Cinco claves (y un aviso a Hizbulá) para entender el nombramiento del nuevo presidente libanés
Una de las piezas más delicadas del ya de por sí delicado tablero de Oriente Medio acaba de moverse: Líbano ha elegido este jueves a un nuevo presidente, el jefe del Ejército Joseph Aoun, después de dos años de vacío en la jefatura del Estado. El nombramiento pone fin a una anomalía en un país de por sí anómalo en muchos sentidos y abre muchas incógnitas de cara al futuro más inmediato.
Estas son cinco claves de este movimiento político:
1. El reto de asentar la paz
El nombramiento se produce en un momento especialmente importante, un mes y medio después de que el país firmara con Israel una tregua que puso fin al descabezamiento del grupo terrorista Hizbulá por parte de Israel y a una invasión terrestre que aún no ha cesado.
La tregua, de momento, ha permitido el regreso de parte de la población y la vuelta a una cierta normalidad de la sociedad libanesa, pero está permanentemente amenazada, con incursiones constantes de Israel ante la denuncia de incumplimientos de los partes del acuerdo por la otra parte.
El alto el fuego estipula un periodo de 60 días para que el grupo chií libanés Hizbulá se retire del sur del país y para que el Ejército refuerce su presencia en esa región. El nombramiento de su jefe máximo como presidente del país va en esta línea.
2. Un país roto políticamente
En sus primeras palabras públicas, Aoun ha asegurado que Líbano está sumido en una "crisis de gobierno" y abogó por adoptar una nueva estrategia de seguridad en el país.
"Hemos llegado al momento de la verdad. Estamos en una crisis de gobierno, en la que deberíamos cambiar la gestión política respecto a la seguridad y a la protección de nuestras fronteras", dijo en un discurso inmediatamente después de prestar juramento en el Parlamento, informa Efe.
3. Un futuro demasiado ligado a Siria
El derrocamiento del régimen de Al Asad ha abierto una nueva ventana de oportunidad para Líbano, donde viven 1,5 millones de refugiados sirios. El regreso a su país del mayor número posible de estos inmigrantes será de gran ayuda para la recuperación de la economía libanesa.
El panorama, sin embargo, no está muy claro, al menos a corto plazo. Con solo un mes de nuevo régimen en Siria, aún es pronto para saber habrá un retorno masivo de exiliados.
4. Respaldado por Estados Unidos y Francia
El nombramiento del nuevo presidente es el resultado de unas gestiones entre bambalinas de Estados Unidos, Francia y Arabia Saudí, que han apostado por un perfil respetado fuera de su país y con cierta proyección internacional.
Aoun, caracterizado por partidarios y detractores como una persona dedicada y de confianza, realizó una gran cantidad de cursos en el extranjero, como dos de infantería y otro de entrenamiento antiterrorista en Estados Unidos, o de comando en Siria. Además, se preparó también en buceo militar y en inteligencia en el Líbano.
El nuevo presidente, de 60 años, está graduado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, además de Ciencias Militares, mientras que habla fluido el inglés y el francés, además del árabe, su lengua materna. Según su currículo publicado en la página de las Fuerzas Armadas, también realizó un curso de español en 2010.
5. La sombra de Israel, siempre presente
Paradójicamente, el futuro del nuevo presidente dependerá también de lo que haga su gran enemigo, Israel. De momento, el ministro de Exteriores israelí, Gideon Saar, felicitó a Aoun y espera que su llegada "contribuya a fortalecer la estabilidad, un futuro mejor para el Líbano, sus residentes y una buena vecindad".
Israel siempre ha asegurado que quiere mantener buenas relaciones diplomáticas con el país árabe y que el principal obstáculo para lograrlo ha sido la milicia chií Hizbulá.
6. Una advertencia a Hizbulá
La sexta y última clave es quizás la más importante de todas, y va dirigida directamente al elemento de esta ecuación con más capacidad para arruinar la jugada: Hizbulá. Aoun dejó claro que su prioridad será que el Estado tenga "el monopolio de las armas" e invierta en la institución castrense para proteger las fronteras "en el sur, en el este y las divisorias marítimas".
Ese monopolio de las armas supone, en la práctica, desarmar a Hizbulá, un grupo que cuenta con un amplio apoyo entre la población musulmana, pero que no es visto con buenos ojos por la parte de la sociedad cristiana o por los menos radicales incluso de fe musulmana. El grupo chií, sin embargo, no se lo pondrá fácil. Y es ahí precisamente, en el frente interno, donde puede naufragar la operación.