Melania es un enigma de alta costura , una interrogación de piernas largas, una 'femme fatale' vestida de botella de Tío Pepe que, a su paso, detiene la respiración y los relojes. Yo la miro en el Capitolio , vertical como un arañazo, y me embeleso, me derrumbo, confieso que me atrapa en su perfección eslovena –en su perfección inmigrante–, en esos dos ojos envueltos en sombras blancas que prefieren no mirar para no ver lo que se les viene encima. Es como un cuadro carísimo en el salón de alguien que no sabe de arte, una figura de porcelana blanca en medio de un estruendo sucio, callada pero presente, como si de alguna manera hubiera llegado a la conclusión...
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