Médicos, arquitectos, abogados o periodistas. Alumnos de todo el país se esfuerzan a diario para conseguir la máxima nota posible en las pruebas de acceso a la universidad y cumplir así su sueño. Cuando el fruto del esfuerzo llega, la sensación es agridulce: por una parte, hay en el joven una gran sensación de euforia por haber llegado a la nota exigida, señal de que podrá estudiar lo que eligió en un primer momento. Por otra, una sensación de nostalgia por la necesidad de abandonar el hogar familiar y abrirse un nuevo hueco en el mundo. Para los alumnos que llegan a la universidad Carlos III en Getafe el cambio, además de nostálgico, se torna en abrumador: de comer tortilla...
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