Sólo tenían que mirarse a los ojos, sentarse tomando un mate sin más intermediario que una conversación directa y sincera.
Ronald Araujo siempre se sintió el capitán del
Barça, incluso cuando la
Juventus de Turín le prometía convertirlo en el futbolista mejor pagado o cuando le decían, faltando a la verdad, que su renovación no era prioritaria para el Barça. Nunca es fácil prolongar el contrato de un futbolista con solvencia en todos los mercados, pero el uruguayo no es una pieza cualquiera, es el capitán de una generación que se ha divertido en
La Masia y ha aprendido a competir en un entorno donde se juega a un fútbol distinto.
Araujo, que mezcla la herencia charrúa con el atrevimiento de la cantera más creativa del mundo, es necesario y casi imprescindible en esta generación tan talentosa. Es el líder de una década, el
Puyol de esta generación.
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