Orígenes de la novela policiaca
A lo largo del siglo XX y en lo que llevamos del XXI, el género policiaco ha tenido y mantiene mucho auge. Desde autores clásicos como Agatha Christie, con Hércules Poirot, Georges Simenon con el comisario Maigret, o los escritores norteamericanos de novela negra (Raymond Chandler, Dashiell Hammet, etc.), ha llovido mucho y el número de autores que se apuntan al género de intriga no hace más que crecer, en todas partes, aunque con calidad y éxito variables.
Los orígenes de este fenómeno cultural hay que buscarlos en la literatura inglesa del siglo XIX, por lo que resulta muy oportuna esta excelente antología (Cuentos de detectives victorianos. Alba Ediciones, Barcelona, 2024, 747 págs.), preparada por Ana Useros, con buena traducción de Catalina Martínez Muñoz. El texto consta de veintisiete relatos de heterogénea extensión, escritos por veintidós autores. Algunos son muy conocidos como Charles Dickens, Wilkie Collins o Arthur Conan Doyle, a los que se añaden otros que, en su momento, alcanzaron notable popularidad, por lo menos en Gran Bretaña. Temas y situaciones variados e incluso sorprendentes, como el relato del detective especializado en la investigación sobre fantasmas.
Hay que destacar el acierto en la selección. Ninguno de los relatos desentona ni decepciona. Hay calidad literaria, intriga bien dosificada y llena de sorpresas, puesto que nos encontramos con los primeros detectives, bien privados bien dependientes de Scotland Yard, entre los que figuran varias mujeres, a pesar de situarnos en la época victoriana. Hay precedentes de Sherlock Holmes e imitadores, pero también los que rechazan sus métodos.
Además, resulta interesante lo que se refleja sobre la sociedad de la época, las costumbres de los diversos estratos sociales, las consecuencias de la revolución industrial (en varios relatos, el ferrocarril juega un papel destacado), los avances científicos... No falta la ironía ni cierta crítica social, aunque, en líneas generales, la distinción entre el bien y el mal suele ser diáfana.