Mi Sevilla querida, Arte, Artistas y algo de Murillo...
El matrimonio D. Enrique Valdivieso y Dña. Carmen Martínez han muerto en la cama de su dormitorio, en su casa de la calle Mateos Gago, 21 de Sevilla, el pasado 2-2-25 mientras dormían, fueron sorprendidos por el humo de una regleta de varias bases de enchufes que se calentó y ardió, con más humo que llamas, cerca de la cama, según la Policía científica, se intoxicaron al inhalar los gases de monóxido de carbono que por estar todo cerrado no hubo propagación de llamas. Se ha dicho que fue una muerte Dulce por no sufrir una sensación de ahogo o asfixia, sin ser conscientes del peligro. Que Dios les tenga en su seno. Mi más sentido pesar a sus familiares. Éstas regletas deberían estar equipadas de un termostato que automáticamente las desconectara cuando por sobrecarga en Watios, se calientan y ya vemos lo que ocurre... Y se están comercializando sin seguridad... El lunes 3-2-25 se celebró el funeral en la Iglesia de la Caridad.
Recordemos que el historiador Enrique Valdivieso González, vallisoletano de nacimiento, estaba muy vinculado a la hermandad de la Santa Caridad, tras sus constantes estudios sobre la figura de Valdés Leal, genio de la pintura barroca sevillana, quien dejó sus grandes obras maestras en la Iglesia de San Jorge de la Caridad. Éste llegó a Sevilla en 1976, como agregado de la Cátedra de Historia del Arte a la Universidad de Sevilla, donde ejerció durante más de 40 años hasta su jubilación en 2016. Terminó su carrera impartiendo clases como profesor emérito, obteniendo en 2015 el Premio FAMA de la Universidad de Sevilla, y la medalla de ésta ciudad en 2017. Durante los últimos años acrecentó aún más su importante papel dentro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Donde ingresó en 1996 como académico numerario con el discurso Titulado “Temas cervantinos en la pintura sevillana decimonónica”.
D. Enrique inició su trayectoria académica en Valladolid, donde nació y siguió en la Laguna, pero fue en Sevilla donde se afincó en 1976, en esta Universidad obtuvo la cátedra de Historia del Arte, donde brilló su producción intelectual. El pasado 28-1-25, presentó en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, el libro centrado en el pintor flamenco Pedro de Campaña. Y no olvidemos la gran labor que Valdivieso dedicó a investigar a Don Bartolomé Esteban Murillo. Fueron numerosos artículos académicos, diversas exposiciones y gran cantidad de conferencias, escribió 2 sorprendentes libros sobre el referente principal de la escuela sevillana de pintura. El primer Murillo: Sombras de la Tierra, Luces del cielo, y ... publicado en 1990, en el que ahondaba en el aspecto religioso y simbólico de la obra del artista, el segundo: Murillo, catálogo razonado de pinturas. En 2011, fue la última recopilación exhaustiva de la obra de Murillo.
Valdivieso se dedicó exhaustivamente al ilustre artista supervisando la producción de copias de obras suyas expoliadas por las tropas napoleónicas en Sevilla durante la Guerra de la Independencia, que anteriormente estaban expuestas en los salones de la Iglesia de Santa María la Blanca y del Hospital de la Caridad. Mediante el uso de las nuevas tecnologías, se dedicó a la recuperación virtual del resto de las más de 300 obras sustraídas. Además de Murillo, Valdivieso, que fue comisario de exposiciones sobre Juan Valdés Leal o Zurbarán y, otro libro sobre la pintura sevillana barroca y otros: Vanidades y desengaños de la pintura española del siglo de oro, en el que señala en web www.xviii. Fue el 1 de enero de 1618 cuando bautizaron a Bartolomé Esteban Murillo, en la parroquia de Santa María Magdalena en Sevilla. Era el menor de 14 hermanos, hijo del barbero Gaspar Esteban y Maria Pérez Murillo, que procedía de una familia de “plateros”, contando entre sus parientes con un pintor. Conforme al uso anárquico de la época, y que alguna vez firmó Esteban, luego adoptó el segundo apellido de la madre. Su padre era un acomodado barbero, cirujano y sangrador, al que a veces le otorgaban el tratamiento de “bachiller”, se decía y comentaban hasta documentalmente que, éste era “rico y ahorrador”, arrendador de varios inmuebles junto a la Iglesia de San Pablo, cuyos derechos de Segunda vida heredó Bartolomé, proporcionándole rentas por subarriendos durante casi toda su vida.
