En Europa la medianoche ya había pasado cuando Nouri al-Jarrah, al inicio de la velada en México, se colocó el celular junto a la oreja. Primero hubo sorpresa en su rostro. Luego la sonrisa se diluyó en incredulidad. Los ojos se abrieron ante la comunicación de lo inesperado. ¿Sería el espanto? ¿Acaso la tragedia?Era diciembre de 2024. Hablaba en árabe, ese árabe suave y literario propio de la región de ‘al-Sham’, el Levante mediterráneo. A su lado, el escritor y editor iraquí Samuel Shimon y el traductor palestino Shadi Rohana pasaron del estupor a la búsqueda casi instantánea de sus celulares. Shadi musitó mirándome a los ojos: “Bashar al-Ásad cayó, al-Ásad cayó en Damasco”. Terminaba una era para Siria.“Nunca pensé que esto pasaría en mi vida”, braceó Nouri al-Jarrah en una sola línea, como si fuera un verso, en idioma inglés. En sus pupilas oscuras adiviné como reflejos la proa y las velas de un barco solitario que navega buscando el hogar. “Yo soy Odiseo;/ y morí/ en un barco de vapor”, escribió el poeta sirio.Exilios más exilios. Hacia 2016, la guerra civil en Siria había expulsado a la mitad de sus 22 millones de habitantes. Uno de cada cuatro sirios fue desplazado dentro de su país. Y otro uno de cada cuatro –hasta sumar más de cinco millones– tuvo que salir en busca de refugio extranjero. Muchos de ellos murieron en los pasos marinos que separan Anatolia de Kos, Samos y Lesbos, las islas griegas de la Unión Europea al otro lado de estrechos y pocos kilómetros de anchura, casi cinco, casi dos, casi 20, en cada caso. Tan lejos y tan cerca.¿Quién ha olvidado la imagen del pequeño Alan Kurdi, de tres años, con la camiseta roja, las bermudas azules y los zapatitos cafés, en la que parece adormecido sobre la arena, pero no lo está ni lo volverá a estar? “Duerme, mi pequeño/ El sopor se expande y el puerto acoge sus lanchas./ No hay gemidos ni rezos”. Aunque el niño murió en 2015, leer las nanas de Nouri al-Jarrah, escritas ocho años antes, hace sentir que son para Alan, una triste premonición.Es una de esas fotografías que rompen al mundo en llanto por un instante, hasta que por fin nadie hace nada de nuevo, y son arrojadas a los catálogos de las míticas agencias de artistas de la lente.Nouri al-Jarrah fue a buscar a los suyos a Lesbos y a Kos. No los podría haber encontrado antes, en mejores días, en su país, en Siria, porque él tampoco podía estar más allí. No entonces. No durante 43 años, contando hasta el momento en que recibió la llamada de su hermana, en Guadalajara, México.Las décadas de exilio le permiten hallar aposentamiento, descanso, un escritorio donde enhebrar palabras en paz. El poeta se encontró con su gente que apenas salía del terror, atravesando el mar en el terror, para encontrarse con campos de internamiento, miles de kilómetros de fronteras alambradas, guardias, soldados y perros sin bozal.Si el héroe de Homero pasó diez años en el combate en Troya y diez años abriendo olas en busca del hogar en Ítaca, Nouri, que habitaba una épica similar, encontró a la juventud de su país expatriada bajo las columnas atenienses, acaso ingenuos ante la longitud espacial y temporal de lo que tendrían que enfrentar. “Sirios que esperáis entre las ruinas de la Acrópolis,/ no hay puerto en el Pireo,/ ni tampoco barcos, ni siquiera en Rávena”.Estaban en los principios de lo que para él no anunciaba final.Nouri al-Jarrah vivió en la clandestinidad por su solidaridad con PalestinaEn nuestras conversaciones, el poeta sirio Nouri al-Jarrah abrevó con frecuencia en los paralelismos que hay entre los países árabes y los latinoamericanos. En particular, en lo que han sufrido unos y otros, las dictaduras. Nacido en 1956, recordó un momento de 1973, tras el golpe de Estado en Chile, que segó las vidas del presidente Salvador Allende, del poeta Pablo Neruda y del cantor Víctor Jara.