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Turismo clandestino de caminatas pone en jaque a los parques nacionales

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Los parques nacionales son uno de los mayores orgullos de Costa Rica. Volcanes, montañas, bosques y playas forman parte del valioso patrimonio natural que distingue al país; sin embargo, el turismo no regulado está asfixiando las áreas protegidas. La problemática va más allá de una amenaza a la biodiversidad, ya que está ligada a un negocio clandestino de alto impacto económico que compromete la seguridad de las personas.

Solo en el volcán Turrialba, por ejemplo, las personas ascienden al cráter, especialmente en el amanecer, a través de rutas no autorizadas por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), la entidad responsable de proteger estos espacios naturales.

Estas caminatas, claramente ilegales pues las personas entran al parque nacional sin la supervisión de un guardaparques, son un negocio millonario. Según explicó Reina Sánchez Solano, administradora de los parques nacionales volcán Turrialba y volcán Irazú, los “guías” pueden cobrar hasta ¢40.000 por persona por llevarlas a los cráteres de manera ilegal. Estos tours pueden incluir desde 30 a 100 excursionistas, lo que representaría al organizador una ganancia que puede llegar a los ¢4 millones por noche.

Según Sánchez, la mayor cantidad de caminatas ilegales se concentra en los volcanes Turrialba y Poás, debido a su proximidad con el Valle Central. No obstante, este problema no se limita a estos dos sitios, sino que se reproduce en los otros 30 parques nacionales del país.

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Ingresos clandestinos cuestan millones y atentan contra la vida

Para los excursionistas que participan en las caminatas ilegales, uno de los principales peligros radica en que, al desviarse de las rutas autorizadas, se incrementan las posibilidades de extraviarse o sufrir accidentes graves. En días de lluvias intensas, comunes en las áreas montañosas, el peligro se acentúa, ya que las condiciones del terreno incrementan el riesgo de resbalones, caídas e incluso la muerte.

Durante todo el 2024, la Cruz Roja Costarricense contabilizó 128 incidentes de rescates en montañas. Aunque estas emergencias no fueron exclusivas de los ingresos clandestinos a los parques nacionales, ya que también se producen en propiedades privadas, evidencia el peligro de hacer senderismo sin vigilancia.

Un ejemplo reciente de ingresos clandestinos ocurrió en mayo del 2024, cuando ocho excursionistas se extraviaron mientras recorrían las montañas del parque nacional Braulio Carrillo, con el trágico saldo de una persona fallecida. Esta operación de rescate, realizada por la Cruz Roja, tuvo un costo de ¢19 millones.

Otro rescate de alto costo ocurrió en abril del 2024, cuando una turista española sufrió una caída en las cercanías del volcán Turrialba. En esa ocasión, los funcionarios de la institución benemérita necesitaron 55 horas para acceder al lugar y el operativo costó ¢45 millones.

Por otro lado, cuando el Sinac ha ejecutado operativos en conjunto con la Fuerza Pública para controlar los ingresos ilegales, Sánchez confirmó que los funcionarios del volcán Turrialba han sido blanco de disparos por parte de los responsables de estos tours, quienes defienden la actividad ilícita por ser altamente lucrativa.

Esta problemática ha escalado al punto de que los guardaparques han sido objeto de amenazas públicas, entre ellas intimidaciones de violación y asesinato, lo que los ha obligado a interponer las denuncias correspondientes ante el Ministerio Público.

“Nos dispararon porque estamos amenazando su fuente ingresos, que es muy rentable. La gente aun así los compras (los tours), aunque no son hechos por guías y es ilegal. Eso tiene que quedar muy claro, la mayoría son baqueanos, no guías turísticos (...). No hay dinero que pague la vida de una persona” sentenció Sánchez.

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Según la administradora, la problemática se ha agravado desde el 2017, año en que las erupciones volcánicas del Turrialba comenzaron a disminuir. A partir de ese momento, las personas empezaron a apreciar la belleza del sitio, por lo que decidieron ingresar por sus propios medios a los sectores como Los Bajos y La Fila, que carecen de senderos autorizados para el público.

