Ni Rufián quiere dejar Madrid
«Si para ganar tienes que dividir a la gente, vas a tener un país ingobernable». Albert Rivera se lo dijo a Sánchez el 11 de noviembre de 2019, en el discurso de despedida, un texto al que merece la pena volver porque retrata exactamente lo que nos está pasando. ¿Cómo es posible que un Gobierno sin mayoría, que no puede sacar adelante las leyes ni aprobar unos presupuestos generales, rodeado de presuntos casos de corrupción y que destruye las instituciones para mantenerse en el poder, siga haciendo planes electorales? La treta es, efectivamente, dividir. Divide y vencerás. Y a dividirnos aún más se suma ahora Salvador Illa, vendiendo por toda España que Cataluña necesita un trato fiscal privilegiado para combatir los privilegios de Madrid. Como si la unidad solidaria entre todos fuese cosa madrileña, como si bajar los impuestos no fuese deseo universal, como si no supiésemos absolutamente todos los españoles que recaudar y quedarse con los impuestos es injusto para el resto de las autonomías. Que la mitad de los catalanes le compre a Salvador Illa esa mercancía averiada no es de extrañar, el interés mueve montañas. Pero que Pedro Sánchez pretenda vendérnosla a todos, paseando a este señor por la piel de toro, me deja alucinada.
Todo es posible, sin embargo. Ya no doy crédito con respecto a lo que los españoles están dispuestos a comprarle al trilero de su presidente. Quizá muchos lleguen a creerse que Puigdemont nos ha un hecho un bien al dar un golpe de Estado, que los jueces están contra el pueblo y que la familia Sánchez y su fiscal son un dechado de virtudes. Pero si hay alguien que no se lo cree, es Salvador Illa. El de la Generalitat lo que necesita es el dinero del Estado para financiar su propia legislatura y hacer contrapeso a ERC y Junts. Busca inversión en infraestructuras, dinero para la Sanidad, apoyos sociales y subvenciones. Frente a los independentistas, tiene que ser la opción más rentable.
Entretanto, Madrid está que se sale. Las empresas se pelean por hacerse un sitio en la capital, la gente no para de venir, no hay casas para todos los que quieren instalarse, el recién llegado se siente acogido y cada uno es respetado en su diferencia. Ejemplo bien curioso es el propio Gabriel Rufián, que se casó con la navarra que lleva la comunicación social del PNV y se encuentra en Madrid que da gloria. Anda entre el País Vasco y la capital, y el viernes anunció que deja las funciones municipales en Santa Coloma de Gramanet, su lugar natal, para centrarse en sus trabajos en el Parlamento, donde es portavoz. En 2015 prometió que «en 18 meses» dejaría la capital para «regresar a la República Catalana». Hace nueve años de eso y ni hay república ni él se ha marchado ni piensa hacerlo. ¿Cómo va a irse si en cuanto pisa su tierra lo llaman «botifler» (traidor)? Hay lugares donde el enfrentamiento es norma y otros donde lo que nos gusta es dejar en paz a los demás. Y Rufián lo sabe y se apunta. También puede que influyan en su decisión los 115.104 euros anuales de sueldo.
Imaginar un Madrid abyecto y pintar a Ayuso como una hidra maligna, reaccionaria y egoísta puede ser rentable políticamente, pero destroza España. Es curioso de todas formas como «los ríos van a dar a la mar», quiero decir que, al cabo, el principal valedor autonómico de Sánchez, Illa, es natural enemigo de Ayuso, la única que se enfrentó a él en la pandemia y la que le contestó, cuando criticó el supuesto dumping fiscal madrileño por insolidario, diciéndole a la cara que más insolidaria era la financiación catalana. Es inevitable que haya choque de trenes. Lo que no sé yo es si a Cataluña, que quería superar el PIB de Madrid, le interesa el duelo socialista.