“Tenía 16 años y salimos a la calle con mis compañeros. Éramos siete niños y niñas de la Unión Democrática Juvenil, del Partido Comunista Sirio. Quisimos solidarizarnos con el pueblo de Chile porque escuchamos que al músico Víctor Jara le cortaron los dedos en el estadio, y los que le cortaron los dedos le echaron su guitarra y le dijeron: ‘a ver si puedes tocar’. Por eso salimos a la calle y la ‘mukhabarat’ [la policía secreta] nos arrestó. Les dijimos que el gobierno había dicho que Siria está en solidaridad con el pueblo de Chile. Después de habernos golpeado, los interrogadores nos dijeron ‘nosotros somos los que estamos en solidaridad con Chile. No ustedes’”.Damasceno. Damascena. El gentilicio de Damasco es uno de los más poéticos del idioma castellano. ¿Lo sabrán quienes no lo hablan? Nouri sonríe cuando se lo digo. No lo habla pero más o menos pesca palabras que sube a su barca para disfrutarlas, repitiéndolas. Y sospecho que sabe que en italiano se escribe igual, pero no me lo dice. Yo replicaría que, sin el sonido ‘sch’ apenino ni el ibérico de la ‘z’, suena más terso en mexicano. Distracciones. Lo que importa es el sentimiento de ser de allá, de la urbe cuatro veces milenaria llamada en árabe ‘Dimashq’, que para Nouri es tan viva a pesar de que tuvo que salir de su ciudad natal a los 24 años, y ahora está por alcanzar los 69.Su segundo hogar es la capital libanesa. Le cuento que acabo de volver tras cubrir la última invasión israelí desde ahí, me cuenta del ambiente de la ciudad a principios de los ochenta: “Beirut era como un laboratorio de cómo renovar la poesía, modernizarla, y al mismo tiempo luchar en contra de las dictaduras. Junto con todos los otros poetas, intelectuales árabes, en el Líbano, todos éramos una suerte de refugiados en una tienda de campaña palestina”. Ahí conoció a Samuel Shimon, con quien vino a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, su gran compañero de luchas y letras. Ambos eran parte de la Organización para la Liberación de Palestina y, en los cafés del bullicioso distrito comercial beirutí de al-Hamra, se encontraban con toda una variedad de pensadores de los exilios árabes: aquí y allá, Irak, Libia, Egipto o Argelia, donde sobre el nacionalismo se entronizaron gobernantes absolutos que se sumaron a los monarcas de Marruecos o Jordania en la práctica de encarcelar, asesinar o enviar al exilio a la oposición, especialmente a la que usaba la cabeza para pensar.Nouri al-Jarrah debió entrar a la clandestinidad y luego marchar al exilio por su solidaridad con Palestina, y lo salvaron militantes palestinos. Después de que Jáfez al-Ásad dio el golpe de Estado de 1970, por el que gobernó por décadas para ser sucedido a su muerte, por su hijo Bashar, hasta que al final se robó 54 años de la historia de su pueblo, su gobierno llegó a un acuerdo con Israel en 1974 y, por muy pro-árabe que se decía, inició una campaña de persecución contra los refugiados palestinos en Siria y en el Líbano para acabar con la resistencia anti-sionista.En 1976, el ejército de al-Ásad se sumó a las fuerzas cristianas falangistas para perpetrar la matanza del campo de Tel al-Zaatar, en Beirut, donde murieron más de dos mil palestinos y unos 4 mil fueron heridos. El poeta y sus camaradas difundieron una carta denunciando los crímenes. Pero el Partido Comunista Sirio había optado por la colaboración con el régimen:“A la una de la mañana, vinieron los líderes a mi propia casa a amenazarme, dijeron que ‘si este pronunciamiento llega a las manos de la ‘mukhabarat’, nosotros vamos a decir que tú no eres parte de nuestro partido y no te vamos a apoyar’. Mi respuesta fue sacar una hoja en blanco para escribir mi renuncia al partido y esa noche escapé al campamento [palestino] de Yarmouk”, escribió, en los alrededores de Damasco, donde pasó cuatro años en la clandestinidad.Si Nouri al-Jarrah no escapa a Beirut hubiera terminado en la cárcelEn 1980 los comunistas palestinos lo recomendaron