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Transición sin dignidad: el uso de la silicona por mujeres trans y el grave impacto en su salud ante un Estado ausente

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—Si fuera cuestión de elegir, no elegiría ser trans, pero es una necesidad interna de nuestro interior. Yo no quisiera tener un cuerpo femenino si no lo siento, arriesgándome a toda la discriminación, a la violencia—, dice Karina*, una luchadora por los derechos de las mujeres trans en Piura, una región al norte del Perú. En solo unas líneas, la activista resume lo que ella siente al ser parte de una población altamente marginalizada a nivel social y, sobre todo, desde el propio Estado peruano. Y es que, además de sufrir agresiones y burlas, la exclusión que padecen expone sus vidas a no poder acceder a derechos humanos básicos como la salud integral.

Básicamente, ellas se ven obligadas a sacrificar su salud a cambio de ver y sentir su cuerpo como perciben su identidad de género, aunque tengan que recurrir a procedimientos inseguros y dolorosos que incluso las llevan a la muerte, pues el Perú no cuenta con una Ley que les permita realizar una transición digna y que responda a sus necesidades.

Ante este panorama, ellas recurren a la aplicación de materiales dañinos para el cuerpo humano como los biopolímeros, macromoléculas sintéticas que componen desde el aceite Johnson, el cemento óseo y la silicona, la cual suele ser usada en su versión líquida para estas intervenciones, la misma que se usa en los aviones para anular la fricción. De ahí es que este material es conocido comúnmente como aceite de avión. Deformaciones a raíz de la migración de los biopolímeros, piel irritada o muy sensible, celulitis, zonas del cuerpo necrosadas, dolores constantes e incluso la muerte son las graves consecuencias que genera la aplicación de este producto en el cuerpo.

Para entender la dimensión del problema, siete mujeres trans de Piura, Iquitos y Lima —ciudades en diferentes zonas del Perú— narran sus testimonios sobre los graves impactos que ha sufrido su salud a raíz de la aplicación de silicona líquida, la única salida que pueden costear para reafirmar su género a través de sus cuerpos.

"Mi objetivo: lograr la apariencia femenina, es lo que he deseado toda mi vida"

Noemí*, Camila*, Celia* y Karina* son cuatro compañeras que viven en la ciudad de Piura. Todas ellas son amigas desde alrededor de 30 años atrás. A ellas no solo las une una amistad, sino también el haberse aplicado los biopolímeros porque era la opción más económica para poder reafirmar sus identidades como mujeres trans a través de sus cuerpos. También las une, lamentablemente, las consecuencias del uso de esta sustancia en su salud.

Para ellas, la modelación de sus cuerpos no es una moda ni un capricho por estética, sino una necesidad por cuestiones identitarias. “Una cirugía es para mí algo muy importante. Yo me siento una mujer y mi objetivo es verme como una mujer, no correr la vergüenza de que algunas personas se burlen porque no tienes busto, porque te faltan caderas. Mi único objetivo es lograr la apariencia femenina porque es lo que yo realmente he deseado toda mi vida”, cuenta Noemí. 

La silicona líquida la coloca una “empírica”, término que utilizan para referirse a otras mujeres trans que realiza este procedimiento. Primero se coloca la anestesia en las zonas del cuerpo donde se realizará la aplicación para luego colocar sobre la piel una tabla de 10x5 centímetros, la cual tiene un orificio por donde se introduce una jeringa grande. Esas que tienen “aguja para vaca”, detalla Karina. “Ahí hacen los pinchones y van colocando la silicona”.

Todas coinciden en que la primera aplicación que se realizaron fue dolorosa, pero el deseo de tener el cuerpo esperado hacía que se olvidaran de las consecuencias. Los biopolímeros ocupan cualquier espacio vacío que encuentren en el cuerpo, por lo que estas mujeres deben amarrarse elásticos, fajas, e incluso ropa interior muy ajustada para que la silicona no fluya a través del cuerpo y se almacene en cualquier parte de este. No obstante, todas las entrevistadas mencionaron que días después, a pesar de atarse las piernas, de dormir en el piso o sobre tablas para no moverse, el líquido bajó y migró hacia sus tobillos y pies.

Como es de esperarse, al ver sus extremidades hinchadas, el susto las invadió y consultaron con “la empírica”, que les dijo que coloquen agua caliente en una botella y que aprieten contra la zona afectada de arriba hacia abajo sobre los pies apoyados contra la pared. Lo intentaron a pesar del dolor pero, claramente, no funcionó.

En ese momento nada importaba, pues veían los resultados en sus cuerpos. Pero no fue hasta por lo menos cinco años más tarde que el hinchazón de sus piernas y el dolor en la piel se hacía cada vez más insoportable. “Me empezó a doler horrible la piel, los tobillos. Era insoportable, ni con corticoides se me pasaba, hasta que un día un doctor me recomendó una inyección y eso es lo que usamos para que calme un poco”, detalla Camila. Es así como ahora las cuatro mitigan el dolor: a punta de inyecciones y pastillas.

