La productividad en España no levanta cabeza: crece un 20% menos que la media de los países avanzados
La brecha entre los sueldos de los asalariados más altos y los más bajos disminuyó un 0,6% en promedio anual desde comienzos de siglo, con lo que acumula un descenso medio del 14,4% en estos 24 años, una situación que ha llevado a España a colocarse entre los países más igualitarios en términos salariales, después de que el crecimiento real del salario promedio se situara entre el 0,2% y 0,6% en toda la escala salarial, excepto entre los sueldos más altos, entre los que se observa una caída real promedio de entre el 0,2% y 1,2%.
Lo constata el último informe mundial sobre salarios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que precisa que los salarios reales españoles crecieron un 1,4% en 2023, mientras que en 2024 alcanzado un crecimiento 0,3 puntos porcentuales por debajo del promedio que alcanzarán los países avanzados del G-20. Pese a ello, el organismo apunta la «notable recuperación» del sueldo de los trabajadores españoles si se compara con el crecimiento negativo del año 2022, cuando el promedio real salarial cayó al 3,5% a causa de las elevadas tasas de inflación, que impactaron negativamente en el crecimiento de los salarios nominales en casi todos los países. La organización internacional atribuye la mejora al impacto de los sucesivos incrementos del salario mínimo. Aún así, los emolumentos en España han perdido un 4,5% de poder adquisitivo desde la crisis financiera de 2008.
Además, el informe destaca otros factores que ensombrecen esta mejoría. Primero, que la promoción de políticas salariales deben realizarse «a través del diálogo social» y de la negociación de todas las partes, por lo que se debería incluir también a los empresarios que, por ejemplo, se han quedado fuera de los últimos acuerdos de subida del SMI, firmado sólo por la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y los sindicatos, y potenciar acuerdos en los convenios colectivos y sectoriales. Asimismo, los analistas de la OIT reclaman «seguir fomentando la productividad laboral, para que contribuya al crecimiento real de los salarios en España», desmontando buena parte del argumentario de Díaz para «su» reducción de jornada a 37,5 horas.
En este sentido, alertan de que la productividad de los empleados españoles ha crecido un 10% desde inicios del milenio, un porcentaje un 20% inferior a la media de los países avanzados, en los que la productividad laboral real se ha incrementado casi un 30%. Por tanto, esta productividad laboral –que se mide dividiendo el PIB real por el numero de trabajadores– está «marcadamente por debajo del promedio de los países de altos ingresos», con una brecha creciente entre la productividad y el crecimiento de los salarios, que se acentuó desde 2010 hasta la pandemia y volvió a incrementarse a partir del 2021. De hecho, en el pasado ejercicio se observa la mayor divergencia entre el crecimiento de los salarios y la productividad, alcanzando una brecha del 10,5% respecto al resto.
La tasa global de desempleo se mantuvo en el 5%, lo que deja a España como uno de los pocos países con el desempleo en dos dígitos (11,21% en diciembre) y el único del primer mundo.
En cuanto a su capítulo sobre perspectivas sociales y de empleo, la OIT elevó en 2024 a 402 millones de personas el déficit mundial de empleo -personas que quieren trabajar pero no lo consiguen-, año en el que la tasa global de desempleo se mantuvo en el 5% y la fuerza laboral sólo creció gracias al aumento de la población activa. ese 5% sitúa a España muy lejos de la media mundial y se mantiene como uno de los pocos países con el desempleo en dos dígitos (11,21% en diciembre) y el único del primer mundo. La organización también advirtió sobre el mantenimiento de una alta tasa de desempleo juvenil, que se situó en el 12,6% a nivel mundial, con 240 millones de trabajadores en el planeta, un 7 % del total, que sufren "formas extremas de pobreza laboral".
Estos 402 millones de personas que componen el déficit laboral incluyen 186 millones de desempleados, 137 millones son "trabajadores desanimados" por no encontrar empleo y 79 millones a los que también les gustaría formar parte de la fuerza laboral pero no pueden por determinadas obligaciones, como el cuidado de otras personas. La brecha entre trabajadores y desempleados se ha ido reduciendo gradualmente desde la pandemia, aunque se espera que se estabilice en los próximos dos años, "llenos de incertidumbres", alerta la Organización.