Incautos, pensábamos los colchoneros que errar era humano, y que los (a nuestro entender) beneficios históricos a favor del equipo de Concha Espina eran producto de esa humana imperfección, desde el gol marcado con la mano por Alsúa en los años cuarenta a las finales y semifinales de Europa, pasando por innumerables partidos, cuyo relato exigiría páginas y páginas. Florentino Pérez ha roto nuestra inocencia. Resulta que los árbitros no se equivocan por ser humanos, sino que lo hacen aposta. Les impiden ganar títulos (¿pero no presumen continuamente de ellos?). ¿Es posible que el que más gana apele al victimismo? No le puedes robar la felicidad al contrario cuando te ha ganado apelando a los árbitros. Y menos cuando es...
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