en cuyas unidades ya se trabaja, y un segundo buque LHD como el Juan Carlos I.

Dos grupos anfibios simultáneos

Sin embargo, hasta ahora, no había habido ni rastro de ese segundo LHD y parecía un tema tabú, pues prácticamente ni se planteaba en los ámbitos oficiales de la Armada... hasta la presentación de este documento. Lo lógico sería optar por un gemelo del Juan Carlos I con pequeñas modificaciones para mejorar las deficiencias observadas durante los años que lleva operativo. Otra opción es diseñar un nuevo modelo que sirviera de base para los dos nuevos buques y pensado también para la exportación, como ya se hizo para el Juan Carlos I, vendidos a Turquía o Austrlia. Esta posibilidad permitiría a la Armada disponer en todo momento de dos grupos anfibios compuestos cada uno de un LHD y un buque de asalto anfibio LPD, de los que disponemos de dos, el Galicia (L-51) y el Castilla (L-52).

Todo ello sin olvidar que paliaría también situaciones como la mencionada de la obligada parada del LHD Juan Carlos I por avería o las que se pudieran producir para llevar a cabo las revisiones periódicas de estos barcos. Por ejemplo, cuando la Royal Navy veía cómo su más moderno portaaviones, el HMS Prince of Wales, tenía que permanecer varios meses en el dique seco por una avería , mantenía su segundo buque, gemelo del anterior, el HMS Queen Elizabeth, operativo.

Doblar la necesidad de aeronaves embarcables

Sin embargo, según expertos militares consultados por este diario, la opción de un segundo LHD es deseable pero "económicamente inviable pues habría que comprar una nueva flota de F-35B para situar un ala embarcada en este segundo buque, a añadir a los que Defensa tendría que adquirir para sustituir a los Harrier, cuya vida operativa está próxima a su fin.

De hecho, la situación podría empeorar más, pues cabe incluso la posibilidad de que, ante la falta de presupuesto, perdiéramos el ala fija embarcada una vez que los AV/8B Harrier sean dados definitivamente de baja sin que sean sustituidos o lo sean por aeronaves no tripuladas, como ha hecho Turquía con su TCG Anadolu ante la negativa de Estados Unidos de venderle F-35B.

El mencionado documento de la Armada, no solo habla de los dos nuevos LHD, sino que habla también de dos fragatas F-110 a añadir a las cinco en construcción, denominadas Flight II, más polivalentes, con capacidad AAW (Anti Air Warfare) para la guerra antiaérea, antisuperficie y antisubmarina cercana (ASUW/MPF); dos nuevos submarinos S-80 a añadir a los cuatro en marcha (el actual S-81 entregado en noviembre de 2023 y los tres restantes), que comenzarían a construirse en 2029; ocho patrulleros costeros para garantizar la seguridad en aguas territoriales, combatir amenazas como el narcotráfico y la inmigración irregular, y proteger los intereses españoles en zonas marítimas sensibles; las mencionadas seis corbetas europeas que ofrecerán una plataforma versátil para misiones de patrulla y defensa costera; tres buques nodriza, previstos para 2029, que garantizarán el abastecimiento de flotas desplegadas en alta mar, permitiendo operaciones prolongadas y sostenibles; seis nuevos cazaminas; siete conectores entre buque y costa, a partir de 2028; un petrolero de Flota, para el año 203; cuatro buques auxiliares clase Carnota, un buque de aprovisionamiento en combate y un buque hidrográfico oceánico, todos ellos destinados a mejorar la capacidad logística y de soporte de la flota.

El plan de la Armada española para la próxima década representa un paso crucial hacia la consolidación de España como una potencia naval de referencia. La diversificación de sus programas, su enfoque en la modernización y la adquisición de nuevas capacidades subrayan la relevancia de este proyecto. La próxima década será decisiva para determinar si estos ambiciosos planes se convierten en una realidad tangible para la defensa y la proyección de España en el escenario internacional.




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