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La barrera de los cuidados: "Entre trabajo, casa y familia, mis noches siempre fueron demasiado cortas"

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Marisol, Bibi, Tamara y Ana; mujeres que sostienen generación tras generación el peso de los cuidados de hijos e hijas, personas mayores y dependientes enfrentándose a una barrera de trabajo invisible que sigue siendo mayoritariamente femenino

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“Construyamos un mundo en el que los cuidados no se sustenten en el sacrificio de nadie. Apostemos por una crianza que no necesite supermadres”. El discurso de Eduard Sola en los Premios Goya evidenció la realidad del peso invisible de los cuidados sobre los hombros de las mujeres. Reflejó la vida de Marisol o la de Bibi; la vida de tantas, la de nuestras madres, hermanas, amigas y abuelas.

Al calor de la lumbre en un rincón de la sierra riojana, en Nieva de Cameros, estas dos mujeres echan la vista atrás. Bibi tiene 79 años y a lo largo de su vida ha cuidado a su hijo, sus tres nietos, su suegra, su padre y su madre.

Aunque si piensa un poco más también recuerda a un tío con una discapacidad cuando era niña y a todo aquel que pisaba su casa desde que le salieron los dientes. Marisol tiene 86 años y si pudiera cambiar algo de su pasado serían las noches, que siempre eran demasiado cortas. Trabajar, estudiar y criar a tres hijos, hace que las horas de descanso se reduzcan a su mínima expresión.

Las suyas no son realidades aisladas sino ejemplos de un sistema que se sustenta en la dedicación plena de las mujeres a los cuidados a costa de muchas renuncias y de una desigualdad estructural que todavía hoy sigue patente. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo, los hombres con hijos cuya pareja tiene un empleo remunerado, dedican 20,8 horas a la semana a realizar actividades de trabajo no remunerado frente a las 37,5 horas que dedican las mujeres en la misma situación. Además, un 77,5 por ciento de mujeres con trabajo remunerado realizan todos los días actividades relacionadas con la cocina y las tareas domésticas, frente a un 32,9 por ciento de los hombres. 

Por otro lado, el informe del Gobierno de La Rioja 'Mujeres y hombres en La Rioja' del año 2023 manifiesta que casi una de cada tres mujeres se ocupan de las tareas de cuidado a menores o personas dependientes, frente al 4 por ciento de los hombres. Al mismo tiempo, la mitad de las mujeres que viven en pareja se encarga de la mayor parte de las tareas domésticas, en contraste con el 4,1 por ciento de los hombres en la misma situación. 

Generaciones enteras de mujeres han asumido que el ocio y el descanso no eran para ellas y ni siquiera se han planteado que estaban renunciando a mucho a lo largo de sus vidas. “Yo atendía mi casa, la carnicería y a la familia, y cuando él venía (su marido) tenía ya todo hecho”, cuenta Bibi, “era así y punto, porque siempre lo había sido”. Marisol también ha trabajado siempre dentro y fuera de casa, recorriendo cinco países y encontrando en cada rincón del mundo la misma realidad. “Estudiaba, trabajaba, llevaba la casa, cuidaba a mis hijos... Estaba casada con un hombre muy clásico y eso le parecía normal”, cuenta, “me acabé separando porque necesitaba tener libertad y hacer todas las cosas que no me dejaba hacer mi marido”.

Bibi, sin embargo, vivió siempre con su marido. Se ocupó de él después de haber cuidado a su suegra ciega, su madre con Alzheimer y su padre con Parkinson; después de haber cuidado a su hijo y a sus nietos. “Ya al final de su enfermedad yo le decía: con lo bien cuidado que has estado tú, cuando me toque a mí, ¿quién me va a cuidar?”, cuenta con una sonrisa. Sus amigas la rodean y le cogen la mano: “No te preocupes, Bibi, estaremos nosotras”. Las redes de cuidado femeninas se extienden más allá de la propia familia. “Cada una está en su casa, pero todas estamos siempre preocupadas por todas”, explica Marisol.

