Barones asumen ya perder Valencia y frenar el desgaste
Estupefacción. Así describen dentro del PP la situación que viven después de ver cómo en los últimos días ha ido creciendo la presión sobre el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, hasta conseguir que en medios populares ya se empiece a especular sobre si aguantará más allá de las próximas semanas.
La posición de Mazón dentro del partido es un drama. Nadie le cree, y en esto no se distingue entre amigos y menos partidarios suyos en la organización popular. Y lo que es peor, han llegado a la conclusión de que, como su principal preocupación es su futuro penal, esto le está llevando a distraerse del mensaje sobre las labores para reconstruir las zonas devastadas por la DANA. Además, dedicar todas sus energías a defenderse en público es una estrategia fallida porque está dirigida por un entorno que ha perdido el contacto con la realidad. Los abucheos al presidente de la Generalitat son constantes, y son de espontáneos. Y las encuestas confirman a día de hoy que, de haber elecciones, el PSOE y Compromís podrían conseguir la mayoría absoluta. Es curioso pero el consenso demoscópico confirma también que quienes más beneficios están sacando de esta crisis son de nuevo los extremos, Vox, por la derecha, y Compromís, por la izquierda.
El PSOE sube menos que su pareja por la izquierda. Y Vox mejora notablemente a costa de la caída de las siglas del PP. Según una de estas encuestas internas que circulan estos días entre los partidos en la Comunidad Valenciana, el PSOE estaría en el 27,9%; el PP, en el 23,3%, con Vox pisándoles los talones, en el 22%; y Compromís se situaría en el 21,9%.
No hay salida buena porque no hay salida que no pase por un proceso electoral. La razón está en que el PP, aunque lo intente, sabe de antemano que no puede contar con la colaboración de Vox para buscar una solución pactada que permita colocar a otro nombre del PP al frente de la Generalitat sin convocar elecciones. El proceso de relevo al frente de la Presidencia se ajusta a un modelo similar a que rige la elección del presidente del Gobierno en el Congreso. El presidente de Les Corts tiene que presentar un candidato, que debe ser investido en mayoría absoluta en primera votación, o simple, si es en segunda. De no salir elegida la propuesta de candidatura, se abriría un proceso de dos meses para la celebración de unas nuevas elecciones.
A los de Abascal les interesa que la situación se prolongue el mayor tiempo posible porque les consta, como le ocurre también al PP, que el desgaste de Mazón empieza a expandirse fuera de los límites de la comunidad y cala ya en otros territorios. Esto mismo es lo que empiezan a temerse los dirigentes autonómicos del PP. Disciplinados, han estado quietos viendo cómo evolucionaba la situación hasta que, por primera vez, comienzan a ver que la figura del presidente de la Generalitat se convierte en un mal tóxico a nivel nacional que también les puede debilitar ante sus respectivos electorados. «Aquí la única que está a salvo es Ayuso, que tiene tal tirón que no hay nada que afecte al partido que acabe dañándola a ella también. Pero todos los demás estamos ya expuestos a la amenaza que representa Mazón», valora uno de los presidentes autonómicos con más peso en el partido.
Esta inquietud es la que está haciendo que cargos nacionales y autonómicos abran la puerta a la posibilidad de arriesgarse a perder la Comunidad Valenciana antes de seguir sosteniendo a Mazón. Son plenamente conscientes de la dificultad a la que se enfrenta Alberto Núñez Feijóo a la hora de tomar una decisión, y también es cierto que, en su momento, en los días posteriores a la riada, apoyaron la decisión del presidente nacional de optar por el camino de aceptar la continuidad del líder valenciano con la condicionalidad de que su futuro estuviese ligado al resultado de la reconstrucción.
Pero los hechos han avanzado en una dirección que hacen que ya nadie dentro del PP vea posible que ni siquiera la reconstrucción pueda llegar a ser un mérito a sumar en el haber de Mazón, incluso aunque salga bien. El impacto emocional de la catástrofe está instalado en el imaginario popular de los valencianos y va asociado, indisolublemente, a las rectificaciones y contradicciones del presidente valenciano. Y, sobre todo, a su falta de explicaciones sobre lo que pasó la tarde de la DANA.
Para Mazón, el desgaste no es sólo político, sino también emocional. Hay quienes dentro del PP atribuyen precisamente a esto algunos de los errores que ha cometido en los últimos días. Tan afectado le ven, y tan sometido al estrés de la calle, que esto abre paso a las especulaciones sobre la posibilidad de una salida inminente. En su entorno, y él personalmente, lo niegan tajantemente, de momento. Al contrario, lo que ha venido haciendo es pedir tiempo, con la confianza puesta en que la presentación del plan de reconstrucción, y que éste empiece a implementarse, le sirva para recomponer su figura ante los ciudadanos y para sustituir su identificación con las muertes de la DANA por las decisiones que permitan ir recuperando la normalidad a las zonas más afectadas.
Esto era también lo que confiaban en el PP, pero esa esperanza ha ido perdiendo sentido al ver cómo se han complicado las cosas en medio, además, de versiones cruzadas y en las que no encuentran la manera de colocar el foco en las «mentiras» de la delegada del Gobierno o en los errores del Ejecutivo central.
Si algo caracteriza a Feijóo es que calla más que habla y porque orgánicamente siempre ha impuesto su máxima de ser respetuoso con la autonomía de los dirigentes autonómicos. Mazón, además, es una pieza de caza mayor porque «estamos hablando de apartar del cargo a un presidente regional del partido y al presidente de un Gobierno autonómico». Lo primero puede encauzarse en el congreso del PP valenciano de antes del verano. Lo segundo, está en el aire.