Además, debido a que los límites del parque nacional son terrenos de propiedad privada, el Sinac ha identificado que algunos propietarios permiten el uso de sus fincas para que los visitantes ilegales estacionen vehículos o busetas, facilitando así el acceso clandestino al volcán.

Aunque no es posible determinar con exactitud la cantidad de personas que ingresan al volcán Turrialba de manera clandestina, se estima que alrededor de 200 lo hacen cada mes, considerando que los tours más concurridos suelen realizarse los fines de semana con grupos de entre 30 y 40 personas.

“Es un tema de irrespeto y de valores. La gente no ve al guardaparques como lo que somos, una autoridad (...). Lo que realmente queremos evitar es que les pase algo, lo que queremos evitar es que sus vidas se vean comprometidas. También nuestra responsabilidad es conservar, si esto lo dejamos a la libre, en 10 años no hay biodiversidad”, agregó Sánchez.

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El deterioro ambiental que provocan los senderos clandestinos

Los senderos clandestinos, aquellas rutas que atraviesan las áreas protegidas donde el ingreso de particulares está estrictamente prohibido, provocan serios daños ambientales. Estos caminos generan erosión en los suelos, destruyen la vegetación y los seres humanos contaminan la zona al dejar residuos como basura, alimentos y bebidas alcohólicas en medio de la naturaleza.

Estas acciones también afectan el comportamiento de la fauna; por ejemplo, en el volcán Turrialba, los funcionarios del Sinac han observado que los coyotes, animales que solían transitar por ciertas áreas del parque, han dejado de hacerlo para evitar el contacto con los humanos.

Monitorear a la fauna también se ha vuelto más complicado con el paso de los años, ya que las cámaras trampa del Sinac (colocadas en los árboles dentro del parque) son robadas con frecuencia por personas que circulan por las zonas restringidas.

“Hay que recordar que los parques nacionales no solo sirven para hacer turismo. Su objetivo principal es la conservación, no es el aprovechamiento del ser humano. Si están reservadas es precisamente para que haya la menor intervención posible”, expresó Mauricio Álvarez, profesor en Kioscos Ambientales de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Álvarez, quien también es geógrafo y docente en la maestría de derechos humanos y ambiente de la Universidad Nacional (UNA), explicó que algunas especies son más sensibles que otras a la presencia humana, ya que pierden sus sitios de reproducción o su hábitat cuando las personas abren el bosque para su propio beneficio. Tal es el caso de los felinos, que requieren grandes extensiones de territorio para sobrevivir, pero se ven obligados a desplazarse cuando existe presencia humana.

Al huir del sitio, donde tenían fácil acceso a alimento, agua y refugio, se reduce el área vital de los animales para su sobrevivencia y reproducción. Esto implica una reducción en su variabilidad genética, ya que al haber menos especímenes disponibles, las poblaciones se debilitan y se vuelven más vulnerables a enfermedades.

Además, este desplazamiento puede incidir en un aumento de atropellos de animales silvestres, ya que, al buscar nuevos hábitats, se ven obligadas a cruzar las carreteras aledañas a los parques nacionales.

Álvarez añadió que la interacción entre los seres humanos y la biodiversidad no siempre es perjudicial, ya que en algunos casos puede favorecer la dispersión de especies y contribuir al control biológico. Sin embargo, advirtió que el ingreso a áreas protegidas para realizar actividades lucrativas genera un impacto completamente distinto, con consecuencias negativas.

Por ejemplo, la creación de senderos “sencillos” para acceder a áreas específicas facilita la penetración de otras actividades ilícitas, como la caza o incluso el narcotráfico. Este escenario se ha dado en lugares como Alto Telire o el parque internacional La Amistad, donde se han encontrado plantaciones de marihuana clandestinas dentro de las zonas protegidas.

