Aunque estudió Periodismo porque quería escribir, David Valldeperas comparte la vocación de los artistas que se entregan a su público. Y su misión no cambia aunque el programa que ahora dirige , 'Ni que fuéramos' (Canal Quickie, Ten) sea mucho más modesto que aquel 'Sálvame' con el que se creó un universo propio: «he aprendido que con un presupuesto menor también se pueden hacer cosas chulas. En un primer momento te ves limitado, pero eso te obliga a buscar nuevas vías para hacer espectáculo y entretener». Para ello cuenta con esos 'pesos pesados' que le acompañan desde hace ya tres lustros y a los que define con cariño: « Belén Esteban es la espontaneidad, Lydia Lozano me despierta ternura, Kiko Matamoros siempre hace show porque es un canalla juguetón con gracia, Kiko Hernández es un provocador que sabe encender la mecha que nos ilumina con nuevos puntos de vista y María Patiño es la dualidad perfecta, ella es 360, lo mismo presenta un tema y a continuación lo comenta, se moja, no actúa con la distancia de otros presentadores, ella se mete hasta el fondo». Como director les da «toda la libertad del mundo, aunque hay líneas rojas. Como no son actores no tienen que interpretar un papel, deben sentirse cómodos, como si estuvieran en el salón del pisito y no en un plató». David se confiesa «un tipo alegre, en la vida y en el trabajo. Soy pragmático, desde la muerte hasta el éxito, todo es relativo. Para mí, lo importante es vivir en armonía». Reconoce hay algo que tiene que mejorar: «mis prontos. Soy reflexivo en lo general, pero poco en lo particular. Trabajo bajo presión, tomo muchas decisiones rápidamente y soy directo. Tengo que ser menos brusco, entender que no todo el mundo reacciona igual y dirigirme a cada uno como merece». Le gustaría ser un hombre de rutinas, pero su trabajo se lo impide: «todo es improvisación, cada día es diferente. Me gustaría hacer deporte, ir al gimnasio, pero me es imposible. Si fuera más rutinario podría liberar mi mente en algunos momentos y dedicarla a ser más creativo...» Aunque se considera un 'bon vivant', no pasa por ser caprichoso: «me gusta la buena vida, pero no soy de derrochar. Tampoco necesito un yate para ser feliz». A David le da paz «la playa, respirar la brisa, sentirme tranquilo frente al mar. Baleares es mi paraíso. Cada isla ha sido importante en distintas fases de mi vida, pero llevo 25 años sin faltar a mi cita con Formentera y me escapo diez días». Y le sacan de quicio «los bordes, los estúpidos, los sobrados. Toda esa gente me pone de mal humor». Aunque veamos su carácter cuando da las órdenes en televisión, Valldeperas muestra en privado su rasgo más oculto: «soy muy romántico, pero no 'chorra'. Me gusta sorprender y soy tremendamente cariñoso. Eso me lo inculcó mi madre, que nunca me levantó la voz y siempre fue un cielo conmigo». Es un romántico tradicional: «ahora hay muchos tipos de parejas, me parece muy bien y lo respeto, pero yo soy un poco celoso, me gusta tener mi parcela y que nadie me intente hacer sombra. No es que sea algo enfermizo, para nada, pero tampoco estoy preparado para una pareja abierta. Los celos no me lo permitirían». Debería estar contento por estar sentado sobre Melchor, pero esa cara seria tiene una explicación: «todos los años, mi Rey Mago favorito venía a casa, me reñía por las cosas malas que hacía y yo acababa enfadado». Siempre pedía un coche o un camión para su colección: «los tenía todos, lo mío era obsesión, pero entonces venían con cable y yo lo que quería es que fueran teledirigidos, así que terminaba separando el mando». David siguió creyendo en Melchor durante mucho tiempo: «los demás niños sabían la verdad, pero es que a mí me venía a casa… Hasta que descubrí que era un actor contratado por mis padres». Nada se le negó al pequeño David: «era el niño mimado de la familia. Mi madre tenía 44 años y era enorme la diferencia de edad con mi hermano (18 años) y con mi hermana (10). Con ellos tenía una libertad tremenda para jugar y podía hacer cosas que a otros niños no les dejaban. Además, fui tío a los 8 años. Con mis sobrinos la relación es casi de amigos, incluso salgo de fiesta con ellos». «Lo aprobaba todo, pero al final de la EGB me reboté con la vida y suspendí», recuerda de sus época escolar: «me internaron en un colegio para niños difíciles y mi padre me digo 'Hasta que no seas una persona normal no sales de aquí', así que recapacité y cambié». Por entonces ya daba muestras de ser muy imaginativo: «no tenía vocación artística, era malo en pintura o plástica, pero creaba historias a partir de todo lo que leía, porque era un lector voraz». Alegre y extrovertido, creó su pandilla al estilo 'Verano azul': «teníamos casa en la playa y pasábamos las vacaciones, así que nos veíamos y jugábamos todos los años. Con el tiempo se gestó mi grupo de íntimos». Aunque su corazón tiene un lugar especial para Bea y Laura, sus dos 'mejores amigas' de toda la vida.