Armas
Gracias a los lectores de esta columna, porque el miércoles pasado recibí muchos comentarios alrededor de lo que escribimos sobre abrir la economía mexicana a terceros países afuera de la zona del T-MEC. Hubo uno que otro lector enojado por el uso de un anglicismo en el título - “retaliación”, que quiere decir “represalia” - y que no solamente es un anglicismo. También es un latinajo, y también es un término que los economistas utilizamos ampliamente, especialmente hablando de teoría de juegos y de política arancelaria.
Ayer martes, el Washington Post publicó un artículo en una página completa, diciendo que la estrategia del “litigio de más de 10 mil millones de dólares” que el gobierno mexicano está siguiendo en contra de los fabricantes de armas, no es la estrategia correcta para detener el flujo de armas a México. Se trata de la página 16, escrita nada menos que por la mesa editorial, y lleva por título “Mexico’s lawsuit is not the way to curb gun violence”. Según el artículo, el asunto va más allá de la Segunda Enmienda de la Constitución de ese país; también cita jurisprudencia que establece que los vendedores de bienes y servicios no pueden hacerse responsables del mal uso que sus clientes o terceros den a los productos que ellos comercializan. Bajo esa lógica, sigue el artículo, sería imposible vender bates de beisbol, dado que alguien podría usarlos para lastimar a otro ser humano.
Es interesante que esto haya salido en el Washington Post, el faro de la democracia y la libertad de prensa, en esta época que es propiedad de Jeff Bezos, uno de los sicofantes billonarios amigos de Donald Trump. Quizá, es la prueba de que está teniendo el impacto correcto, y que el litigio de armas tiene que seguir por donde va.
Tengo amigos abogados, expertos en materia comercial, que aseguran que el castigo por la exportación de armas podría llegar a las acereras que venden acero a las armerías.
En este sentido, tengo que insistir en la estrategia de aranceles cero en las aduanas mexicanas, incluso para el Estados Unidos de Donald Trump, que tanto nos ha fustigado, especialmente a países aliados y amigos como México y Canadá, con las amenazas arancelarias. Si el arancel de importación para el mundo entero es cero, y fiscalmente la aduana es solamente un espacio de recaudación de IVA, entonces la militarización de las aduanas tiene sentido, especialmente si al final los marinos pueden concentrarse solamente en tres tareas: detectar y parar armas, precursores químicos para drogas, y drogas ilícitas.
Para un objetivo de política, solamente conviene destinar un instrumento. La aduana es una agencia con objetivos en conflicto. Tiene que recaudar, tiene que parar cosas ilícitas, tiene que hacer valer las leyes de impuestos al comercio exterior. No debe extrañar, entonces, que la aduana se convierta en un nido de corrupción.
Militarizar la aduana igual y es útil para detener todo lo ilegal. De hecho, hace tiempo, en el sexenio del presidente Peña, se resolvió que en las aduanas podrían estar agentes extranjeros, incluso armados. Una buena política para salvar cara, y demostrar que estamos cooperando en el tema del fentanilo, es que en las aduanas estén agentes no de ICE, sino de la DEA y de agencias de inteligencia estadounidenses encargadas con temas de narcóticos.
El año pasado las importaciones fueron 33 por ciento del PIB. Si eso paga 16 por ciento de IVA, en la aduana se recaudan 5.3 puntos del PIB en IVA. Nada mal. Podemos dejar de recaudar el arancel del 1.6 por ciento sobre esas importaciones, y destinamos a las aduanas exclusivamente a prohibir lo ilegal.
A lo mejor tienen razón los editores bezistas del Washington Post, y no vamos a lograr nada con nuestro litigio multimillonario en contra de las armerías. 10 mil millones de dólares, 200 mil millones de pesos, son dos tercios de un punto del PIB. Francamente me sorprendería que México esté invirtiendo semejante cifra en un litigio; aunque peores cosas hemos visto en este país.
Lo cierto es que nuestros campos de exterminio de reclutas del narco, como los descubiertos en Jalisco hace unos días, deberían ser una vergüenza nacional, que desatara una respuesta de perfil mucho más alto que el que hemos visto de la autoridad federal. Sí, Trump está loco, y está abusando de nosotros con políticas de extorsión. Pero el Estado fallido por el narco ahí está. Quien sea la cabeza del Estado mexicano, tiene que responder ante este flagelo. No se la debe a Trump: nos la debe a todos los mexicanos.