Se asomó al abismo Juan Ortega . Cómo tragó con un toro de esos de enfermería. Loco por calar su piel andaba Pardillo, que hizo hilo desde la salida. Mirón y con esa embestida tan desordenada –recta a veces, metiéndose otras–, el último de la feria invitaba a coger raudo la espada y enviarlo a otra vida. Pero Juan de Triana, valiente y torerísimo, se entretuvo en echar las telas despacio y sublimó el toreo. Ya en el bonito quite por delantales lo hizo, pero en la muleta su dimensión se agigantó. Con pureza le buscó las vueltas, con suavidad frente a las incertezas. Más de un «¡ay!» se escapó en el tendido cuando lo tanteaba por el derecho, por...
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