“En términos personales, hay que tomar consciencia de los riesgos que uno toma al poder perderse en los caminos o a poder ser sujeto de una estafa en este tipo de actividades (...). Yo cuestionaría que las personas que entran en esas condiciones amen las áreas protegidas. Esto hace que la gente le pierde el cariño, el amor y el respeto a un área donde uno debería entrar con el respeto con que uno entra a una iglesia”, aseveró Álvarez.

Sobre la contaminación provocada por quienes ingresan de manera ilegal a los parques, la administradora de los parques Irazú y Turrialba recordó que en marzo del 2024 se desató un incendio en el bosque de Prusia debido a una fogata ocasionada por una pareja que ingresó clandestinamente al parque.

Este siniestro ocurrió durante Semana Santa y, al cerrarse una parte del parque afectada por el fuego, hubo repercusiones en los emprendimientos y negocios cercanos, los cuales habían planeado ofrecer sus servicios a los turistas que normalmente visitan el parque en esas fechas.

“Es una bomba de tiempo. Años de conservación se pueden ir a la basura por una fogata. Un incendio arrasa con 100, 150 años de conservación” afirmó Sánchez.

Sanciones por vía administrativa son el único consuelo ante los ingresos ilegales

Actualmente, en la legislación de Costa Rica no existen sanciones penales para quienes ingresan a un área protegida sin autorización, ya que estas conductas solo pueden ser castigadas por vía administrativa.

Es decir, cuando los funcionarios del Sinac detectan a una persona que ha ingresado ilegalmente a un parque nacional, primero deben emitirle una advertencia y, si la persona reincide, pueden expulsarla del sitio y acusarla por el delito de desacato a la autoridad.

Sin embargo, este escenario hace que algunos excursionistas vean los ingresos como un “juego”.

De acuerdo con el Reglamento a la Ley de Conservación de la Vida Silvestre N° 7317 y el decreto N° 40548-MINAE, el Sinac solo tiene la facultad de imponer órdenes administrativas contra las acciones que generen un impacto negativo en la vida silvestre. Estas órdenes pueden incluir paralizar, prevenir, eliminar, realizar, omitir, restaurar o corregir aquellas actividades que afecten el entorno natural.

Además, en el artículo 99 de la Ley Orgánica del Ambiente se establecen varias sanciones para quienes violen las normativas de protección ambiental o realicen conductas perjudiciales para el medio ambiente.

Entre ellas se encuentran advertencias, amonestaciones, restricciones o paralización de las actividades, clausura de los actos que originan la denuncia, obligaciones compensatorias o estabilizadoras de la diversidad biológica, y sanciones complementarias como la participación en cursos educativos oficiales o en trabajos comunitarios.

Bajo este contexto, actualmente se está elaborando un proyecto de ley en la Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa para modificar la Ley de Parques Nacionales. La propuesta busca considerar los ingresos ilegales como una amenaza a la conservación, así como multar económicamente a los infractores y cobrar por los rescates de las personas que se extravíen tras ingresar clandestinamente a zonas protegidas.

Tómese selfies en los parques nacionales, pero de manera legal

En los últimos años, la problemática en los parques nacionales se ha intensificado, según Sánchez. Hace dos décadas, las invasiones ilegales por talas o cacerías eran menos frecuentes y, en muchos casos, se lograba identificar a los responsables de inmediato. Ahora, los funcionarios del Sinac enfrentan ingresos clandestinos a diario, especialmente porque las personas buscan disfrutar del amanecer o el atardecer desde un cráter volcánico.

Para promover el turismo seguro y contrarrestar las consecuencias de los ingresos ilegales, algunos parques como el volcán Turrialba e Irazú organizan tours oficiales con guías certificados.

En el Turrialba, los ascensos al amanecer tienen un costo de ¢18.000 por persona e incluyen una póliza de responsabilidad civil. En el Irazú, se ofrecen giras nocturnas para visitar el árbol embrujado o presenciar el atardecer desde el cráter.

Todas estas actividades se anuncian constantemente en las redes sociales del Sinac y, como recomiendan los expertos, es fundamental asistir bien preparado para la aventura y las condiciones climáticas, que generalmente son ventosas y frías.




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