Incendios forestales más grandes, fuertes y frecuentes... ¿por qué?
No solo California arde. En los últimos años, hemos visto un aumento de los incendios en Australia, Rusia, Canadá, Indonesia, Grecia, Portugal y en varios países de Suramérica. A mediados de setiembre de 2024, una nube de humo se había instalado como una cobija que cubría todo el Valle Sagrado de Cusco, Perú. Los turistas que visitaron Machu Picchu, vieron el santuario histórico, patrimonio de la humanidad, a través de lentes nublados durante días.
¿La causa? Los incendios forestales no solo de la Amazonía peruana, sino también de la brasileña, la boliviana, la colombiana y la ecuatoriana. Más de 300.000 incendios arrasaron con más de 85 millones de hectáreas de Suramérica en tan solo unos meses. Es como si se hubiera quemado la mitad de China o 16 Costa Ricas.
Sin ir lejos, el año pasado Costa Rica vio un aumento de los incendios forestales. Hasta el 7 de mayo de 2024, se contabilizaron 139 incendios, que afectaron 27.000 hectáreas; muchos más que los 45 incendios que hubo en todo el año 2023, en lo que se vieron afectadas 7.165 hectáreas.
La frecuencia, intensidad y duración de estos incendios han aumentado considerablemente en las últimas décadas, lo que plantea una grave amenaza tanto para los ecosistemas como para las personas. Un estudio del 2023 estima que la inhalación de humo causa la muerte prematura anual de unas 12.000 personas. Aunque no se conoce con certeza la cantidad de fauna afectada, dado el tamaño del área impactada y la densidad de animales que la habitan, podríamos estimar, siendo conservadores, que en 2024 perdimos más de un millón de animales tan solo en Suramérica.
¿Por qué cada vez son más y más fuertes? Las sequías prolongadas, la disminución de las lluvias, y el aumento de la temperatura y los vientos, exacerbados por el cambio climático, secan la vegetación, lo que crea un combustible ideal para las llamas. A esto se suma la deforestación causada por la expansión agrícola, la tala ilegal y prácticas insostenibles como la quema de tierras para la agricultura. Todo esto genera las condiciones perfectas para un desastre sin precedentes.
Las llamas saltan de la copa de un árbol a otro, pasando por encima de barreras naturales como ríos o carreteras, y así dan origen a nuevos focos de incendio lejos del principal, algo que antes no sucedía. A medida que los incendios se vuelven más intensos, se propagan más rápido y son más difíciles de predecir. Esto hace que sea más complicado controlarlos. Los bomberos deben enfrentarse a condiciones cada vez más peligrosas, especialmente cuando la intensidad y velocidad del fuego supera la capacidad de desplegar recursos.
Desde un punto de vista ecológico, en el largo plazo, los incendios destruyen hábitats cruciales para una amplia variedad de especies, lo que lleva a la pérdida de biodiversidad. Los ecosistemas van perdiendo la capacidad de regenerarse, los suelos se degradan y la liberación masiva de carbono agrava la crisis del cambio climático.
Las comunidades más vulnerables, especialmente aquellas que dependen directamente de los recursos naturales para su subsistencia, sufren los mayores impactos: la destrucción de viviendas, tierras agrícolas y medios de vida. Además, la contaminación del aire por la quema puede provocar enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
La prevención debe ser la prioridad número uno. Las políticas públicas deben enfocarse en la gestión sostenible de los bosques, la protección de las áreas más vulnerables y la promoción de prácticas agrícolas responsables. El conocimiento tradicional de las comunidades locales sobre el manejo del fuego puede ser clave para reducir la ocurrencia de incendios. Además, la educación y la sensibilización son esenciales para reducir las prácticas de quema no controlada y fomentar la adopción de alternativas más sostenibles.
La tecnología también juega un papel importante en la prevención, mediante el uso de sistemas de monitoreo por satélite y drones para detectar incendios de manera temprana y facilitar una respuesta oportuna. La inversión en infraestructura forestal, como cortafuegos y sistemas de riego en áreas propensas a incendios, es igualmente importante para mitigar los riesgos.
Cuando los incendios forestales ya están fuera de control, la respuesta debe ser rápida y coordinada. Esto implica movilizar bomberos y recursos, y garantizar la evacuación segura de las comunidades afectadas. Los gobiernos deben invertir en capacitación y equipamiento para las brigadas contra incendios y en sistemas de alerta temprana.
Después del incendio, es hora de pensar en restauración. No solo se trata de reforestar, sino también de restaurar los servicios ecosistémicos: los suelos, las fuentes de agua y la biodiversidad.
Los incendios forestales son una de las manifestaciones más visibles y devastadoras del cambio climático. Su aumento en tamaño, intensidad y frecuencia refleja la fragilidad de nuestros ecosistemas y la urgencia de tomar medidas contundentes para frenar la crisis climática. A través de la prevención, la respuesta y la restauración ecológica, podemos mitigar sus efectos y proteger el futuro de nuestros bosques y comunidades. La pregunta no es si los incendios aumentarán, sino si estamos preparados para enfrentarlos de manera informada, rápida y oportuna.
aimee_lb@yahoo.com
Aimée Leslie es gestora ambiental y doctora en transiciones hacia la sostenibilidad.