¿Juráis mentir bajo juramento?
Detecto a cada vez más gente en problemas y a punto de mentir hacer un juramento que se remite a sus padres, sus hijos o alguna otra persona valiosa para quien jura. Dios es el más afectado por esta práctica. La idea es que nadie va a jurar en falso sobre la cabeza de algo muy querido. Pero la idea es falsa, y allí están los queridos y traicionados dando vueltas, usados y descartados.
En tiempos de mi infancia había un juramento que funcionaba como una suerte de extraña hipoteca. La persona aceptaba que alguien muy querido sufriera daño, a veces severo, si lo ofrecido no se cumplía. Una suerte de pacto esotérico, por no decir telepático, que nunca nadie pudo comprobar. Pero el canje de la honestidad por la tragedia está allí.
Quien jura en público en nombre de algo que presenta como particularmente valioso para él (familiares, libro o figura sagrados, sitio natal, etc.), y luego traiciona ese compromiso, deja muy mal parado aquello que presentó como de enorme valor. Devalúa lo que ensalzó y se devalúa a sí mismo. Aquí la cosa no es esotérica, sino claramente inflacionaria.
Como el perjurio prácticamente no tiene consecuencias entre nosotros, todo el que es confrontado con sus propias palabras jura en su propia defensa, sin el menor empacho. Así, los juramentos se multiplican y valen cada vez menos por unidad. Esto se puede advertir en el entrecruce de romance con deporte, donde todo se vuelve mi palabra contra la tuya.
El perjurio arrasa con muchas cosas valiosas. Por lo pronto, se encoge la confianza en quienes juran, con honor o sin él, por lo general altos funcionarios públicos. La palabra de la persona se debilita en el espacio público, y los compromisos pasan a requerir documentos escritos ejecutables. Aunque hay penas específicas para los mentirosos bajo juramento.
Sin embargo, el perjurio viene siendo tratado sobre todo como un defecto de carácter. Como si los afectados fueran la Biblia, la familia o la lengua misma del perjuro, pero no el interés público encarnado en las leyes. La única defensa de esta práctica es que el falsario simplemente no sabe qué está haciendo al traer a su mamita o sus hijitos en su ayuda. Pobre familia.