Todo lo que podía hacerse mal, se hizo mal. Es una conclusión perfectamente válida a la que se llega tras leer el informe que el Punto de Encuentro Familiar de Granada emitió al Juzgado de Instrucción número 3 de Granada para justificar por qué Daniel Arcuri Rivas , hijo menor de la granadina Juana Rivas y de Francesco Arcuri , no pudo ser entregado a su progenitor el pasado martes para regresar con él a Italia en cumplimiento de una resolución judicial. El informe comienza relatando que Arcuri entró en el punto de encuentro «media hora antes de lo establecido» y acompañado de una psicóloga. Ambos accedieron a una ludoteca. Después, «puntual», lo hizo Juana Rivas junto a su asesora jurídica, Paqui Granados , y uno de sus abogados, Juan de Dios Ramírez . Daniel no iba con ellas. Se les preguntó dónde estaba y contestaron que no lo sabían, que «vendría detrás» y que probablemente habría quedado «atrapado entre la prensa». El equipo técnico les explicó que el menor debía entrar, a lo que Paqui Granados contestó que no quería. «Está fuera agarrado al hermano, no lo pueden meter por la fuerz a«. Los especialistas insisten en que debe entrar y acudir a la ludoteca, donde le garantizan que no se va a encontrar con el padre, sino con técnicos. «La progenitora (Juana Rivas) se muestra muy nerviosa, refiriendo no poder respirar», y, tras ser atendida, se llamó al servicio de emergencias 112 para solicitar asistencia sanitaria. Terminó saliendo del recinto en ambulancia, con síntomas de estar atravesando una crisis de ansiedad . Veinte minutos después, el menor accede a la ludoteca con su hermano mayor, Gabriel , y con una psicóloga. Daniel le pide a Gabriel que se quede con él, la psicóloga accede y se marcha. Los responsables del equipo técnico los notan nerviosos, Daniel dice que no quiere «irse con su padre, con su maltratador», detalla el informe. Expone que en Italia «lloraba todos los días, que su padre le pegaba, que cuando decía no a algo, como poner la colada, lo agarraba del cuello. Tenía pesadillas, se hacía pipí del miedo y el progenitor le restregaba el pipí ». Gabriel asiente y dice que él ha vivido «situaciones similares», que sabe que a su hermano lo están agrediendo porque con él también lo hicieron. A continuación proponen al menor ir a ver a su padre, a lo cual el niño se niega. «Comienza a llorar y a gritar diciendo que no quiere verlo». Gabriel interviene de nuevo. «¿Cómo va a querer una víctima que entre a verlo su maltratador ?«, pregunta. Durante una hora, el equipo técnico realiza una intervención con los dos hermanos «tratando de facilitar el proceso de entrega», pero el menor mantiene «una actitud hermética» y sigue narrando «agresiones vividas con el progenitor». Gabriel le defiende, sostiene que no va a dejar que se lo lleven , que va a hacer «todo lo posible por que tenga una infancia normal». El menor expresa su deseo de que en España le escuchen. Lo hicieron en Italia, eso lo admite, pero entonces dijo «lo que su padre le decía que dijera, porque lo amenazaba de muerte si decía algo malo de él«. Los especialistas intentan rebajar la tensión, le hablan de fútbol, de sus amigos de Italia. »En España también tengo y es mucho mejor«, zanja el chico. Al rato es el propio menor quien dice que se encuentra mal, que quiere una ambulancia que lo lleve a casa. También pide la presencia de un policía «porque seguro que ellos pueden hacer algo». Finalmente se calma, pero su hermano no. Insiste en que el crío «no se va a ir a Italia con un maltratador». Después llega un policía y le dicen a Gabriel que debe marcharse, algo a lo que en principio se muestra reticente. Termina accediendo y vuelven a hablar con el menor «de temas triviales». Cuando le dicen que va a entrar su padre, Gabriel vuelve a intervenir e irrumpe en la ludoteca «de manera brusca , saltándose las indicaciones de la policía y el equipo técnico de permanecer fuera«. La situación termina por destensarse. Gabriel se va y el menor acepta que el padre entre, pero que se mantenga a distancia. Cuando Francesco Arcuri accede a la sala, los técnicos recriminan a una psicóloga que levante el teléfono, sospechan que está grabando lo que ocurre, algo que está prohibido. Ya juntos, el niño y su padre tienen un reencuentro frío al principio. Glacial, casi. «Aunque poco a poco empieza a exponerle recuerdos vividos por ambos en Italia, enseñando diversas fotos y vídeos «. Aunque el chico se muestra inicialmente reticente, después sí que ve unas fotos de un gato que Francesco tiene en Italia y también de un barco. Su padre consigue, después de unos minutos, darle un abrazo . El menor «acepta el contacto físico, se deja abrazar y acariciar». Está más tranquilo, pero termina por pedir que el padre se vaya, que se quiere «estar a solas con ellas», refiriéndose probablemente a su madre y a sus acompañantes. Preguntan al niño cómo se encuentra. Dice que «más tranquilo», pero también que el encuentro no le ha gustado. Después de marcharse Francesco Arcuri, entra Paqui Granados. La asesora jurídica cuenta que «conoce a los niños de pequeño y ha visto los moratones ». La psicóloga de los hermanos le da la razón. Un policía recuerda a Granados que no debe hacer más comentarios de ese tipo porque pueden »afectar a menores«. Ella replica: «Eso no se puede tapar, ellos son los que han vivido». El menor deja el punto de encuentro «de manera normalizada» y los técnicos, en su informe, recomiendan una nueva cita para el viernes 25 de julio, en un lugar « neutral que no permita el acceso a terceras personas y agentes mediáticos«, porque eso puede »influir en el bienestar del menor«. y en el desarrollo del proceso. Hay que »evitar una sobreexposición del menor«. Ese informe fue remitido al Juzgado de Instrucción número 3 de la capital, que lo ha tomado en consideración punto por punto. De ahí que haya determinado que la nueva cita será este viernes en un lugar no especificado y a una hora que tampoco se ha fijado.