Con el papa hospitalizado, el Vaticano entra en "una zona gris"
Desde el alba hasta el anochecer, turistas y peregrinos se unen a la perpetua procesión de visitantes frente a la basílica de San Pedro. Pero el tiempo parece suspendido en el Vaticano sin el papa, cuya hospitalización arrastra a la incertidumbre a la Iglesia católica.
"Zona gris", "vacilación": desde hace tres semanas, el Estado más pequeño de mundo se encuentra en una delicada situación de incertidumbre en la que cada uno intenta continuar sus actividades sin saber qué deparará el mañana.
A primera vista, no hay nada anormal. Los visitantes serpentean la avenida de la Conciliación, mezclándose con fieles que cantan detrás de un crucifijo por el Jubileo, el "Año Santo" de la Iglesia.
Pero a varios metros, periodistas encadenan directos televisivos en múltiples lenguas. "¿Es por el papa?", pregunta un niño de la mano de su padre.
El pontífice argentino de 88 años, normalmente hiperactivo, no aparece en público desde el 14 de febrero, cuando ingresó en el hospital Gemelli de Roma por una neumonía bilateral.
La ventana del palacio apostólico desde la que recita cada semana el Ángelus lleva cerrada desde hace tres domingos, algo que no había ocurrido desde su elección en 2013.
Los días en el Vaticano transcurren ahora acompasados con los partes médicos que informan por la mañana y la noche del estado de salud del jesuita argentino.
En la sala de prensa, los corresponsales de la Santa Sede cambiaron la sutileza del derecho canónico por los tecnicismos del vocabulario médico como "broncoespasmos" y "oxigenoterapia".
- "Montaña rusa" -
En el interior de la ciudad-Estado, la vida avanza a dos velocidades. Los departamentos vinculados a las actividades del papa fueron los primeros en verse afectados.
"Estamos en servicios mínimos", explica a la AFP el caporal Eliah Cinotti, portavoz de la Guardia Suiza, encargada de la seguridad papal.
"Los servicios extraordinarios (misas, audiencias, recepciones de embajadores y servicios de Estado) están en caída libre. Es un periodo de latencia" que recuerda "el fin del covid, cuando todo volvía al ralentí", señala.
En la Curia, la administración central de la Santa Sede que maneja las actividades de la Iglesia en todo el planeta, los asuntos siguen su curso. Aunque el retrato de Francisco cuelga de sus paredes, los dicasterios (ministerios) trabajan con gran autonomía.
Pero las recientes crisis respiratorias de papa, que sigue en pronóstico "reservado", dificultan las proyecciones a medio plazo.
"Hay una ralentización debida al hecho de que no sabemos qué nos deparará el mañana. Vivimos día a día, no nos tomamos vacaciones", afirma una fuente vaticana bajo anonimato.
"Hay momentos en los que tenemos mucho miedo, otros en los que nos decimos que está remontando la cuesta. Es como una montaña rusa y es muy estresante", afirma.
- Ambiente pesado -
El Vaticano las ha visto de todos los colores. Entre mayo y agosto de 1981, el papa Juan Pablo II pasó 77 días en el Gemelli tras sobrevivir a un intento de asesinato.
Pero cuanto más se alarga, más pesa la hospitalización de Francisco, la más larga de su papado, que alimenta las eternas especulaciones sobre una posible renuncia y las maniobras de preparación de un futuro cónclave.
Sin embargo, hablar de futuro papado con el pontífice todavía vivo es una cuestión tabú, sino indecente.
"Estaría fuera de lugar", afirma un funcionario de la Secretaría de Estado. "La verdad es que nadie sabe nada", agrega.
"Es una situación extraña", confirma el vaticanista italiano Marco Politi. "No es el momento de que los cardenales se reúnan en secreto, planifiquen el futuro, porque también hay cierta elegancia en la alta jerarquía católica".
Pero, mientras los fieles rezan, cantan y ponen velas por las noches en la plaza San Pedro por Francisco, en las entrañas del Vaticano se preparan para cualquier escenario.
"Estamos en situación de crisis", dice una fuente diplomática europea cerca del Vaticano, que admite haber "revisado las fichas para el cónclave".
Desde el hospital, Jorge Bergoglio envía señales para demostrar que continúa al mando: escribe a los fieles, habla con sus colaboradores y firma decretos.
Sin embargo, el Miércoles de Ceniza que marca el inicio de la Cuaresma lo celebró desde su cuarto en el hospital, sin participar en la habitual misa en la basílica de Santa Sabina en la colina Aventino de Roma.
Su presencia en las festividades de Semana Santa, en 40 días, son todavía una incógnita.
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