con sus camaradas de Líbano: “Mi salida de Siria hacia Beirut fue la salida también de mi voz, porque si yo me hubiera quedado en Siria, hubiera terminado o en un manicomio, o en la cárcel o en la tumba”. Fue entonces que pudo difundir sus primeros poemas: “Sólo en Beirut porque en mi país, todas las revistas pertenecían al régimen: los intelectuales estábamos divididos entre los que escribían en periódicos del régimen y otros que, bueno, o no decían nada porque fueron silenciados o publicaron fuera del país”.Mis charlas con Nouri y Samuel, en inglés o apoyadas en la invaluable traducción de Shadi al castellano, se dieron en el hotel Barceló y en los pasillos de la feria de Guadalajara, así como en las calles de las colonias Doctores, Roma y Condesa de la Ciudad de México; entre la librería Casa Tomada y el Centro Cultural Laguna, donde ofrecieron lecturas bajo los auspicios de la novelista Ximena Santaolalla; y en el Salón Covadonga y la cantina Xel-Ha, donde el sirio degustó una sopa de lima que –por verdad o por cortesía– le encantó.Toda pasión por las literaturas, libertad de decir y decir, y hasta el clima decembrino fue amablemente acariciante. Tan ajeno al mundo real, a México, a Siria… A la invasión israelí al Líbano. La más reciente, apenas. Cuyas consecuencias llegaron hasta la Damasco de Nouri al-Jarrah e impactaron su propia vida.“Soy un escritor árabe-meditarráneo”, dice Nouri al-Jarrad¿Por qué las referencias helénicas son tan repetidas en la obra del poeta? Leyendo a un autor árabe, asumía que las habría distintas, más remotas, propias de los desiertos de África y Asia, de las aguas del Índico y de las batallas de los herederos del profeta. Me sorprendo tropezando con mi propia forma de orientalismo. Cae sobre mí la mirada de Said. “Khalas!”, suficiente, me detiene afablemente Nouri al-Jarrah. “Soy un escritor árabe-mediterráneo”.Los antiguos fenicios llevaron el comercio, el alfabeto y la cultura hasta las Columnas de Hércules, hoy Estrecho de Gibraltar, desde las costas de Levante. Tiro, Sidón, Biblos y la propia Beirut son ciudades vivas de los legendarios fenicios, que hoy integran el Líbano y que para los sirios son parte de su origen ancestral. El griego fue ‘lingua franca’ de toda la región. La isla de Creta está a dos mil kilómetros de la costa de España pero sólo a 900 de la siria. El Mediterráneo, de Algeciras a Estambul, es de Serrat tanto como lo es de Nouri. Poseidón, Troya, Helena y Menelao conforman la tradición preislámica que sigue alimentando la poesía árabe contemporánea pese a la inconformidad de los fundamentalistas.Y Ulises puede ser reflejo de nuestro poeta sirio tanto como lo puede ser de cualquier lector exiliado de Homero.La odisea de Nouri continuó después de Beirut. Sometida a la presión combinada de las milicias falangistas y las fuerzas sirias, y de una invasión israelí, la Organización para la Liberación de Palestina fue expulsada del Líbano en 1982, rumbo a Túnez. Samuel y los intelectuales del exilio árabe se marcharon también. Solitario, Nouri todavía reportó como periodista, junto a una colega italiana, las masacres de los campamentos palestinos de Sabra y Chatila, cometidas por una milicia cristiana-libanesa bajo control del ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon.“Tenía una cámara pero no fui capaz de tomar fotos de ningún cadáver porque sentí que eran mis hermanos, mis familiares. Las condiciones de los cuerpos eran horrorosas porque entramos tres días después de la masacre y estaban expuestos al sol. Sólo escuchaba un zumbido en mis oídos, no podía escuchar nada más. Sólo veía a la gente caminando. Una mujer se agarraba el cabello, llena de sangre porque se lo arrancaba de la cabeza”.En Europa refulgió su carrera, dirigió revistas, publicó poesía y se convirtió en una figura central de la literatura árabe contemporánea.El árbol de las esperanzas donde los refugiados