El director iraní Mohammad Rasoulof, como tantos otros en su país, mantiene una relación muy proporcionada con el cine, con la cárcel y con esas condenas a latigazos, invisibilidad y choriceo de sus bienes y pensamientos. Es cierto que Rasoulof no hace un cine simpático para el régimen y siempre anda, el hombre, huyendo detrás de sus películas allá donde pueda llevarlas. En el pasado Festival de Cannes consiguió llegar con ésta, 'La semilla de la higuera sagrada', y a Berlín hace unos años con la increíble 'La vida de los demás', sobre lo fácil que aplican en Irán la pena de muerte y la obligatoriedad que tiene cualquier ciudadano elegido al azar en convertirse en verdugo ocasional: ponerles el...
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