Circunstancias
Ortega y Gasset decía que “el hombre es él y su circunstancia”. La teoría de la perspectiva y de la razón histórica está más vigente que nunca. El mundo está colapsado y no hay certeza de lo que sucederá en el futuro próximo. Sin necesidad, Donald Trump decidió llevarnos a una espiral que puede terminar en una recesión mundial, para evitar subir impuestos y enfrentar los retos de su déficit y su deuda. A lo hecho pecho, pero como la realidad es muy terca, Trump oscila entre sus tropiezos, trata de minimizarlos, pero sabe el riesgo al que se enfrenta. Los 90 días le darán una nueva perspectiva de sus acciones y quizá modifique varias, aunque el daño ya está hecho y EU perdió billones de dólares. Su pensamiento no cambiará, pero sí la instrumentación que quiere lograr a través de una posible guerra comercial. Es mucho el poder de un solo hombre y ya los estadounidenses empiezan a cuestionarse el autoritarismo fascistoide que invade hasta sus más prestigiosas universidades, afecta instituciones, y reduce todo a términos de poder y dinero.
En México, nuestra perspectiva, dada nuestra situación histórica, no pinta bien. Tenemos fortalezas que han logrado paliar el alcance destructivo de los aranceles, pero también tenemos debilidades. El nearshoring al que tanto apostamos se está yendo a Vietnam, a países europeos del este y a Asia. Nuestro prestigio internacional se ha perdido.
El turismo cayó 9 por ciento en Cancún el año pasado. No hay promoción turística. Hay, en cambio, muchas noticias de lo peligroso que los cárteles mexicanos dominen más del 40 por ciento de nuestro territorio. Se ha convertido un problema de seguridad nacional para EU, porque el fentanilo mata a 100 mil personas al año. En Vietnam murieron 50 mil soldados. Es por tanto un problema de salud pública muy grave.
Más allá de que México reclama el armamentismo de los cárteles desde EU y que acusa no hay campañas de prevención en el consumo de drogas, el problema es mucho más complejo. Crimen siempre ha existido, pero no dentro del propio aparato estatal, en las actuales circunstancias por su magnitud. Cierto que la droga es un gran negocio aquí y se realiza en EU. Hay lavado de dinero y distribución de la misma en todo el territorio de nuestro vecino país y no se perciben acciones contundentes. Cerrar el paso de la droga desde México y América Latina es, sin duda, necesario, pero la demanda define la oferta. La salida es la legalización de las drogas para supervisar su contenido, pero esto afectaría a grupos poderosos en ambos lados de la frontera. Así que pueden darse acciones llamativas con intervenciones en México, pero esto solo modificaría el control del mercado ilegal. Omar García Harfuch se bate con riesgos y valentía, pero es difícil su papel, aunque con resultados encomiables.
Mandar reos y posibles narcopolíticos a EU es más un tema político que policiaco, para doblar las resistencias de México, junto con los aranceles. Pero nosotros también tenemos circunstancias propias que hemos ido forjando para acrecentar nuestras limitaciones. El “abrazos, no balazos” ha sido costosísimo, se ha desmantelado el control policíaco.
Hoy las fuerzas armadas se han empoderado. Hacen las obras públicas, protegidos por la secrecía y de la supuesta seguridad nacional. Construyen casas en Acapulco y Quintana Roo en predios paradisíacos, para su uso. No hay supervisión de obras, el daño ecológico del Tren Maya es un ecocidio y no hay turistas. Las estaciones del tren son enormes. La de Chetumal es más grande que el aeropuerto internacional del municipio. Tirar recursos públicos para no producir gasolina, no lograr que funcione el tren transístmico, y tener un aeropuerto inútil y una línea aérea quebrada son ejemplos de la mala administración de nuestro presupuesto. Los recortes en salud, educación y áreas sensibles a la atención de la calidad de vida se atenúan en sus efectos inmediatos por las ayudas sociales.
