Las novelas empiezan muchas veces. Por ejemplo, una noche de insomnio tan larga en la que puedes dar la vuelta al mundo en internet, pero sin moverte de tu escritorio, con esa ingravidez mental que solo da el cansancio. O una tarde de pandemia, cuando decides releer aquella historia que abandonaste por miedo o por vergüenza o porque sí y, de pronto, te parece que al fin puedes terminarla dignamente, ahora que te sobra el tiempo y la energía y te has vuelto a obsesionar. O mucho antes. El día que ya no recuerdas, cuando que en alguna esquina de tu mente se iluminó la feliz idea de escribir un libro sobre unos astronautas que conviven como compañeros de piso... Ver Más