El terrorismo en Nigeria: "Se ha dicho que en Boko Haram son más violentos que el Estado Islámico"
En 2025 hará veintitrés años desde que Boko Haram comenzó a operar en el norte de Nigeria. El año en que se fundó Boko Haram aún no había salido a cines la primera película de Piratas del Caribe, David Bisbal cantó Ave María por primera vez y José María Aznar era presidente del Gobierno de España. Boko Haram se fundó hace una vida. Y muchos han muerto a manos del grupo terrorista desde entonces. En abril de 2014, el mismo año en que se fundó Podemos, el grupo terrorista secuestró a 279 niñas de la localidad de Chibok para convertirlas en lo que ellos llaman “bush wives”, esposas del bosque.
En 2013, cuatro hombres armados irrumpieron en la escuela secundaria de Mamudo y asesinaron a 42 personas, mayoritariamente a niños. Sólo entre 2010 y 2013, el grupo terrorista atentó en una o más ocasiones en nueve estados nigerianos, incluyendo la capital del país, Abuya; una bomba colocada a conveniencia en la sede de la ONU en Abuya asesinó a 23 personas. En la localidad de Rann, cerca de la frontera camerunesa, asesinaron a 60 personas en 2019. En septiembre de 2024 penetraron en la aldea de Mafa y mataron a cerca de 170 personas. En total, la guerra contra Boko Haram se ha saldado la escalofriante cifra de 20.000 muertes y más de dos millones de desplazados internos contabilizados en el norte de Nigeria. Cinco hombres distintos han desfilado por el sillón de la presidencia nigeriana desde el nacimiento del grupo, todos ellos se han enfrentado a la amenaza terrorista, todos ellos han fracasado hasta la fecha.
Por cada fracaso, nuevos rumores se afianzaban entre una población que no logra entender por qué el ejército más numeroso del continente africano no es capaz de derrotar a un grupo terrorista que no contará con más de 15.000 hombres entre sus filas, probablemente menos. No entienden que el ejército nigeriano anunciase que 13.300 combatientes se rindieron en agosto de 2024; 51.000 en los primeros meses de 2022; otros 6.000 en el verano de 2021… y que todavía ocurran ataques, inseguridad, secuestros y dramas variados que mantienen estable la cifra de desplazados a la que creciente el número de fallecidos a manos de los insurgentes. No entienden que el gobierno nigeriano lleve 23 años anunciando victorias contra un grupo terrorista que continúa activo. En palabras de Solomon, un sacerdote católico residente en el estado de Plateau: “el terrorismo en el norte de Nigeria no es sólo ideológico, también tiene una base económica que pienso que podríamos encontrar en Lagos o en Abuya, donde trabajan los hombres con corbata. Ellos sabrán los intereses que les mueven”.
Son rumores que intentan explicar de alguna manera los fracasos de sus dirigentes. La insurgencia de Boko Haram no ocupa únicamente territorio nigeriano, sin embargo. Su rango de acción afecta igualmente a las vecinas Chad, Camerún y Níger, debido en esencia a que el grupo opera en los alrededores del lago Chad, y a que el lago Chad se encuentra situado en la cuádruple frontera que vuelve a los países citados en blancos accesibles para el odiado grupo terrorista. Pese a la existencia de una Fuerza Multinacional Conjunta (MNJTF por sus siglas en inglés) que pretende aunar esfuerzos para hacer frente a la inseguridad que fluye en este área conflictiva, la realidad es que la MNJTF tampoco ha conseguido los resultados esperados. Tal es así, que el presidente de Chad, Mahamat Déby, amenazó en noviembre de 2024 con sacar a su país de la organización, acusando a la inactividad de Nigeria, pero también a la nula colaboración ofrecida por parte de Níger desde que triunfó el golpe de Estado de 2023.
La historia de Boko Haram se puede traducir como la historia de un fracaso de Nigeria, pero también de Chad, Níger y Camerún. Un fracaso de África Occidental a la hora de hacer frente a un enemigo que estuvo brevemente afiliado al Estado Islámico, aunque poco después recuperó su estatus “independiente” por las desavenencias surgidas entre ambos grupos. Marta Driessen, research officer y profesora asociada en la Universidad Rey Juan Carlos, afirma en una conversación con LA RAZÓN que “se ha dicho que en Boko Haram son más violentos que el Estado Islámico […]. El propio Estado Islámico llegó a decir que los métodos de Boko Haram eran demasiado violentos para ellos”. Quizás así pueda el lector comprender el nivel de salvajismo con que opera Boko Haram.
Los motivos que guían a Boko Haram son fundamentalmente religiosos, aunque también existe una base económica e incluso étnica. No es casualidad que la mayoría de los integrantes del grupo correspondan a la etnia kanuri, herederos del imperio Kanem-Bornu (s.VIII-XVIX), ni que sus métodos de reclutamiento incluyan referencias al grandioso pasado que recorrió la región que ahora se considera su área de influencia. Para más información sobre la relación entre Boko Haram y el imperio de Kanem-Bornu, pincha aquí.
