Moncloa se aferra a la «vía Suiza» con Puigdemont: «Se hablará más»
Alivio en el Gobierno. Desde Moncloa y Ferraz tenían ayer puesta toda su atención en Bruselas, en la reunión del núcleo duro de Junts. Una cita fijada con carácter estratégico solo 24 horas después de la convocatoria de la Mesa del Congreso de los Diputados para fijar posición y reacción. Los partidos de la coalición –PSOE y Sumar– dieron el jueves una patada hacia delante en su relación con los posconvergentes, congelando la cuestión de confianza en las Cortes, pese a que en la previa habían asegurado que la rechazaría, y ayer Carles Puigdemont permitió que el balón siguiera rodando. El expresidente catalán amenazó con «suspender» todas las negociaciones que mantiene abiertas con los socialistas, pero, a renglón seguido, exigió la inmediata convocatoria de la mesa de Suiza, esto es, el foro de interlocución al máximo nivel que mantiene con el Gobierno. «Nada se rompe», se felicitan, aunque con prudencia, en el Ejecutivo, donde ya han aprendido que con Puigdemont no puede darse nada por sentado.
En Moncloa no quieren lanzar las campanas al vuelo, pero no ocultan que el escenario actual está lejos de la «ruptura» con la que se había teorizado y reivindican que no están en un punto de no retorno o, al menos, en un punto en el que no hayan estado antes. Consideran que es significativo que Puigdemont haya reclamado que se active la «vía Suiza», esto es, el foro de interlocución que se desarrolla con mediación internacional en el país transalpino, porque esto –creen– evidencia su voluntad de seguir sentado a la mesa de negociación con el PSOE.
«Si hay que hablar más, se hablará más», resuelven, con cierto propósito de enmienda. Desde el Gabinete de Sánchez piden «prudencia» y «respeto» para que las conversaciones lleguen a buen puerto. «Somos capaces de superar discrepancias y lo vamos a hacer con Junts», aseguran fuentes gubernamentales, a modo de declaración de intenciones. Otros cargos consultados por este diario optan por un perfil bajo y no quieren abusar del optimismo: «Vamos a seguir en la discreción que siempre mantenemos en las conversaciones. Cuando haya un acuerdo, lo comunicaremos de inmediato, como siempre hemos hecho en todos los procesos».
Sin embargo, el contexto no es sencillo y existen profundas discrepancias en algunas de las carpetas que se están tratando como en la de las competencias de inmigración. De hecho, en el PSOE asumen que el «acuerdo de Bruselas» se cimentó sobre las posturas antagónicas que separan a Junts y a los socialistas. Mientras Puigdemont se queja de los incumplimientos, en el Ejecutivo aseguran que «cumplen». Un diálogo de sordos. «Tenemos una voluntad decidida de seguir apostando por el diálogo», insisten desde Moncloa en privado. En público, el ministro de Justicia, Félix Bolaños, aseveró ayer que «cuando llegamos a acuerdos, cumplimos esos acuerdos. En la relación con Junts, algunos acuerdos están en el BOE, otros en vía de materializarse, otros en vía de negociación. El Gobierno cumple sus acuerdos y lo hace siempre», expuso, para apuntar que «cuando hay discrepancias, nuestra fórmula es el diálogo, el acuerdo y el esfuerzo para acercar posturas y que podamos seguir avanzando».
En el Gobierno asumen que les une una conjunción de intereses con Junts. A ninguna de las partes les conviene, por ahora, romper, porque no existen incentivos en franquearle el paso a un gobierno de PP y Vox. Un escenario en el que Junts perdería la capacidad de influencia actual que atesora sobre la política nacional y con un ejecutivo que no sería tan permeable a sus exigencias o a la culminación última del máximo interés de Puigdemont: la amnistía.