La palabra de don Cleto
El otro día dediqué unas horas a repasar una crónica que el legendario expresidente Cleto González Víquez nos legó gracias a su afán por la historia. Dicho sea de paso, una publicación del Museo Nacional sitúa su nacimiento en Heredia en 1858. Verdad a medias: el año es correcto, pero la cuna natal de don Cleto está en Barva.
Esta vez, me fijé especialmente en el lenguaje llano que empleaba, destinado a educar y no a exaltar, coloquial y campechano si tenía oportunidad. Así hacía cuando rememoraba personajes de nuestra historia, que la tenemos, y, por ejemplo, se valía de la expresión “hombre de puño cerrado” para aludir a un hombre fuerte, se refería al “carácter avinagrado” de otro, o a “hombre de cáscara amarga” para decir de alguno que era de mal genio.
La vida de don Cleto se extinguió en 1937 porque todo se acaba, aunque ahora mismo nos vendría bien un consejo suyo. En aquel entonces, el mundo, incorregible, comenzaba de nuevo a estar “gobernado por lo grotesco”, para usar las palabras de Salman Rushdie, y esperaba en la antesala de una inédita barbarie: un mundo en el que hombres de puño cerrado podían “despreciar todos los hechos, hacer realidad todas las mentiras y cumplir todas las profecías”, en los términos de Hannah Arendt.
¿Y hoy en el mundo, qué tenemos? Incertidumbre en las ruinas de Gaza, oscuridad en Ucrania; la voz de una obispa episcopal que se eleva sin que le hagan caso para implorar en nombre de Dios misericordia para la gente de su país que tiene miedo: homosexuales, lesbianas y transgénero, niños que temen que sus padres sean desterrados y trabajadores migrantes transfigurados por obra del discurso en parias y criminales (La Nación, 22/1/2025); y a diestra y siniestra, en nuestra cercanía, déspotas deambulando en las esferas del poder convertidos, parafraseando a Rushdie, en caricaturas.
Aunque la suya fue una vida larga, don Cleto no alcanzó a ver los hechos políticos consumados en el país en la década de los 40. Dada su ilustre carrera pública y su afinidad con la historia, los hubiera comprendido. ¿Los habría anticipado? Nosotros, ¿tendríamos más lucidez que el expresidente si nos diéramos a vaticinar el futuro que nos aguarda? ¿Superaremos los obstáculos? En un mundo turbado, los meses que vienen pueden ser decisivos.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.