Miguel Soro, el pintor de los ciclistas
Mientras los ciclistas atravesaban los caminos del mar de olivos durante la Clásica Jaén Paraíso Interior, Miguel Soro (Xátiva, 1976) pintaba al sol delante del público a las puertas del antiguo hospital de Santiago de Úbeda. Una imagen habitual en muchas carreras, que acompañan las pedaladas del arte de Miguel. Una cosa no se entiende sin la otra.
Soro es el pintor del ciclismo y de los ciclistas y ha hecho del collage su forma de expresión. Pero antes de nada fue ciclista. «Yo empecé a correr con nueve años en las escuelas y pasé por todas las categorías. En junior corrí el primer Mundial que se ganó en fondo en carretera, con Miguel Morrás. Yo era uno más de la selección española», cuenta. «Habíamos hablado un poco con Banesto para pasar al amateur, pero no cuajó. Habíamos hablado con Santa Clara, que el director de aquella época era Quique Carrera, que fue el que me llevó al Mundial y me iba a pasar al profesional con 20 años», recuerda. Pero nada de eso se materializó. «Creo que mi carrera hubiese cambiado, pero no fue así y tampoco es que esté desilusionado. Mi carrera es la que ha sido y cada vez estoy más convencido de que me ha servido para plasmar ahora lo que hago», añade.
Pasó a profesionales en Portugal, en el año 2000. «En todas las categorías he ganado carreras, he hecho cosas interesantes y nunca he visto que la cosa mejorara a nivel de contrato», dice. «Corrí dos años en Portugal, gané dos etapas y algunos maillots, que el equipo les daba mucha importancia, las metas volantes y tal y el último año en 2003 en el Miche, un equipo italobúlgaro, un poco así. Pero ese año ya me di cuenta de que era más artista que ciclista. El ciclista sufre muy a gusto, yo empecé a no saber sufrir y te das cuenta de que está acabando tu carrera», afirma Miguel. «Tuve la suerte de que a mí me pasó en Italia, con los paisajes de la Toscana, y mis entrenamientos eran ya un poco disfrutar del paisaje y del arte», reconoce.
En esa época aún no había descubierto el collage. «Yo era muy apasionado de la pintura de paisajes, de hecho en mis últimos años como corredor me gustaba mucho observar los paisajes y es a raíz de dejar el ciclismo, que te falta algo y entonces pinto sobre ciclismo. Fue algo así como una casualidad. Las primeras obras que hice sobre ciclismo eran sobre paisajes, solo pintura, y se me quedaba pobre. Probando cosas nuevas en el estudio descubrí el collage y vi que tenía un efecto y una garra que me gustaba y por ahí seguí un camino que hasta hoy me permite vivir de la pintura que no es poco», afirma.
[[QUOTE:PULL|||«He tenido el placer de ver a Gimondi firmar un cuadro mío tres meses antes de morir»]]
Soro asume que vive mejor con la pintura que con el ciclismo. «Mucho mejor. Es verdad que yo soy una persona humilde, vengo de una familia humilde y has aprendido a vivir con un sueldo de mil euros. Vendes un cuadro y lo valoras mucho, le das mucho valor a algo que sabes que cuesta ganar. Y ahora me estoy ganando la vida con esto», admite. Aunque detrás hay mucho trabajo. «Doy muchas vueltas. De aquí voy a O Gran Camiño, luego me voy a Mérida, de ahí me voy a la Tirreno-Adriático... Muevo mucho la obra, pinto en directo en la calle y al final siempre pasa alguien al que le llama la atención lo que haces», asume.
El ciclismo también le ha preparado para eso. «Te hace atrevido, competitivo, valiente, serio y comprometido con lo que haces. El ciclismo me ha preparado, a mí me ofrecen una exposición en Australia el mes que viene y digo “venga”, es que lo veo hecho. En México estuve el año pasado. Te hace eso, un tío atrevido, que te tiras al ruedo en seguida y sin miedo», reconoce.
[[QUOTE:PULL|||«He cocinado en casa de Moser. Hice una paella de ajos tiernos y al acabar le ralló parmesano encima»]]
Su oficio de pintor le ha permitido hacerse amigo de uno de sus ídolos de infancia, Francesco Moser, y de otras leyendas. «He tenido el placer de ver a Gimondi firmando un cuadro mío tres meses antes de morir, tengo mucha amistad con las nietas de Bartali, he conocido a los hijos de Coppi. Bugno me paró y me dijo que si podía hacerse una foto conmigo. “Perdona, será que si puedo yo hacerme una foto contigo”. “No es que vi tu cuadro mío ayer”, me dijo. Anécdotas de estas que te llenan y te enriquecen», dice. «Cuando éramos niños, en clase conocían todos a Indurain y a Delgado, como mucho ya a Lejarreta, pero en mi casa se hablaba de Coppi, de Bartali, de Gimondi, de Moser, y yo he conocido a Moser íntimamente. He dormido en su casa, he cocinado en su casa, no es que
hemos coincidido en un bar a comer sino que he dormido en su casa, he estado con él, he cocinado con él. Me curré una paella muy buena de ajos tiernos, que eso es algo muy exquisito y el tío cuando acabé le ralló el parmesano ahí encima, pero a un tío así se le permite todo».