El estallido de la burbuja de la Superliga china
El brasileño Oscar, ex del Chelsea, ha concluido su etapa en el Shanghai Port tras ocho años, convirtiéndose así en el símbolo del auge y la caída de la Superliga China (CSL). Llegó en 2017 como el fichaje más caro de la historia de la competición (60 millones de euros) y ganó 175 millones de euros durante su estancia en la competición asiática, además de cinco títulos con su club.
Con 33 años y fichado por el Sao Paulo, Oscar se ha despedido de un torneo que buscó catapultar a China en el mapa futbolístico global mediante contratos multimillonarios para atraer estrellas internacionales, pero cuya etapa dorada terminó esfumándose ante ajustes financieros y problemas estructurales.
El fútbol chino alcanzó su auge a mediados de la década pasada, destacando por fichajes y contratos récord. La llegada del argentino Darío Conca en 2011 fue el punto de partida al convertirse en el jugador mejor pagado del mundo con un salario de 10,6 millones de euros anuales. El fenómeno se amplió con figuras como Hulk, que recaló en el Shanghai SIPG por 55,8 millones de euros, o Paulinho, que llegó al Guangzhou Evergrande por 42 millones y unos salarios que rondaban los 20 millones de euros anuales. También llegaron otros con la carta de libertad, como Drogba, Anelka, Mascherano o Lavezzi, con salarios entre los 12 y 18 «kilos». Carlos Tevez, con un contrato de 40 millones anuales en 2017 y dejando 11 millones en las arcas de Boca Juniors, marcó el punto máximo de estas inversiones.
Oscar, con un salario de 24 millones anuales, se convirtió en la cara visible del proyecto, en una competición cuyo gasto en traspasos creció un 19.950 por ciento entre 2009/2010 y 2016/2017, pasando de 2,68 millones a un máximo histórico de 538,08 millones de euros. Sólo otras tres ligas quedaban por delante.
El «boom» puso a China en el radar futbolístico global, pero sembró las bases de un modelo insostenible que terminaría por colapsar. El auge fue seguido por un desplome igual de pronunciado. A partir de 2018, las grietas de un modelo insostenible se hicieron evidentes.
El límite salarial de 2019, que restringió los contratos extranjeros a tres millones de euros anuales, provocó una desbandada de estrellas. La pandemia agravó la crisis y causó la desaparición de más de 30 clubes profesionales desde 2020. Inversores privados, que financiaron el auge, se retiraron y dejaron a muchos equipos al borde del colapso financiero.
Oscar fue una excepción gracias a una renovación de contrato antes del límite salarial que le permitió mantener unos emolumentos elevados. Su rendimiento constante y adaptación al estilo de vida en China le aseguraron relevancia en un torneo que intentaba redefinir su identidad.
El valor de mercado de la CSL, que alcanzó un pico de 650,05 millones de euros en 2019/2020, cayó drásticamente a 130,59 millones en 2023/2024. Para ese año, Oscar, como capitán del Shanghai Port, ya era el último vestigio de aquella generación dorada.
La no inscripción en la liga y posible disolución del gigante histórico del fútbol chino, el Guangzhou FC, deja un balance de sólo tres clubes en activo de los doce que comenzaron la era del profesionalismo en el gigante asiático: Shanghai Shenhua, Shandong Taishan y Beijing Guoan.
El mejor ejemplo es el Guangzhou Apollo que marcó una época al comenzar la profesionalización del fútbol en el país. Con ocho títulos de la Superliga China y dos Ligas de Campeones de la AFC, el club se consolidó como uno de los gigantes del continente, pero su exclusión de la próxima temporada refleja las profundas dificultades financieras que afectan al sector futbolístico.
El auge del fútbol chino guarda paralelismos con otros proyectos ambiciosos. Ligas como la saudí han replicado el modelo de fichajes estrella, pero con mayor respaldo financiero. La MLS ha optado por un enfoque más sostenible, priorizando el talento local mientras atrae figuras internacionales.
El fútbol chino busca reconstruir su identidad tras el colapso de su modelo. La Asociación China de Fútbol (CFA) planea reformas como la separación de su gestión administrativa y las operaciones de la liga profesional en 2025. Además, el presidente de la CFA, Song Kai, ha destacado la importancia de flexibilizar las restricciones a jugadores extranjeros y potenciar el fútbol base.
El Gobierno ha definido metas a largo plazo, como integrar educación y deporte, con objetivos para 2025, 2030 y 2035. Estas iniciativas responden a los deseos futbolísticos de Xi Jinping, el presidente de China: clasificarse para un Mundial, ser anfitrión y ganar un campeonato antes de 2050.