Ese momento de profundo amor se ve interrumpido por otro de pura alegría. Tamara llega con Leo, el último niño que ha nacido en el pueblo, el nieto de todas. Recién estrenada la maternidad, esta joven vecina de Nieva reconoce que empieza a valorar ahora el trabajo que han hecho su madre y sus abuelas. “Ahora las entiendo y entiendo también lo que hicieron Bibi, Marisol, Inma o todas las demás. Sin el esfuerzo de ellas no tendríamos ahora la libertad de luchar por nuestros derechos”, reflexiona, “ellas fueron de acero. No sé cómo lo hicieron”.

A las más mayores se les escapa una sonrisa que se convierte en carcajada cuando se les pregunta si alguna vez alguien les dio las gracias. “¡Qué dices! ¿Las gracias? Esa palabra no se usaba. Se hacían las cosas y punto”, dice Bibi, “ahora es cuando vemos lo que hemos perdido. Mi hermana piensa ahora en la jubilación que podía haber tenido de haber trabajado, pero mi padre nunca le dejó porque decía que, para servir, mejor a su padre”. Marisol empieza a sentir el reconocimiento ahora, cuando se acerca a los 90 años. “Ahora siento que hay gente de mi entorno que me reconoce como víctima, que me hace sentir con mucho cariño que valoran lo que me he esforzado por encima incluso de mis obligaciones”. ¿Volverían a hacer lo mismo? “No tanto”, responde Bibi de inmediato, “para qué te voy a mentir”.

Sí sienten ambas que algunas cosas van cambiando. “Ahora mis nietas y mi nieto son personas muy libres y son ellos quienes valoran todo lo que he hecho, lo que he ido aprendiendo yo sola de la vida”, apunta una. “Es que hay cosas que han cambiado”, añade la otra, “pero no por sí solas sino porque ponemos empeño; y queda mucho por hacer porque la sociedad está muy contaminada. Ahora veo gente que es hasta más reaccionaria que en mi época”.

No es una percepción equivocada. Y es que, según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas en materia de igualdad, las mujeres en España invierten una media de 6,7 horas diarias al cuidado de hijos e hijas mientras que los hombres dedican 3,7 horas a esa responsabilidad. Sin embargo, casi la mitad de los hombres (un 44,1 por ciento) considera que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”.

Es la hora del café y Ana se incorpora a la charla. Tiene 27 años y es madre de dos hijas. Llegó a Nieva desde Moldavia en plena pandemia sin saber ni una palabra de español. Las mujeres del pueblo se han convertido en su red de seguridad. “Las mujeres, siempre las mujeres”, dice con una sonrisa tímida, “la vida es así, siempre las mujeres todo. Le tocó a mi madre, me toca a mí y ojalá no les toque a mis hijas aunque me temo que sí”. “La historia de Ana confirma que nosotras no somos casos raros, que el mundo es así, nos toca en todas partes”, añade Marisol. La joven cuenta que es ella quien se encarga de sus hijas y de la casa. También Tamara ha cogido una excedencia para ocuparse del pequeño Leo.

El 85 por ciento de las excedencias para el cuidado de familiares las solicitan las mujeres. Esto se traduce, entre otras cosas, en que la brecha de género en pensiones asciende actualmente al 47 por ciento en general y al 45 por ciento en cuanto a pensiones de jubilación. “Cuidar a un bebé o cocinar no forma parte del currículo porque no se consideran conocimientos 'oficiales' y trascendentes, y, sin embargo, son saberes fundamentales para sobrevivir y vivir en sociedad. Por tanto, educar en la corresponsabilidad, debiera ser una materia presente en la escuela y, por supuesto, ha de ser una dimensión trabajada en la familia, máxime cuando ello incide de lleno en el desarrollo profesional de hombres y mujeres”, explica Eva Tobías, autora de “Coeducación, corresponsabilidad y cuidado”, investigación desarrollada en 2024 y financiada por el Gobierno de La Rioja, a través del Instituto de Estudios Riojanos.

Así, entre recuerdos, reflexiones y datos, la reunión se va levantando. Bibi tiene que ir a ayudar a su hijo. Tamara tiene que ocuparse de Leo porque es la hora de comer. Ana acompaña a Marisol, que ya no ve bien y no puede ir sola. Y así siguen tejiendo la red de cuidados, la que sustenta al mundo. Porque, ¿qué pasaría si las mujeres dejaran de cuidar? Se escuchan risas y después silencio. “Con que deje de tomarse como algo natural y empiece a valorarse, ya estaríamos cambiando mucho”, dice la más mayor de todas.




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