Eran las nueve de la noche y en un banco de San Benito el Real, se sentó un chaval de unos 30 años en pantalones de deporte y sudadera. En el banco anterior había dos mozos con caras cansadas y mochilas de esas en las que se llevan ordenadores y, a veces, la vida misma. Justo delante de ellos un grupo de adolescentes no hacía más que cuchichear. Ese era el escenario de quienes habíamos llegado tarde a la imposición de la ceniza y nos fuimos encajando poco a poco en la parte de atrás. Delante, los señores más mayores habían llegado antes de que el cura subiera al altar. La noche era fría y lloviznaba pero los bancos se...
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