Tenía este 9 años, cuando quedó huérfano de padre y madre, fue cuando quedó bajo la tutela de una de sus hermanas mayores, Ana, casada también con un barbero cirujano, Juan Agustín de Lagares. El niño Bartolomé mantuvo buenas relaciones con esta pareja, ya que nunca intentó mudarse de vivienda, hasta su matrimonio en 1645. En 1656, su cuñado ya viudo, le nombró albacea testamentario cuando sólo tenía 15 años, en 1633, solicitó licencia para irse a Las Américas con algunos familiares, que motivó que hiciera testamento en favor de una sobrina, según costumbres de la época cuando alguien con bienes se marchaba lejos. Poco antes había iniciado su formación artística. Lo afirmaba Antonio Palomino, que dijo que se había formado en el taller de Juan del Castillo. Murillo se casó con una hija de Antonio Pérez, tío y padrino de bautismo de Bartolomé, y pintor de imaginaría él mismo, muy discreto, caracterizado por la seriedad del dibujo y la amable expresividad de sus rostros. La influencia de Castillo se advierte con atenuada claridad en sus más tempranas obras conservadas de Murillo, que tal vez sean de los años 1638 a 1640; y otros como La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo ( en Sevilla, Palacio Arzobispal y antigua colección del Conde de Toreno) y la Virgen con fray Lauterio, San Francisco de Asis y Santo Tomas de Aquino (en Cambridge, Fitawilliam Museum), de dibujo seco y alegre colorido.
Hizo una partida de pinturas para Cargazan de Indias, y una vez conseguido cierto capital... se fue a Madrid, donde se sintió protegido por su paisano Velázquez, fue cuando repetidas veces se recreó ante las enminentes pinturas de Palacio. Empezó a pintar cuadros de Devoción para el lucrativo comercio americano. Después siguió pintando para el convento de los Franciscanos de Sevilla, donde se ganó el respeto y admiración de sus paisanos los sevillanos que, hasta ese momento no sabían de su existencia y progresos en ese arte. En todo esto, el estilo que se manifestó en sus primeras obras importantes, como fueron las del Claustro Chico del Convento de San Francisco, lo aprendió sin salir de Sevilla, por los Artistas anteriores, como Zurbarán o Francisco de Herrera el Viejo. Y claro, ostentando el monopolio del comercio con las Américas, y contando con Audiencias en diversos Tribunales de Justicia, entre ellos el de La Inquisición, Arzobispado, Casa de Contratación, Casa de la Moneda, consulados y Aduanas en Sevilla... Era a comienzo del siglo XVII, paradigma de ciudad, que aunque los 130.000 habitantes del siglo XVI, habían disminuido a consecuencia de la sufrida peste del 1599 y la expulsión de los Moros. Cuando nació Bartolomé, seguía siendo una ciudad cosmopolita y, una de las mayores del continente europeo. A partir de 1627 comenzaron a crearse síntomas de crisis por la disminución del comercio con las Américas, que lentamente se desplazó hacia Cádiz. Con el estallido de la Guerra de los 30 años y la separación de Portugal. Aunque el mayor impacto lo produjo la epidemia de la peste en el 1649 con efectos devastadores, la población se quedó en la mitad. Se registraron más de 60.000 muertes. La recuperación urbana costó, sobretodo en las parroquias populares de la zona norte. Las clases populares protagonizaron en 1652 ciertos motines de corto alcance por el hambre, pero la caridad funcionó, como paliativo a la injusticia y minería, afectando generalmente a los pordioseros, agolpados en las puertas de los Palacios episcopales, allí recibían hogazas de pan y otros alimentos que diariamente se repartía entre los necesitados.
