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Esto con Churchill no pasaba: cómo la foto de Yalta explica las miserias de Europa

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Este domingo la poderosa Gran Bretaña se sentará en una mesa a decidir el futuro del mundo con los principales líderes del planeta, como ya ocurriera hace exactamente 80 años en Yalta, en la península de Crimea.

En el enunciado de esa frase hay unas cuantas verdades (Londres ha convocado a los principales mandatarios de Europa, la OTAN y la UE para abordar el proceso de paz en Ucrania), pero también unas groseras mentiras.

Porque ni Gran Bretaña es ya una potencia poderosa, ni en la cumbre de Londres se va a decidir el futuro de un mundo en el que están implicados, como en Yalta, Estados Unidos y Rusia. Y, sobre todo, porque el primer ministro británico, Keir Starmer, no es ni la sombra de lo que fue el carismático Winston Churchill, el mandatario que aquel febrero de 1945 negoció el final de la II Guerra Mundial con los líderes de la Unión Soviérica, Josif Stalin, y Estados Unidos, Franklin D. Roosvelt.

La cumbre de Yalta está considerada de hecho como el inicio de la Guerra Fría, ya que aunque los tres países representados estaban en el bando ganador que derrotó a Hitler, en la práctica la URSS de Stalin había iniciado ya su distanciamiento con Occidente en su afán por quedarse con la Europa Oriental y construir un telón de acero que se mantuvo en pie medio siglo.

Curiosamente, en la comparativa de los líderes de los tres países, antes y ahora, está la explicación de por qué en este proceso de paz Ucrania tiene las de perder (la misma Ucrania que curiosamente tuvo en su poder Crimea y ahora ha perdido). Y mucho más después de la desastrosa reunión de Zelenski con Trump en la Casa Blanca de este viernes.

1. Putin es Stalin

Aunque la situación de la Rusia actual es muy distinta, por supuesto, a la Unión Soviética de 1945, lo cierto es que los líderes de ambos países acuden a la negociación del final de una guerra con similares posiciones de fuerza.

En 1945, al dictador soviético le avalaba ser uno de los vendedores de la II Guerra Mundial gracias a la ingente cantidad de vidas humanas que puso sobre el tablero para derrotar a Hitler. Hasta hace solo unos meses, Vladimir Putin aspiraba a negociar la paz en Ucrania solo con una pírrica y costosa victoria territorial en el este del país invadido, pero con con Europa y Estados Unidos en contra.

Sin embargo, la derrota de Biden y la victoria de Trump lo han cambiado todo. Ahora, gracias al trato preferente que le ha otorgado la Casa Blanca, Moscú está en disposición de poner condiciones para la paz sin que la vieja Europa haya sido capaz de oponerse.

2. Trump no es Roosvelt

La otra paradoja está en el segundo de los actores de esta crisis. Sin una guerra que ganar ni soldados a los que honrar, el presidente Trump ha conseguido liderar las negociaciones sobre la invasión de Ucrania con una iniciativa y una determinación que han descolocado al resto.

Sobre el papel, el representante de Estados Unidos aquel febrero de 1945 atesoraba el indiscutible mérito de liderar a un país cuya entrada en la guerra permitió doblegar a los nazis. Sin embargo, Roosvelt era ya un líder de salud delicada que murió unas semanas después y antes de ver cómo se sellaba la paz por la que tanto había trabajado.

Aquel 1945, el presidente estadounidense fue uno más en la mesa de negociación. En 2025, el torbellino Trump se ha convertido en el líder que va marcando los tiempos pese a tener una participación mucho menos determinante en el curso de la guerra.

3. Starmer (ni Macron, ni Scholz) no es Churchill

Pero la gran diferencia entre la foto de Yalta y la que salga del proceso de paz de Ucrania estará en el tercero de los protagonistas. El enérgico Churchill se convirtió en un líder carismático en la batalla (a pesar de no poder refrendarlo en las urnas) al nivel de los otros dos vencedores. Sin embargo, en esta negociación Europa ha quedado fuera de juego pese a su enorme esfuerzo militar para sostener a Ucrania.

El gris Starmer es una sombra de lo que fue el "viejo león", como quedará demostrado en la cumbre de este domingo en Londres -secuela de la que convocó Macron- en la que difícilmente se podrá variar la hoja de ruta de Putin y Trump.

Pero la culpa no es solo suya. El otro líder que estaría llamado a guiar a Europa, el francés Emmanuel Macron, es un mandatario con hechuras de estadista pero que tiene el patio trasero de la política empantanado con gobiernos en minoría, recurrentes mociones de censura y frecuentes cambios de primer ministro. Su predicamento, seguramente, da para lo que da.

El tercer país llamado a liderar debería ser Alemania, pero las cosas están aún peor en Berlín. El canciller en funciones, Olaf Scholz, ha sido vapuleado en unas elecciones en las que apenas le ha votado uno de cada seis electores, el peor resultado en la historia de su partido. El ganador, el conservador Merz, está ocupado en formar gobierno y contener a la extrema derecha.

Nadie tiene tiempo ni energías para liderar a Europa frente a Estados Unidos y Rusia.

Nadie tiene tiempo para ser Winston Churchill.




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