El factor fulani
Pero haría falta rescatar el significado de la palabra “yihad” para estudiar la influencia que tiene el yihadismo en suelo nigeriano. Esto se debe a que la palabra “yihad” se traduce al árabe como “esfuerzo” y se utiliza para explicar una serie de actos realizados por los musulmanes, sean violentos o no. Una manifestación en Londres a favor de Palestina puede considerarse una yihad, igual que cualquier acto de generosidad con el necesitado; la yihad armada, por otro lado, sería un esfuerzo de carácter bélico ejecutado por musulmanes y que no tiene necesariamente una finalidad última religiosa. Por ello, cualquier acto vinculado a la religión musulmana que traiga un carácter bélico entra dentro de esta palabra, cuyo amplio sentido ha sido malinterpretado en ocasiones por Occidente.
En el centro de Nigeria, otro tipo de “yihad” opera de manera violenta e incesante. Sus protagonistas son los pastores de la etnia fulani, itinerantes y ganaderos, habitantes históricos del norte del país y que se han visto obligados en los últimos años a trasladarse en dirección al sur para buscar nuevos pastos donde apacentar a sus ganados. Cuando los periódicos y las televisiones europeas anuncian que un número determinado de cristianos han sido asesinados a manos de los yihadistas en Nigeria, estos son los yihadistas a los que se refieren habitualmente. Una forma sencilla de diferenciar si son yihadistas fulani o yihadistas de Boko Haram sería por medio de la ubicación geográfica del ataque. Si el ataque ha ocurrido en el norte de Nigeria, el percusor sería Boko Haram; si el ataque sucede en el centro del país, lo más probable es que los atacantes sean yihadistas/pastores fulani. Pastores, en realidad, inmersos en un conflicto donde se entremezclan la religión, la etnia y la territorialidad.
Porque los pastores fulani asesinan a cristianos, pero esto no se debería necesariamente a motivos religiosos. Las víctimas de los pastores corresponden además a sujetos de otras etnias y cuyo oficio genérico es el de agricultores. Podría decirse entonces que los pastores matan a los agricultores, que los fulani matan a los kamberi o que los musulmanes asesinan a los cristianos. Sacerdotes cristianos de nacionalidad nigeriana han explicado en numerosas ocasiones a este periodista que generalizar el conflicto, considerando únicamente una de sus vertientes (inclusive la religiosa), lleva a importantes confusiones donde “cada caso se debe a sus propios motivos”. El lenguaje simplista promovido por los medios europeos lleva a una gran confusión en este apartado; el motivo puede ser religioso en la misma medida en que el motivo que impulsa cada caso concreto se corresponde a otro de los componentes del conflicto.
Solomon especifica para LA RAZÓN que los motivos que mueven a los fulani tienen su origen en “el cambio climático y en la agenda expansionista que acomode el crecimiento incontrolado que su ganado”, mientras que asegura que “el gobierno no es serio en este aspecto y valora el ganado por encima de las vidas humanas”. Aun así, añade que “sospecho que hay una ideología con un origen común [entre la yihad fulani y Boko Haram]”. Pero insiste en el factor ganadero que pone en peligro la supervivencia de los agricultores en su estado.
Este periodista entrevistó en 2023 a una comunidad fulani que había atacado a una aldea cristiana semanas antes del encuentro, mientras que justificaron su ataque en que los agricultores habían degollado a varias de sus vacas pocos días antes de cobrarse los fulani su venganza. En su retahíla de motivos, también acusaron que los agredidos contaban con electricidad y agua corriente en su aldea, al contrario que ellos, apoyándose en la discriminación étnica que dicen sufrir por parte del Estado. La crisis provocada por los ataques fulani ha llevado a que alrededor de 590.000 personas vivan en campamentos de desplazados en los estados de Benue, Nasarawa, Plateau y Kaduna.
Tampoco debe olvidarse que los fulani son conocidos en África Occidental por las “yihad fulani” ocurridas entre los siglos XVII y XIX. Entonces, las comunidades fulani ampliaron sus territorios en las actuales Mali, Nigeria, Senegal y Burkina Faso, expandiendo además la religión musulmana hacia territorios que profesaban religiones tradicionales. El recuerdo de las yihad fulani es aún poderoso en África Occidental y ha moldeado las relaciones de esta etnia con el resto de las comunidades de la región.
El factor yihadista en Nigeria es extenso, variado y cargado de complejidades. Aparte de las dinámicas citadas, habría que destacar la presencia del Estado Islámico de África Occidental (ISWAP), que opera igualmente en el norte del país y que ha intercalado alianzas puntuales con Boko Haram… con enfrentamientos directos con el grupo terrorista, especialmente en los últimos años. Así es: el Estado Islámico y Boko Haram se enfrentan entre sí en la misma medida en que ambos combaten a los gobiernos de la región. Es por eso por lo que dicen que el mayor enemigo de un yihadista es otro yihadista.