Aduanas «fake»: barreras a la carta en los pasos de Ceuta y Melilla
Lejos de haber resuelto definitivamente las dudas sobre cuándo y cómo comenzarían a funcionar con normalidad las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla, lo ocurrido en la última semana y media en las fronteras entre las dos ciudades y Marruecos no ha hecho sino multiplicar los interrogantes en torno al embrollo. La única certeza de todo el largo serial, que entró en una nueva temporada pasado el día de Reyes, es que el funcionamiento de las aduanas –si es que pueden calificarse de tales a juzgar por los detalles que se van conociendo– dependerá de los designios de las autoridades marroquíes.
Si los niveles migratorios en las citadas fronteras habían sido tradicionalmente los mejores termómetros de las siempre complejas relaciones hispano-marroquíes, de un tiempo a esta parte lo son las aduanas, sus «problemas técnicos» y sus mercancías de ida y vuelta. Tras más de dos años y ocho meses desde que el presidente del Gobierno avanzara en Rabat la reapertura de la aduana melillense y la creación de una en Ceuta, Marruecos ha dado pruebas de sobra de su nulo interés en las mismas.
Aunque el gabinete real evite hacer alusión alguna a la cuestión, para el Marruecos oficial –también para el real con minúsculas y mayúsculas– Ceuta y Melilla son «ciudades marroquíes ocupadas». Por ende, no existe voluntad del lado magrebí en participar en su desarrollo y bienestar a pesar de que miles de familias en las provincias de Tetuán y Nador siguen vinculando a ellas su economía y futuro.
No en vano, Marruecos cerró de manera unilateral en agosto de 2018 una aduana como la de Melilla –sus orígenes se remontan al reinado de Isabel II– que había funcionado con normalidad durante décadas. Del mismo modo, un año más tarde las autoridades marroquíes dieron por finiquitado el contrabando, que también durante décadas había florecido en Ceuta y había sido un importante agente dinamizador de la modesta economía del norte de Marruecos.
Enfriamiento de las relaciones
Lo ocurrido, en suma, en las últimas semanas podría ser indicativo de un cierto enfriamiento en las relaciones bilaterales vinculado a la falta de claridad, a juicio de Rabat, en la postura del Gobierno de Sánchez en el Sáhara Occidental, cuestión existencial para el Estado magrebí. Marruecos considera llegado el momento en que el Ejecutivo español dé un paso más en el reconocimiento explícito de su soberanía sobre la que fuera colonia española hasta 1976, adoptando una posición semejante a la recientemente expresada por Francia.
Para retorcer aún más el guion, estos últimos días se han producido una serie de hechos de difícil calificación. Después de trascender a través de El Faro de Melilla y otros medios locales que, como resultado de lo acordado con Rabat, la esperada aduana solo vería transitar un camión –con productos limitados– en sentido Marruecos al día en el mejor de los casos, el 8 de enero se producía el estreno de las nuevas instalaciones.
Pero poco duró la alegría de las delegaciones respectivas del Gobierno central, pues sendos vehículos que habían atravesado durante la mañana las divisorias de Beni Ensar y el Tarajal con electrodomésticos y productos de higiene, respectivamente, regresaban de donde habían partido después de un intento fallido de franquear la frontera marroquí. «Problemas técnicos» aparentemente insalvables motivaron la media vuelta.
Nada más hasta el miércoles y jueves de esta semana (el lapso temporal transcurrido sugiere que Marruecos pudiera estar solo dispuesto a aceptar un paso semanal y no diario de bienes), cuando volvieron a producirse sendas tentativas de ingreso de mercancías procedentes de Ceuta y Melilla en territorio de Marruecos.
En el último –por ahora– episodio del sainete se vivió en la tarde del jueves, cuando un camión (con productos de higiene, bastoncillos para los oídos y papel) que había entrado a mediodía regresaba poco después con la mercancía íntegra de vuelta desde el Tarajal a Ceuta por supuestos «problemas documentales».
Marruecos no usa las instalaciones
Más suerte tuvo el propietario de la empresa exportadora la Agencia Quiles, cuyo vehículo consiguió alcanzar el puerto marroquí de Beni-Ensar en torno a las 13:00 del miércoles, dos horas después de que cruzara la frontera tras recibir el visto bueno de la aduana española. Por su parte, Marruecos no está haciendo uso de las instalaciones por el momento, según aseguran diversas fuentes a LA RAZÓN.
No es novedad, pero el culebrón de la apertura de las aduanas sigue mereciendo el silencio de las autoridades marroquíes. En ningún momento desde que Marruecos hiciera borrón y cuenta nueva en sus relaciones con España, miembro alguno del gabinete, salvo el titular de Exteriores Nasser Bourita –y con el eufemismo de los «puestos aduaneros»–, se ha referido al compromiso adquirido con España en la cumbre de Rabat del 7 de abril de 2022.
Pedro Sánchez, a su aire y sin consultar con su partido, su socio de coalición y el Parlamento, había enviado días antes, el 14 de marzo, una carta al rey Mohamed VI en la que defendía la propuesta marroquí para el Sáhara como la «base más seria, creíble y realista» para la resolución del largo conflicto con el Frente Polisario en torno a la soberanía de la excolonia española. Aquella declaración en apoyo de las tesis de Rabat le sirvió al Gobierno español para recuperar la confianza de Marruecos tras el episodio del ingreso en España de Ibrahim Ghali, pero también para abrir una crisis con Argelia.
Empleados transfronterizos
Al margen de las aduanas comerciales, Marruecos ha dejado muestra reciente de su falta de interés en colaborar en el bienestar de las ciudades autónomas en otra espinosa cuestión que tiene también como protagonistas las fronteras de Ceuta y Melilla: los trabajadores transfronterizos. La otra cara de la moneda la representa la cooperación en materia migratoria, toda vez que el trabajo de las fuerzas de seguridad marroquíes y la Guardia Civil ha logrado en los últimos dos años mantener a raya los niveles migratorios a través de las fronteras.
Las recientes trabas de las autoridades marroquíes amenazan con poner fin a la forma de vida de los transfronterizos, la mayoría empleadas del hogar de Ceuta. Antes de la pandemia eran más de 2.000 trabajadores –hay también unas cuantas decenas de empleados hosteleros y de la construcción–, y ahora son en torno a 800 residentes en la vecina provincia de Tetuán. Menos de 200 lo hacen en la ciudad de Melilla procedentes de la provincia de Nador.
Desde marzo de 2024, las autoridades marroquíes no dejan ya pasar su frontera con un visado de corta duración que el Consulado español de Tetuán expide a los transfronterizos. Además, para realizar el trámite del contrato, el trabajador tiene que entregar al empleador español y a Extranjería un certificado de empadronamiento en la provincia de Tetuán que emite la Administración marroquí. Y Marruecos ha dejado en las últimas semanas también de entregar los citados certificados de residencia.