El nuevo orden mundial de EE UU
Donald J. Trump da señales de que aspira a otro orden mundial. Quizás no se trata de una copia de la Guerra Fría, pero sí de un fortalecimiento de tres polos que le permitan a Estados Unidos «ser grande de nuevo». Para lograr que su país recobre la fuerza imperial que lo signaba hace cuarenta años, Trump entiende que necesita fortalecer e incluso alimentar a sus enemigos naturales. Como lo dicta la teoría populista, la grandeza propia depende, sobre todo, de la grandeza de tu contrario. Sin enemigo, no habrá grandeza.
En este sentido, Trump parece decidido a dejar que la añoranza de Vladimir Putin por una Rusia más poderosa a las puertas de Europa pueda ser consumada. A Trump, por ahora, le conviene que eso ocurra. Alimentar al otrora oso soviético resulta alimento para su retórica y el rediseño de la geopolítica internacional al que aspira.
¿Y el tercer polo? El gigante ya no tan dormido: China. Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos reclama el canal de Panamá, donde precisamente los chinos controlan parte de su operación, pero no lo hace tanto con Taiwán, que vive amenazada por el gigante asiático. Aquí la diferencia es geográfica y la lógica de «patios traseros» cobra sentido; esto es, cada uno con los suyos.
Elon Musk, el CEO de Tesla, le ha aconsejado a Trump salirse de Naciones Unidas y de la OTAN. Y es lógico que lo haga. Seguir participando y financiando dos entes que favorecen el mundo multipolar y amenazan el crecimiento de Rusia contradicen el sueño de imperios que invade al magnate presidente.
Hoy, cuando la democracia como valor en Occidente se encuentra tan desgastada, podríamos estar a las puertas de una reconfiguración de fuerzas en el mundo.