A eso que llamamos Anexión
En la línea del tiempo, la memorable gesta histórica de la Anexión representó para esas dos entidades territoriales incipientes –otrora Partido de Nicoya y Provincia de Costa Rica– mucho más que la unión de sus territorios.
La Provincia de Costa Rica, creada en 1573, no llegaba a sumar en ese entonces más de 60.000 habitantes. Fue considerada la provincia más pobre y lejana del resto de las colonias pertenecientes a la Corona española, hecho que le depararía beneficios en su esencia, pues acá venían a escolar los desterrados civilistas y no los codiciosos y avaros militares.
Lo de “costa rica” que da origen a su nombre fue, sin lugar a duda, más una alusión a su belleza paradisiaca que a la existencia de otro tipo de riqueza, esa que corrompe y enajena: oro y plata.
Por su parte, el Partido de Nicoya fue una entidad territorial que comercialmente estuvo vinculada, tanto con la Provincia de Costa Rica como con la de Nicaragua, pero que administrativamente casi siempre fue dependiente de la Capitanía de Guatemala. Prueba de ello es que el acuerdo de anexión a Costa Rica tuvo que ser ratificado por dicha capitanía.
Los principales poblados que conformaban el Partido de Nicoya fueron:
- Nicoya: su cabecera, donde radicaban las autoridades políticas y religiosas. En tiempos de la anexión tenía 1.978 habitantes. Gestionaba un intercambio comercial, fundamentalmente con Puntarenas.
- Santa Cruz: Al momento de la anexión contaba con 2.502 habitantes.
- Guanacaste: Hoy Liberia. Contaba con 1.366 habitantes en esos tiempos. Era poblado de paso y sustentaba su actividad económica a partir del comercio ganadero, sobre todo con Nicaragua.
Como en todo, hubo personas del Partido de Nicoya que se opusieron a la decisión de anexarse a Costa Rica. A este grupo, principalmente radicado en ese Guanacaste de antaño, se le llamó “no anexionistas” y estaba básicamente constituido por grandes hacendados ganaderos, muy vinculados a Nicaragua. Por su parte, el grupo de los “anexionistas”, mayor en número, formado por nativos y mestizos de la zona, defensores de una economía más cerrada, vio en la anexión la posibilidad de subsanar sus carencias comunes.
Es muy común pensar, aun en nuestros tiempos, que los pueblos pobres del Partido de Nicoya se anexaron a una Costa Rica opulenta, y eso no fue así. Mediante consulta popular en cabildo abierto, los del Partido de Nicoya deciden anexarse, por su propia voluntad, a la Provincia de Costa Rica, que con clara disposición acepta. Ambos ganaron en esa conjunción.
Se generaron mayores y mejores oportunidades de negocio. La Corona española entendió que la situación económica que vivía Costa Rica en esos tiempos podía verse favorecida con la incorporación del Partido de Nicoya a su territorio; de ahí que diera su beneplácito.
Otro hecho que también incide en favor de la anexión es que Costa Rica gozaba en esa época de una mayor estabilidad política, mientras que Nicaragua vivía una gresca interna entre León y Granada, que se disputaban el poder.
Con el tiempo se da un mestizaje en el que ambos pueblos, hoy una sola nación, inyectan lo mejor de sí, dando pie al ser costarricense, a la tierra del sol, las playas, la alegría, el tesón, la lucha y el trabajo.
Hoy, con nostalgia, hago memoria de cómo transcurrió mi infancia en el Cañas de mis amores. Subí a los árboles a apear frutos. Comí hasta la saciedad mangos, guayabas, papaturros, jocotes y guindas. Me bañé en numerosos ríos. Acampé en campos de belleza inexorable. Crecí en tiempos en los que el docente era el señor y la señora; en los que el supervisor de las escuelas se desplazaba a caballo para llegar a la más recóndita de ellas y le pedía al maestro permiso para evaluar el aprendizaje de sus estudiantes. Una tierra donde el médico estaba al servicio de la comunidad y que, en pago por sus servicios, recibía gallinas, frutas y verduras.
El tiempo pasó, la tecnología y otras gentes dieron pie a un mestizaje distinto, y los intereses son otros.
Digo hoy: bendita anexión, benditos todos esos tiempos idos.
Rommel Porras González es economista y director general de Kamuk School.