Éstas entregas destacaron por la Hermandad de la Caridad, revitalizada por Miguel Mañara, quien en 1650 y 1651, apadrinó en bautismo a dos hijos de Murillo. Éste era muy devoto, como demuestra su ingreso en la Cofradía del Rosario en 1644, la recepción del hábito de la Venerable Orden Tercera de San Francisco en 1662, y su presencia frecuente en los repartos de pan organizados por las parroquias donde nunca faltó hasta 1665. El comercio con América, aunque no generase un tejido industrial, siguió aportando trabajo a tejedores, libreros, artistas y otros fabricantes artesanos. Los compradores de plata, que afinaban los lingotes y los llevaban a labrar a la Casa de la Moneda, eran profesionales exclusivos de Sevilla, sin que a éstos les faltara el trabajo, cada vez que llegaba la flota al puerto sevillano. Nunca faltaron los comerciantes del extranjero que, hicieron de Sevilla una ciudad Cosmopolita. Se contabilizó en 1665 que, la cifra de éstos extranjeros residentes aquí rondaban unos 8.000, aunque no todos se dedicaran al comercio. Algunos se integraron plenamente en la ciudad y alrededores tras elevar su fortuna. ¡ Y NINGUNOS ERAN ÁRABES !
Justino de Neve, protector De la Iglesia de Santa María la Blanca y del Hospital de Venerables, encargó a Murillo algunas de sus obras maestras. Éste procedía de una de las familias de antiguos comerciantes flamencos establecidos en Sevilla en el siglo XVI. Otros como el neerlandés Josua van Belle y el flamenco Nicolás de Omazur, retratados por Murillo, que habían llegado a Sevilla después de 1660, hombres cultos y adinerados que llegaron a ésta con muchos retratos que, explicaría la influencia, entre otros, de Bartholomeus van der Helst en los retratos de Murillo. Éstos fueron extendiendo la fama de Murillo en muchos países, entre ellos, los niños de la concha con éste tema de niños, se manejaba muy bien. Y Nicolás de Omazur, por la amistad con el pintor, le encargó que un grabado de autorretrato a su muerte que, se conserva en la National Gallery de Londres, junto con un texto laudatorio en latín, redactado por él mismo que, además de comerciante era muy conocido como poeta. En 1645, Murillo se casó con Beatriz Cabrera Villalobos, de familia acomodada, de labradores de Pilas, sobrina de Tomás Villalobos, platero y artesano en oro, y familiar del Santo Oficio que la tutelaría al pasar a Sevilla. Éste matrimonio tuvo DIEZ hijos, de los que solo 5 - La menor de 15 días - sobrevivieron a la madre, que falleció el 31-XII-1663. Gabriel, que vivió desde 1655 a 1700, lo enviaron a América en 1678, con 20 años. Que llegó a ser Corregidor de Naturales de Ubaque en Colombia, siguiendo el oficio artístico paterno, que según Palomino, era hombre de buenas prendas y mayores esperanzas; Murillo, entre 1645 y 1648 realizó 11 lienzos para el Claustro Chico del convento de San Francisco de Sevilla. Cuadros que se dispersaron tras la Guerra de la Independencia. Narrados éstos con propósitos didácticos, representando Santos de la Orden Franciscana, en especial los que seguían la Observancia española a la que estaban adscrito en el convento.
La Historia de MURILLO es tan enormemente cultural y extensa que, tardaría días en redactar, así que lo dejo aquí. No sin deciros que estando Murillo pintando un lienzo para el retablo de la Iglesia de los Capuchinos en Cádiz, subido en un andamio en su taller, cayó de este, quedando muy dolorido durante meses y debido a esto, falleció el 3-IV-de 1682 en Sevilla...
De Antonio Quirós Abadía. Naturalista.