Pero las finanzas públicas están disminuidas. No hay inversión en infraestructura, ni siquiera un mantenimiento adecuado de la misma. Carreteras, caminos, calles y avenidas destrozados, grandes estadios de beisbol reconstruidos como escuelas que cuestan mucho para que no funcionen. La deuda pública ha crecido ante la falta de recursos propios, porque ha caído inversión y empleo. El SAT ha hecho una buena labor cobrando impuestos, pero ya no hay mucho por encontrar como elusión o evasión fiscales. La corrupción se maneja en cash, como lo explica Elena Chávez. Ahora se prohíben alimentos chatarra en escuelas, pero no así el chocolate del bienestar, que también tiene altos contenidos de azúcar, grasa y sodio.
El nepotismo no ha acabado, sorprende que Bertha Luján, cuya familia toda está en la nómina gubernamental, diga que son problemas superados, sin rubor. Sin duda, el secretario de Hacienda, Edgar Amador, está siendo prudente y eficaz en su labor, gracias a lo cual aún no se sienten la inflación y la caída de la economía tan ferozmente. Es discreto, y sin duda, tiene enemigos que cuestionan su moderación. La propia presidenta Sheinbaum, al igual que Trump, pide bajar tasas en un entorno de altos riesgos, que no necesariamente abonarían a la inversión, pero sí a la especulación.
Pero la cereza del pastel que acaba de frente con el Estado de Derecho, abriendo la consolidación del autoritarismo de corte fascista, es la reforma al Poder Judicial. El pretexto de que la administración de justicia era mala, es cierta, pero no se han modificado ni a las fiscalías, ni a los ministerios públicos, donde se originan los datos para los juzgadores, que no investigan, solo analizan. Ahí es donde se registra la mayor corrupción e inequidad para acceder a la justicia. Jueces, magistrados y ministros eran sometidos a rigurosos exámenes y concursos, con una carrera judicial que abonaba a su rectitud, con protocolos y jurisprudencia que han beneficiado a los grupos vulnerables y que también defendieron a la Constitución.
Pero la venganza de AMLO contra el Poder Judicial es terrible. Nos quita la certeza jurídica, a los ciudadanos y a los inversionistas. ¿Quién quiere invertir en un país donde las reglas cambian, según lo requiera el gobierno? El último acto vergonzoso fue que el Tribunal Electoral, violando la ley, permite a los servidores públicos hacer campaña para las elecciones próximas del Poder Judicial. El INE no ha podido organizar un proceso que permita garantías. Los propuestos son morenistas, salvo honrosas excepciones, de quienes decidieron dejar el cargo e ir a las urnas.
Si bien el electorado votó por la 4T, nunca pensó que se harían realidad las propuestas de AMLO para adueñarse del país. Hoy no hay suficientes casillas. La distribución de los votantes es subjetiva, porque no se eligen por distritos electorales, sino por la ubicación de juzgados. Los funcionarios de casilla no contarán los votos, esto lo hará el INE centralmente, sin participación ciudadana. Los ciudadanos independientes tienen pocas posibilidades de ganar, porque para hacer campaña están ubicados, según el puesto, en zonas donde no se les conoce, no tienen recursos y esto tampoco solucionaría su competitividad. Porque quien movilizará el voto es el partido Morena. Darán las listas a sus militantes y beneficiarios de programas, para que acudan a las urnas. Aun así, el INE espera de un 10 a un 12 por ciento de electores. No hay interés en una votación amañada, en la cual, si llegase a ganar algún candidato opositor o independiente, éste puede ser sustituido por el tribunal que surge del Consejo de la Judicatura, sin derecho a una defensa adecuada. O haces lo que digo o te vas. Así de claro.
Este evento marca una razón histórica que acabará con el Estado de Derecho. Si Claudia Sheinbaum pudiese manejarse conforme a los intereses del país, sin duda debería cancelar la Reforma del Poder Judicial. Es difícil pues, como vimos con el nepotismo, los votos los controlan Adán Augusto y Monreal, aún con algunos legisladores que no coinciden. Pero si enviase una propuesta para reformar al Poder Judicial sin acabar con la certeza jurídica, se aprobase o no, se generaría un poco de confianza para invertir en el país.
Así pues estamos ante una perspectiva histórica que cambiará a México. Desde lo interno, hasta lo que el ámbito internacional nos depare. Porque queda claro que Trump ve a América desde Groenlandia hasta Panamá y buscará el control absoluto a sus intereses.