"Me dijeron que una vena había explotado a raíz de los biopolímeros"

Mariana* es una chica trans que ejerce el trabajo sexual en Iquitos, una ciudad en la selva peruana. Ella cuenta que, por allá en el 2007, pagó S/ 4.800 —alrededor de $1.300— por la silicona líquida y la aplicación. No sintió tanto dolor durante el proceso, pero este asomó 15 años después de una forma inesperada. “Cuando me apliqué yo estaba loca por querer tener el cuerpo y no me importaban los resultados más adelante. Aparte, en ese tiempo no había mucha información sobre el biopolímero”, explica.

Ella viajó los 1.013 kilómetros que hay de Iquitos hacia Lima, la capital peruana, para que la conocida de una amiga le pueda colocar los tres litros de biopolímero en la cadera y el glúteo. Tuvo que permanecer 15 días en el piso sin moverse, con cada pierna amarrada a la altura del muslo, y estuvo un mes sin trabajar. Había malestar y dolor con el pasar de los días, pero todo eso pasó cuando vio en el espejo el cuerpo que siempre había deseado.

Fue recién en el 2022 cuando lo peor empezó. Comenzó a sentir dolor en las piernas cuando apoyaba sus brazos y mucha incomodidad al estar sentada, por lo que se auto medicó con pastillas. Pero en septiembre del 2024 notó que su cadera estaba muy abultada. “Resulta que tenía una hemorragia interna. Me dijeron que una vena había explotado a raíz de los biopolímeros. Como no tenía por donde drenar la sangre, se me estaba hinchando todo”, relata Mariana.

Desesperada, fue a la posta, donde le dijeron que no tenían especialistas para ver su caso, por lo que la derivaron al Hospital de Iquitos. “Me voy para allá aunque yo ya estaba como para desmayarme. En eso viene el cirujano y me dice ‘no, yo no te puedo cortar porque te voy a hacer como un carnicero, eso te tiene que ver un cirujano plástico porque tú tienes biopolímeros’”.

Una vez más, no tenían especialistas, por lo que, por segunda vez, Mariana fue derivada, esta vez al Hospital Regional de Loreto. “Ahí recién me atendieron pero al día siguiente. Fui a las 10 de la mañana y no me atendieron hasta las 3 de la tarde, pero porque yo misma tuve que llamarle al cirujano plástico, felizmente lo conocía. Yo decía ‘por qué no me quieren atender si es emergencia’. Después de hablarle, recién me hospitalizaron y al siguiente día me operaron”.

Todo ese trayecto demoró una semana para que un especialista pudiera operarla. En la cirugía le extrajeron los biopolímeros que se encontraban en la zona afectada, pero el personal médico le advirtió que un episodio así podía volver a ocurrirle en cualquier momento y le recomendaron que tenga cuidado. “Si volviera a nacer, no volvería a ponerme biopolímeros”. 

"Sabemos que puede ser peligroso, pero es el sueño de toda chica"

Ann Novoa y Gyanella Flores son dos mujeres trans que viven en Villa El Salvador, un distrito ubicado al sur de Lima, la capital del Perú. Para ellas, su visibilidad como mujeres trans es muy importante, motivo por el cual, al igual que sus demás compañeras, se aplicaron los biopolímeros. —Sabemos que puede ser peligroso lo que nos puede pasar, pero es el sueño de toda chica— precisan.

Ellas narran que, felizmente, no han tenido tantos problemas con la silicona líquida. Al menos hasta ahora. Esa suerte no corrió una de sus compañeras, quien falleció a los 20 años tras la aplicación de este producto. “Conocí a una chica menor de 20 años que quería su cuerpo. La chica que le hizo la intervención le dijo que repose, pero no hizo caso. A los días no más salió a trabajar usando tacos, tomó y, unos días después, falleció”, recuerda Gyanella. Ella, 12 años atrás, se aplicó silicona en el busto. Cinco años después, al momento de realizarse una cirugía estética para que le coloquen prótesis de mama. El cirujano logró retirarle la mayoría del producto, quedándole unos tres centímetros de piel necrosada.

Ann explica que las mujeres trans optan por los biopolímeros por un tema de economía, pero también de practicidad. “Lo que pasa con el trabajo sexual es que sí ganas dinero, pero tienes que estar produciéndote, porque llega una más bonita y fuiste. Entonces, te cuidas hasta cinco días, pero de ahí te vas a trabajar por la necesidad”, precisa. 

Desde irritación hasta piel necrosada: las graves consecuencias de los biopolímeros en la piel

El cirujano plástico Gustavo Bueno enfatiza en que los biopolímeros, además de tener una gran irritabilidad cutánea, producen procesos inflamatorios muy intensos.  “El organismo actúa con esta inflamación intensa ante la presencia de la silicona por ser un producto que no es biodegradable”. Sin embargo, los problemas de salud pueden aparecer desde el momento en que se colocan o hasta muchos años después, como en los testimonios narrados.

