Suscríbete al newsletter 'Tinta y voz' para recibir más contenido como éste en tu correo.Uri Bleier publicó un libro que se lee con candela. Se llama Esta cuerpa mía —es su debut novelístico— y está escrito con una prosa envuelta en lentejuelas.Mónica, la protagonista, es una voz construida con fiereza y humor. Su cadencia no hace concesiones. Construir ese tono fue un ejercicio de disciplina para Bleier: una rutina diaria que incluyó la conformación de glosarios y la curaduría de playlists, herramientas que le permitieron configurar la autenticidad de su relato.La novela no es un manifiesto, aunque podría leerse de ese modo. Inspirado por la vida de Kassandra Guazo —una mujer trans—, Uri Bleier (Ciudad de México) asume el lance de abrazar la complejidad humana.Esta cuerpa mía (Alfaguara, 2024) dialoga con una tradición que incluye a Manuel Puig y Pedro Lemebel, pero lo hace desde un territorio renovado: el sonido polifónico del español mexicano contemporáneo. “El lenguaje es la verdadera democracia”, dice el autor. Y en su novela, ese lenguaje suena a cumbia y grita desde las esquinas.Tengo la impresión de que la ficción siempre parte de preguntas que el autor se hace. ¿Fue este tu caso?Sin duda, la novela parte de preguntas fundamentales. En el centro de mi práctica narrativa está la exploración de ciertas interrogantes, aunque no siempre las respondo. A veces, simplemente las rozo o coqueteo con ellas. La primera gran pregunta fue: ¿Cómo se cuenta una vida? Parte del proceso creativo de esta novela consistió en trabajar con la voz, que quería que fuera muy particular: amariconada, bien jota, callejera, musical, llena de ritmo. Y comprendí que me hacía falta acuerpar la voz. Ahí fue cuando empecé a trabajar con Kassandra Guazo, quien me permitió usar su vida como columna vertebral de lo que sucede a Mónica, el personaje principal.Además de esa pregunta inicial, “¿cómo se cuenta una vida?”, ¿qué otras interrogantes te planteaste?Otra de las preguntas fundamentales fue: ¿Qué se cuenta de una vida que no tiene “hitos” predefinidos, como los de las biografías de personas famosas? Para mí, una vida no es lo mismo que una biografía. Una biografía parte de eventos que “deben” narrarse, mientras que una vida es una pregunta abierta. Además, me planteé cómo narrar sin instrumentalizar la vida de personas trans trabajadoras sexuales, sin apropiarme de su historia para mi beneficio. También fue crucial evitar romantizar la pobreza o el trabajo sexual y no revictimizar a personas que han vivido mucha violencia, estigmas y maltratos. Fui entendiendo que el lenguaje era la herramienta clave para lograrlo.El lenguaje, en efecto, juega un papel central en la novela. Desde los primeros párrafos, el lector percibe el carácter de Mónica a través de su voz. ¿Cómo lograste sostener una voz tan particular en primera persona durante toda la novela?Fue un desafío enorme. Mi editora, Mayra [González], me confesó que esperaba que “se me cayera la voz” en algún momento. Construir y sostener esa voz requirió una disciplina diaria. Me propuse escribir cada día a la misma hora, en el mismo lugar y con los mismos rituales. También creé un glosario y una playlist que me ayudaron a entrar en el personaje. Este ejercicio me permitió habitar la voz de Mónica y hacerla coherente y viva durante todo el proceso de escritura.Tu novela podría inscribirse en una genealogía literaria que se ha asomado a estas experiencias. ¿Qué influencias estuvieron presentes al escribirla?Esta novela dialoga con autores como Manuel Puig, Pedro Lemebel, Camila Sosa Villada y Luis Zapata, entre otros. Todos ellos han trabajado con el lenguaje desde perspectivas singulares. Quise construir una voz que también pudiera dialogar con la música mexicana, con Juan Gabriel, con los corridos y hasta con los narcocorridos. El lenguaje oral y musical fue clave para sostener la narrativa.La novela tiene un referente real en Kassandra Guazo, pero no es una biografía ni un documental. ¿Por qué optaste por la ficción?Mucha gente se pregunta cómo contar la verdad; yo me pregunté qué es la verdad. Cuando hablé con Kassandra, me di cuenta que sus historias atravesaban su cuerpo de una manera muy específica. La ficción me permitió ser fiel a eso. Entendí que la ficción era la tecnología ideal para transmitir esas emociones al lector, para que viviera, aunque sea en parte, lo que los personajes sienten. La ficción permite capturar esa verdad visceral que una narración factual no siempre alcanza.La novela también aborda temas complejos como la maternidad y los derechos de las infancias. La madre de Mónica, por ejemplo, es violenta pero también amorosa. ¿Cómo te acercaste a esa complejidad?Me interesaba romper con los arquetipos tradicionales de madre, amiga o cuidadora. La madre de Mónica, por ejemplo, es contradictoria: la violenta, pero también la abraza y la defiende. Lo mismo sucede con Rosy, su amiga, quien la apoya en su transición pero también la traiciona. Quise explorar cómo todos somos complejos y a menudo actuamos desde la ambigüedad. Es crucial abrazar esa diversidad de comportamientos para entendernos mejor como individuos.Para cerrar, volvamos al lenguaje. Hay un estigma sobre cómo debería ser el “lenguaje literario”. Tu novela, como la de otrxs autores recientes —pienso, por ejemplo, en Dahlia de la Cerda—, cuestiona esas fronteras. ¿Cómo percibes esta tensión?El lenguaje literario no debe ser un espacio exclusivo ni restringido. Mi novela busca abrazar las posibilidades del español mexicano, del lenguaje de la calle, que tiene una musicalidad y una potencia únicas. Escribir desde ese lugar también es un acto político, porque democratiza la literatura. Todos contamos historias; todos hacemos literatura de alguna forma. Creo que debemos abrirnos a nuevas formas de narrar y romper con los prejuicios que encasillan ciertos lenguajes o temáticas como “menores”.ÁSS