El Puerto de Chancay, su trascendencia e impacto en la política exterior, por Manuel Rodríguez Cuadros
El puerto de Chancay no convertirá al Perú en un actor clave del comercio mundial, ni en un nuevo Singapur para el transporte marítimo global. El Perú no es, ni será, un factor decisivo del comercio mundial. Tampoco lo será en América Latina. Las exportaciones peruanas en 2023 rompieron un récord histórico al alcanzar los 64,355 mil millones de dólares. Pero esa cifra equivalió a solo 6.8 días de las exportaciones de los Estados Unidos. Brasil exportó, el mismo año, 314 mil millones de dólares, y México 170 mil millones. El Perú sí puede aspirar a ser una economía mediana y eficiente en la región.
Tampoco es razonable la comparación con Singapur. Este es un puerto con servicios regulares a más de 600 puertos en 120 países y opera en rutas que conectan Asia, América, Europa, Oriente Medio y África. Chancay conectará con Shanghái y tres o cuatro puertos más en Asia. La capacidad operativa de Singapur es de 37 millones de TEU (contenedores equivalentes a veinte pies). Chancay manejará 1 millón de TEU, con proyecciones máximas de 3 millones en la segunda etapa.
Estos datos solo quieren poner en contexto cierta grandilocuencia que se ha manejado respecto del nuevo puerto y resaltar, en ese contexto, la enorme trascendencia de Chancay para la economía nacional y, lo que es más importante aún, para la política exterior del Perú. Con realismo.
El presidente Xi Jinping, fiel a una tradición china de mesura en la percepción de los hechos y procesos de la política internacional, ha resumido la importancia del puerto de Chancay en los siguientes términos:
“Este es el primer puerto inteligente de Sudamérica. Se ahorrará una gran cantidad de presupuesto logístico y generará ingresos para Perú. Hoy somos testigos del nacimiento de un nuevo corredor marítimo para la nueva era. El megaproyecto de Chancay será un verdadero camino de prosperidad, que fomentará el desarrollo entre China y Perú, y entre China y América Latina”.
La descripción como un “nuevo corredor marítimo” es precisa. Las rutas marítimas del puerto se centran esencialmente en el eje Chancay-Shanghái y, de manera complementaria, hacia puertos como Kobe, Yokohama y Osaka, en Japón, o Busan e Incheon, en Corea del Sur. Normalmente, no cubrirá la costa oeste norteamericana, consolidada en la ruta que parte del Callao. Está diseñado como un puerto multipropósito, con un fuerte enfoque en el manejo de contenedores. Sus modernas terminales especializadas están preparadas para recibir buques post-Panamax y super post-Panamax. Para precisar su impacto real en el corto y mediano plazo, es necesaria una aproximación a los volúmenes y la composición del comercio del Perú con China, Japón y Corea del Sur, que concentran más del 90% de los intercambios con el Asia-Pacífico.
En 2023, las exportaciones a China ascendieron a 23,156 millones de dólares, el 36% de lo exportado al mundo. Si se añaden las exportaciones a Japón y Corea del Sur, y a los pequeños mercados del resto de países del Asia-Pacífico, ese porcentaje se eleva a cerca del 50% de las exportaciones totales del Perú. Ese es el enorme porcentaje de exportaciones peruanas que normalmente se transportarán por el nuevo corredor marítimo. A lo que hay que añadir el comercio desde Chancay con otros mercados sudamericanos, que se irá incrementando progresivamente.
La composición de este comercio, por otro lado, da luces sobre el impacto de la actividad portuaria en las actividades productivas, sobre sus límites y posibilidades. Se trata de un comercio primario-exportador. Los minerales representan el 89.1% de las exportaciones a China, el 64% de las dirigidas a Corea del Sur, y, junto con los hidrocarburos, el 92.3% de las exportaciones al Japón. En su conjunto, los minerales y la harina de pescado superan el 90% de las exportaciones a la zona.
El reto es incrementar estas exportaciones y, sobre todo, las agrícolas, que ya tienen un comportamiento ascendente. Al mismo tiempo, no es razonable imaginar el mercado asiático de APEC como un destino que “revolucione” la transformación productiva en el Perú. Sencillamente, por la naturaleza de la especialización productiva de los dos mercados. China no puede absorber manufacturas peruanas, pues es la fábrica manufacturera del mundo, ni siquiera las derivadas de nuestros minerales y metales, ya que importa estos, justamente, para transformarlos en manufacturas.
Sin embargo, existen posibilidades de transformación productiva, pero en la vía inversa. A través de la importación desde China u otros países asiáticos de componentes, insumos industriales y tecnologías para producir manufacturas para el mercado peruano y sudamericano.
Estos impactos económicos, bajo la lupa del realismo, tienen una enorme trascendencia en la economía nacional. Pero su mayor significación, realmente histórica, es en la proyección externa del país, en la política exterior.
Desde la independencia, el Perú tuvo una limitación física para su proyección externa: su ubicación geográfica, a espaldas de las grandes rutas del comercio y la economía mundial. El Canal de Panamá, en parte, palió esta desventaja estratégica. El corredor marítimo del puerto de Chancay modifica esa realidad, reinventa la geografía y cambia estructuralmente el patrón de reinserción y relacionamiento externo del Perú.
Dota al país de una renta estratégica para la política exterior. Establece un anclaje material, ciertamente irreversible, para una relación preferencial con nuestro principal interlocutor económico a nivel mundial, que es la segunda potencia económica del mundo y el poder global ascendente, que en algunas décadas podría equiparar el poder unipolar de los Estados Unidos. Con Chancay, las relaciones con China se consolidan como un eje estratégico.
Esta renta estratégica debe asegurar la inserción externa plural, diversificada y autónoma del Perú en el actual sistema internacional en transición. Debe entenderse como una fortaleza para construir relaciones preferenciales con autonomía, no solo con China, sino también con los Estados Unidos y la Unión Europea. Y, al mismo tiempo, como fuerza centrípeta para fortalecer la presencia peruana en Sudamérica, el área histórica y preferencial de la diplomacia nacional.
El Perú, desde Sudamérica, pivotado por el puerto de Chancay, debería redefinir sus relaciones con el Pacífico. Diferenciando, en una estrategia convergente, entre el Asia-Pacífico —con sus componentes comerciales, económicos y tecnológicos— y el Pacífico Sur, con su agenda ambiental, de aprovechamiento y sostenibilidad de los recursos pesqueros, de mitigación del cambio climático y de preservación de sus ecosistemas únicos. El puerto de Chancay otorga al Perú, además de consolidar los espacios de autonomía de una inserción externa diversificada y plural, la renta estratégica para constituirse en un país bisagra entre Sudamérica, el Asia-Pacífico y el Pacífico Sur.