Las consecuencias más comunes son el cambio de coloración de la piel, ya que esta puede adelgazar, engrosarse, necrosarse, o puede aparecer celulitis. “La piel puede estar sana y de pronto empieza a tener un enrojecimiento y aparece una úlcera, una herida, un absceso, entonces habrá una úlcera permanentemente drenando”. Esto ocurre porque en dicha zona se tiene terminaciones nerviosas que le dan sensibilidad al área y, al verse afectadas, o bien las personas no pueden siquiera soportar la ropa encima, o bien ocurre todo lo contrario.

“Cuando el biopolímero migra, porque tiene mayor peso molecular y por lo tanto va a ceder, por gravedad, va a bajar. En algunas circunstancias puede meterse al músculo, y es ahí cuando también produce dolor, o cuando afecta la parte superficial de este. Puede migrar no solo a nivel muscular, sino también a nivel articular, basta con que esté cerca”, precisa.

El especialista precisa que, lamentablemente, este producto no puede ser extraído del todo una vez ingresado en el cuerpo. Asimismo, recalca que la única forma de tratar con el retiro de este material es con cirugía abierta, ya que, en la mayoría de casos, no solo es sacar la piel, sino parte del tejido y del músculo. Ya que son cirugías de alto riesgo por ser muy delicadas, el costo de esta parte desde los S/ 10 mil —$ 2.700 aproximadamente—.

Por una Ley de Identidad de Género en el Perú

Todas las testimoniantes coinciden en que el Estado peruano no se preocupa ni siquiera por sus derechos básicos, empezando por el acceso a una salud digna. Cabe recordar que en el 2024 el gobierno de Dina Boluarte catalogó a las personas trans como “enfermas mentales” a través del Decreto Supremo N°009-2024, evidenciando la discriminación institucional que se ejerce desde el propio Estado peruano. Esta medida fue derogada ante las protestas de la sociedad civil, pero los ataques prevalecen desde los poderes del Estado, sobre todo desde el Legislativo donde predomina una amplia mayoría antiderechos. 

Ante este panorama, estas mujeres piden una ley que realmente respete su identidad de género al momento de acudir al médico. “Estos procedimientos —la aplicación de biopolímeros por parte de las mujeres trans— se hacen debido a que no hay una Ley de Identidad de Género que condiciona al sistema de salud a dar atención de calidad a las personas trans que quisieran reafirmar su identidad”, afirma Miluzka Luzquiños, directora de Trans Organización Feminista.

La activista resalta que no hay ninguna política pública en materia de salud que albergue o acompañe los procesos de transición que responden, según destaca, al sistema de consumismo de los cuerpos y los estereotipos de género que tanto daño han hecho. 

Además, se suma el reclamo de garantizar el acceso seguro y oportuno a terapias de hormonización para esta población, pues las entrevistadas denunciaron que no hay un seguimiento médico trimestral con endocrinólogos tal y como lo determina la actual Norma Técnica de Salud de Atención Integral de la Población Trans Femenina para la Prevención y Control de las ITS y el VIH/SIDA. “Dar hormonas para el Estado es como dar condones: compremos hormonas para vincularlas al sistema de salud en torno a la prevención del VIH, pero no hay más”, denuncia Luzquiños.

Por otro lado, Gyanella Flores propone que, en un futuro, el Estado pueda subvencionar las intervenciones quirúrgicas de las mujeres trans, ya que no se trata de un tema estético sino mas bien relacionado a la modelación del cuerpo con el fin de la reafirmación de la identidad de género. “Que se apoye a las chicas con programas, que si la operación vale cierto monto, se le puede cobrar la mitad, que se den facilidades de que haya convenio con cirujanos para que sea de un costo social con la finalidad de que no opten por los biopolimeros, porque a la larga trae consecuencias”, plantea.

Desafortunadamente, la discriminación y los constantes ataques de odio a las personas LGTBIQ+ en el Perú desde diferentes frentes —sobre todo aquella ejercida desde el Poder Legislativo— puede llegar a ser desgastante y desalentadora. “No vamos a correr más. Vamos a luchar por nuestros derechos hasta que los consigamos”, escribieron Marsha P. Johnson y Sylvia Riviera, mujeres trans, afrodescendientes y trabajadoras sexuales que iniciaron la histórica Marcha del Orgullo que se conmemora cada año en el mes de junio. Más de cinco décadas después, esta consigna está más vigente que nunca en países tan LGTBIQfóbicos como el Perú.

*Los nombres fueron cambiados para proteger la identidad de las testimoniantes.
Las fotografías fueron registradas y colocadas con la plena autorización de las entrevistadas.




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