Lecturas solidarias

Leer es una acción individual principalmente, aunque se trate de un acto ante varias personas, en un aula, en la presentación de un libro, etc., porque, en cualquier caso, la asimilación de lo que se lee depende de cada uno, aunque influyan las opiniones de otros, sobre todo cuando se trata de un maestro o de un experto en el tema.

Pero una de las experiencias más enriquecedoras y solidarias es compartir lecturas: cuántos libros habremos conocido gracias a la recomendación de un amigo, de un profesor, de un librero, de un pariente, de un autor… Hace años, mi amigo Miguel Arango me recomendó Un puente sobre el Drina de Ivo Andric, gran novela que luego he sugerido a muchos. Algo parecido ha pasado con La marcha Radetzki de Roth, El jardín de los Finzi-Contini de Giorgio Bassani y un largo etcétera. Recomiendo a menudo la lectura de La Comedia humana de Saroyan, y todos los que han seguido el consejo me lo han agradecido. Este juego de dar y recibir es muy fructífero y da pie a interesantes conversaciones.

Otras veces, la fuente solidaria son los propios textos. La lectura de El Danubio de Claudio Magris me puso en contacto con un buen número de autores centroeuropeos importantes, lo mismo sucedió con la lectura de Grandes figuras de la literatura universal y otros ensayos del sabio profesor croata Luka Brajnovic, un auténtico pozo sin fondo, o con la de Cien años de literatura a la sombra del Gulag de Adolfo Torrecilla, donde el lector encuentra información detallada sobre obras que merece la pena leer, de autores que fueron víctimas del comunismo tanto en Europa como en Asia.

Y luego están las tertulias literarias, donde se comenta, se comparte y se descubren nuevas obras valiosas. Me parece poco probable que un buen lector sea egoísta, necesita compartir.