escribían mensajesTreinta años después, en la isla de Kos, Nouri al-Jarrah conoció a un joven sirio que le contó que él y su compañero habían sido los únicos sobrevivientes al naufragio del frágil bote en el que intentaron cruzar el estrecho desde Turquía. Le presentó a una muchacha. Era griega. Aunque no hablaban un idioma común, ella dijo que por amor al nuevo exiliado, cuando terminara la guerra regresaría con él a Siria.En Lesbos, encontró un árbol que la gente llamaba “de las esperanzas”, porque los refugiados que habían sobrevivido al mar escribían pequeños mensajes que insertaban en el tronco y las ramas. “¿A quién narrarle cuanto he visto/ en este monte en el que no hay más que latidos de papeles/ al viento,/ misivas abandonadas por muchachos y muchachas sirias,/ y kurdos y yazidíes/ y palestinos desesperados/ y musulmanes y cristianos y otros muchos,/ fugentes de ciudades que han ardido o sucumbido a la peste?”Diversidad en la tragedia… pero también en la construcción de una nueva Siria, de nuevos países para todos. Nouri acusa que entre diversos actores en pugna, entre tantos que han metido la mano en Siria, se coincide en pretender representar el conflicto como una lucha sectaria entre las minorías alauí –a la que pertenecen los Ásad–, cristiana, drusa y otras, contra la mayoría suní, pero esto es falso.Señala como evidencia que, en 2011, al principio de la revolución, el régimen abrió las cárceles para dejar salir a militantes extremistas islámicos que se incorporaron a las filas rebeldes para imbuirles una ideología radical, mientras combatía a sectores laicos y moderados. Pero esto fue, continúa el poeta, una intoxicación del movimiento, que sostenía la consigna: “el pueblo sirio es sólo uno”.En esa etapa, su propio hijo, Rami Jarrah, participó reportando la represión del régimen desde Siria hasta que tuvo que escapar con su mujer y su hija –al igual que el padre–, y luego siguió actuando desde el exterior bajo el seudónimo de Alexander Page. Tuvo más suerte que el hijo de la hermana gemela de Nouri, Fadi, quien fue detenido en 2012, para ser desaparecido en los calabozos de la ‘mukhabarat’.“No vamos a dormir en varias noches, ningún sirio lo hará”: dice Nouri al-JarradHacia la noche del sábado 7 de diciembre de 2024, en el bar del Barceló de Guadalajara, el poeta sirio Nouri al-Jarrah recibió la llamada de su hermana mayor, para informarle que el régimen de Bashar al-Ásad había caído, que los guardias habían abandonado las cárceles y que los presos habían salido a las calles. Nouri preguntó por su sobrino Fadi. No hay rastros de él. El poeta no sabía qué hacer con las emociones acumuladas encima: “No vamos a dormir en varias noches, ningún sirio lo hará, no queremos despertar al día siguiente para descubrir que no es cierto”.Le pedí que me diera sus primera impresiones, ante la cámara del celular: “Lo que siento son cosas muy mezcladas. Es más que una felicidad porque este régimen es el peor que la parte oriental del mundo árabe ha conocido, y es una de las peores dictaduras que el mundo ha conocido. Ha torturado no solamente a los sirios sino a los palestinos y a los libaneses, a través del terror, de las cárceles”.Le pregunté si iba a retornar. “Soy un poeta que ha vivido en el exilio por 43 años y siento que por fin tengo la oportunidad de visitar mi primera casa, mi primera ventana, mi primera cama y voy a reunirme con mis amigos que ahora son viejos, y recordaré a mis amigos muertos, los que perdieron su vida dentro de las cárceles”.Si el poeta no debe quejarse de su exilio, entonces ¿qué representa para él que se abra de pronto la posibilidad del retorno? Me respondió dándole aire a la reflexión:“Me encuentro en una encrucijada, con dos preguntas en mi bolsa: la primera: al-Ásad ha caído, pero ¿qué pasa con el bosque? La segunda pregunta: ¿Quién seré mañana en el mundo, ya sea que esté en Londres o en Damasco, ahora que el camino para regresar a la primera casa, que llamamos la patria, está abierto, y el exilio ha hecho de todo el planeta mi patria? Oh, qué pensamiento tan angustioso.