Hay un discurso que se viene abriendo paso desde hace años, fruto de la economía del yo y de la cultura de la felicidad social, cuyo objetivo fundamental es convertir la empresa en un espacio ideal de colectivismo. Dicho discurso pretende «llevar la democracia al mundo de la empresa», convirtiéndola en una estructura sometida a las mismas normas de las sociedades políticas o al menos a normas similares, en cuanto a participación, transparencia e igualdad. El discurso de estos intelectuales, y de los políticos que han asumido sus tesis, es que las sociedades no se harán verdaderamente democráticas mientras las empresas se mantengan como estructuras impermeables al sufragio, en las que las decisiones sean adoptadas sólo por sus propietarios o...
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