“La preocupación por la idea del retorno ha estado siempre presente en mi poesía. Mi poesía no se aparta de este sentido, sino que surge del crisol de la dolorosa experiencia de la humanidad contemporánea en su lucha existencial, ya sea en el enfrentamiento con asesinos y dictadores o en el enfrentamiento con el enigma de la existencia humana y su batalla con las preguntas existenciales para resolverlo.“Y la pregunta ahora es: ¿Podemos hablar del futuro con excesiva confianza en una época en la que el mundo está dirigido por un puñado de tiranos e individuos obsesionados que desean dominar cada vez más, no solo sus países de origen sino el planeta entero, tratando incluso de extender su control a otros planetas?.“La cuestión, entonces, ya no es el futuro de la poesía, del poeta en el exilio, de la patria o de cualquier parte del mundo. Se trata del futuro de la humanidad en el planeta, y casi diría del futuro de la existencia humana”.El pueblo sirio ha sido víctima del ‘juego de las naciones’En Guadalajara, el 8 de diciembre de 2024, para abrir su charla en la Feria del Libro, Nouri al-Jarrad hizo un chiste que mostró que avanzaba en la digestión de la nueva realidad: “Al escuchar sobre la caída del dictador de Damasco, me pregunté ¿he tenido yo que viajar hasta México para que el dictador cayera?”.Tres días más tarde, en la librería Casa Tomada en la Ciudad de México, las reflexiones se siguen asentando: “Durante estos últimos días sentí que, de repente, todo el libro de mi vida ha sido abierto en todas las páginas, y las preguntas que me estoy haciendo ahora son: ¿Puedo volver a Damasco? ¿Y cómo va a ser esta ciudad, cómo la voy a ver? ¿La voy a poder reconocer? ¿Voy a poder llenar este vacío de medio siglo? ¿A dónde voy a ir primero? ¿Voy a visitar la tumba de mis padres, de mi hermano, de todos aquellos que se han ido de este mundo sin que tuviera la oportunidad de despedirme de ellos? ¿Por qué calles voy a pasear, en esta ciudad donde pasaba horas durante el día nada más caminando? Muchos pensamientos me están atacando ahora”.El viejo régimen cayó… ¿qué viene ahora? “Me estoy preguntando quiénes son aquellos que han derrocado al dictador, no los conozco. Siria, durante muchos años, ha estado en el corazón de lo que podemos llamar ‘el juego de las naciones’ y el pueblo sirio es víctima de ese juego. Si los nuevos gobernantes van a cambiar una dictadura secular por una dictadura islamista, la tragedia siria va a seguir”.Nouri no ve razón para anticipar el pesimismo, sin embargo. Regresamos al momento inicial, a las primeras preguntas que le hice, tras la explosión de la noticia que anticipa el regreso a casa de Odiseo: A pesar de que sabes que muchas manos han intervenido, ¿te sientes esperanzado?“Como fuerzas democráticas, hoy empieza nuestra lucha por una nueva Siria. Las cosas no son fáciles. Hay muchas fuerzas en este movimiento pero todos son sirios y si creemos en la democracia, tenemos que escucharlos a todos. ‘Ya'ni’…”.Nouri emplea una muletilla que se usa en árabe para llenar un vacío, una pausa, ‘ya’ni’. Toma aire y continúa:“Siria ha aprendido la lección de la opresión y la lección de la desesperanza, de la decepción, en las fuerzas occidentales que nos vendieron la idea de democracia. Los sirios fueron abandonados. Vamos a juzgar al opresor y vamos a hacer una Siria multicultural y multiétnica para los cristianos, para los musulmanes y para todos los que forman parte de la diversidad”.Repito: ¿Te sientes esperanzado?“En estas condiciones, solo puedo tener esperanza. El poeta escribe su poema solo para criar la esperanza. ¿Cómo puedo escribir un poema y criar la esperanza? La esperanza es incurable, es una enfermedad de la que uno no puede curarse”.GSC/ASG